ERP. Un sismo de 7.5 grados con epicentro en la región Amazonas, destruyó parte de uno de los sueños de don Fernando Belaunde Terry y es la marginal de la selva, construida para integrar diversas poblaciones que residen en la selva peruana. El movimiento telúrico agrietó de manera sorprendente la indicada vía, dejando varados a decenas de vehículos con su respectiva tripulación.
Los desastres en el territorio nacional se encuentran asociados a sismos, a lluvias intensas y por ende activación de ríos y quebradas. Sus impactos negativos destruyen muchas veces vidas humanas y afectan la propiedad privada y pública; para ello, se recomienda que haya una verdadera planificación para el uso de los suelos de un territorio y aunque muchas veces el evento natural es catastrófico, por lo menos se pueden evitar la magnitud del daño.
El sismo de Amazonas de 7.5 grados se sintió en todo el norte peruano y también en el sur de Ecuador y Colombia. A decir de los especialistas. La profundidad del sismo, de alguna manera influenció para disminuir los impactos negativos; sin embargo, en las regiones de Amazonas, Cajamarca, Loreto e incluso Lambayeque, diversas viviendas sucumbieron al movimiento del sismo y cayeron.
Se han presentado movimientos telúricos de gran destrucción en el país y quizá el de más ingrata recordación es el terremoto de Ancash, donde murieron aproximadamente unas 90 mil personas y muchas viviendas fueron arrasadas y otras sepultadas por el lodo que se desplazó cordillera abajo.
Lo mismo ha sucedido en otras regiones como Nazca e Ica, donde aún se recuerda la destrucción causada y la pérdida de vidas humanas. Ha pasado el tiempo y de lo sucedido en esta región, solo queda el ingrato recuerdo de la incapacidad del Estado, no solo para planificar antes que suceda un hecho de esta naturaleza, sino igualmente para ayudar a levantarse al afectado o damnificado.
Lima es una gran metrópoli expuesta a este tipo de eventos. Sin embargo, el centralismo peruano ha llevado a millones de peruanos y peruanas a concentrar y densificar el territorio. Habría que preguntarse si Lima está preparada para un sismo de gran magnitud y la conclusión es indubitable, no. Muchas familias han poblado no solo las partes bajas, sino igualmente las laderas de los cerros.
Otro evento natural con consecuencias lamentables son las lluvias atípicas, generalmente en la zona de costa, las cuales no se encuentran preparadas para soportar intensas precipitaciones. En el 2017 hubo tragedias y desastres desde Lima hasta el mismo norte. Piura, vivió su peor tragedia por el desborde del río, dejando bajo el agua a viviendas de Tambogrande, Piura, Castilla y parte del Bajo Piura.
No fue la primera vez de un “Fenómeno el Niño” sin embargo, son hechos que permiten constatar si se aprendió de eventos similares sucedidos en años anteriores. En definitiva, tras un desastre, viene el natural llanto y lamentaciones, existe una recuperación por solidaridad o por resiliencia y lo que, si es común, es que el Estado es tardío en su reacción y por ende, no queda otra que levantarse por si solo.
Pero lluvias atípicas no solo son eventos naturales de Piura, también comparte similares consecuencias regiones como Tumbes, Lambayeque, La Libertad y otros. Pese a lo vivido, en lo que menos se piensa y se hace, es planificar el territorio o en todo caso, hacer cumplir las disposiciones existentes. Vemos en estas ciudades construcciones en hondonadas, en laderas de ríos, en el cauce de quebradas secas, por mencionar solo algunos elementos.
Es difícil planificar y mucho más hacer cumplir lo planificado, porque el peruano y también la peruana, en ocupación del suelo tiene una memoria cortoplacista y muchas veces olvidadiza. No revisa la historia y lo que es peor, aún conociéndola repite los errores que llevaron a vivir un desastre.
Existen normas técnicas que deben respetarse para evitar los efectos de un evento natural. Las hay para las construcciones de viviendas de tal manera que acondicionen mejor frente a la probabilidad de sismos; pero igualmente existen para el desarrollo urbano. Solo depende de la capacidad que tenga el Estado para hacerlas cumplir. Pero más allá de las normas técnicas se encuentra el sentido común y es lo que jamás debe abandonar el ser humano.