ERP/Laurence Chunga Hidalgo. “Basta de violencia contra las mujeres” es el grito que inspira la marcha del sábado 13 de agosto. Y está bien. Empero, su fin mediato es el Poder Judicial, pues es el “lugar donde se fraguan las injusticias que alientan la impunidad” y, en tal sentido allí es el punto de llegada de la marcha de protesta. Los casos de Cindy Arlette Contreras y Lady Guillén se han convertido en íconos mediáticos de la lucha.
Las redes sociales se han convertido en el gran espacio en el que más de una, anunciando sus propios dolores y cargas, se animan a socializarlas con el fin de que otras, en la misma situación, se animen a participar. El Ministerio de la Mujer, movimientos eclesiales, organizaciones feministas, colectivos políticos, ciudadanos sin compromisos, más que los de intentar una mejor sociedad para sus hijos, se han ofrecido para la gran marcha.
No iré a la marcha. O a lo mejor sí. Equivocamos el objetivo mediato. No es a las instituciones sociales a las que debemos apuntar. El objetivo debe ser nosotros mismos: las personas. Nos hemos creído e internalizado aquella máxima roussoneana “el hombre nace bueno, la sociedad lo corrompe”, cuando en el fondo expone una grave contradicción. ¿Y quien conforma la sociedad sino los individuos? Entonces, los vicios sociales no corresponde le sean atribuidos a las instituciones, sino a las personas que conforman esta sociedad, ahora machista.
Así, si queremos evitar los feminicidios –hecho del que aún tengo dudas tenga justificación suficiente como tipo penal- corresponde que eduquemos a nuestros hijos- varones y mujeres, con la misma capacidad para jugar a la cocina como para conducirse en un vehículo, con las respectivas consecuencias que de ello se derivan. Dígase, que corresponderá que cada quien asuma el dolor si se quemara con el aceite caliente de la sartén o que, cumpla con sacar de su billetera o cartera lo que cuesta el combustible. Nos hemos subido a una caravana en la que hay más que discutir. ¿Cuántos de los que acudiremos a la marcha preguntan a la agasajada el sexo de su hijo por nacer para elegir entre el azul y el rosado a fin de regalarle en la fiesta de recién nacido? ¿Cuántas mujeres evitan pedir la cuenta en una reunión social argumentando que por caballerosidad los hombres deben encargarse de ese asunto? ¿Y cuantas creen que tienen mejor derecho –por ejemplo en los asientos de los buses públicos- solo por el hecho de ser mujeres?
Bebemos desde el seno materno el machismo. El “cuida a tu hermana” que les endilgamos a nuestros hijos cuando salen a la calle, deberían transformarse en un “cuídense entre sí” ¿Es que acaso salir a la calle no es riesgoso para los adolescentes? Ha de reconocerse que mayores riesgos recaen para con las adolescentes, pero no podrá cambiarse el estereotipo cultural si seguimos obligando a que sólo sean los varones los responsables del cuidado de las niñas. También somos responsables cuando limitamos a nuestras hijas de subir a los árboles o de treparse a los columpios con “espíritu de riesgo”. Los somos cuando evitamos que aprendan a jugar futbol o les evitamos determinados juegos porque “se pueden malograr”. Incluso lo somos, cuando las mejores “presas” se guardan para el papá.
Ojalá los papás aprendamos a bañarnos con nuestras hijas como lo hacemos con los varones. Que perdamos el miedo a limpiarles los pañales porque nos da miedo sus pequeñas vaginas. Que les enseñemos a cortar el césped o limpiar las cadenas de sus propias bicicletas. Que seamos capaces de soportar sus propios juegos de niñas sometiéndonos a sus pinturas de uñas o unas ligas de colores en el pelo. Tenemos cosas que desaprender… Nuestra obligación primera es que aprendamos a olvidar aquellas formas en las que atendemos al sexo opuesto como diferenciado y en disminuido nivel.
El Estado, cuando menos algunos sectores, como por ejemplo el Ministerio del Interior y la Defensoría del Pueblo han anunciado su participación activa, reconociendo que los miembros que conforman las organizaciones estatales son también ciudadanos. El asunto es que su posición es siempre represiva: haz la denuncia, por tal delito son tantos años, tales son los números telefónicos donde te pueden ayudar, etc. Empero, lastimosamente, todavía hay deficiencias en el nivel de la propuesta y de la prevención… ¿Cuántos padres de familia marchantes conocen las políticas educativas con enfoque de género que se aplican en los centros educativos de sus hijos? ¿participan de ellas cuando corresponde? Si tan solo ese fuera un compromiso personal de todos los participantes.
Empecemos por algo… invitaremos a jugar fulbito a la mayor de mis delicias.