ERP. Interesado en saber si la joven, muchos años menor que él, lo quería, el presidente del Consejo de Ministros Alberto Otárola, se enfrasca en un diálogo donde fluyen preguntas poco románticas y solicitudes de documentos, dando a entender cierta intención de apoyarla en un contrato público. Las palabras que fluyen, demuestran a un personaje poco habilidoso para las cosas sentimentales y del corazón.
Para muchos, Otárola es el presidente de facto, y parte de la dureza del actual régimen se debe al infundio del miedo que sembró después del 7 de diciembre del 2022. Tiene capacidad de entender la política, indican quienes le quieren reconocer algunos méritos, aunque para otros es un personaje más, con pocos bríos y un saltimbanqui de la política, zurdo por ideología, acomodaticio por conveniencia.
En Francia, la palabra femme fatale usada en crisis política, se refiere a esa mujer que con dulzura, manipulación y otras artes de la seducción, influye notoriamente en un funcionario, ocasionando crispaciones y conflictos, muchas veces con un desenlace crítico e irreversible. Algo similar se podría decir, en el presente caso, aunque la candidez de la mujer no califique para la expresión que mencionamos.
Otárola, duramente criticado tras la difusión del audio, es el equilibrio entre el Ejecutivo y el Legislativo. Mantiene indiferente al Ejecutivo de los problemas nacionales, obvia de los que se generan en el Congreso y esta instancia, en retribución les brinda el respaldo hacia la mandataria y sobre todo a ministros, los cuales son ardorosamente defendidos por quienes antes fueron antagónicos del partido ganador que fue Perú Libre.
El Premier que se encuentra fuera del país, ha tratado de minimizar lo sucedido y sobre todo ha pedido que quienes lo han calificado por su sensiblería, se corrijan de lo contrario los estará querellando. En tanto, la víctima, convertida en defensora del acusado, expresa que todo esto es un complot, sobre todo de Martín Vizcarra. Claro, conociendo la situación del exmandatario, tendría poca capacidad para urdir una estratagema con estas implicancias.
El Parlamento tendrá que decidir, si seguir trabajando con Alberto Otárola o proponer un reemplazo. En el caso de la primera hipótesis, si se tiene en cuenta las rimbombantes palabras del juramento de ministros “que ejercerán el cargo sin corrupción” Dina Boluarte podría decidir forzar su cambio y por ende reconstruir todo el gabinete. La situación se vuelve tenga, por cuanto, para los principales analistas, el régimen se mantiene por este personaje romántico pero simplón.
Evidentemente, que el conflicto generado, tiene raíces más allá del trabajo de investigación periodística. Aquí se evidencia una disputa de poderes y primará el que mejor maneje o use las cartas de la política. De permitir que se vaya Otárola, es probable que dentro de poco se tendrá como Premier a un político ideológicamente cercano al fujimorismo, de esa manera estarán acercándose al Ejecutivo, para consolidar sus pretensiones totalitarias.
Otárola debe pagar por la muerte de más de 49 ciudadanos muertos de una manera brutal; acompañará posiblemente a la actual mandataria en dicha responsabilidad; su salida no cambia en absoluto su situación jurídica mirada en perspectiva; sin embargo, aceleraría la degradación del Ejecutivo con una mayor derechización a lo que se vive actualmente. Para el Congreso, es todo o nada y a Dina ya la tienen y Otárola, puede ser un personaje incómodo.
En tal sentido, la continuidad de Otárola se encuentra en entredicho y no es seguro su partida. Si se queda, quizá se deba al miedo presidencial de quedarse desamparada; aunque derechizado, Otárola es la protección de Boluarte, a quien posiblemente sola y desprotegida, será utilizada a conveniencia y desechada cuando ya no les sirva a la denominada derecha bruta y achorada.
Solo es cuestión de esperar, el desenlace aún se encuentra pendiente y se puede colegir que los que mantienen una aparente unidad, terminarán colisionando entre si, que los obligará a adoptar decisiones menos pensadas.
