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Dom, Dic

Pedro Pablo Kuczynski y su última oportunidad de ganar las elecciones

Andrés Vera Córdova
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ERP. Si la elección la definieran las encuestas, el gran derrotado de esta contienda electoral sería Pedro Pablo Kuczynski, quien en teoría debería recibir los votos que no se inclinaron por el nuevo fujimorismo en la primera vuelta y alzarse con mucha facilidad con el triunfo de la segunda vuelta electoral. Pero no es así, y todas las encuestadoras a una semana de la elección, no difieren que Keiko Sofía Fujimori, le ganará por amplio margen.

Pedro Pablo Kuczynski, candidato de Peruanos para el Kambio tiene su última oportunidad que le brinda el segundo debate presidencial que se realizará este 29 de mayo en el recinto de la Universidad de Lima. En él debe demostrar que tiene la solvencia y capacidad suficiente para realizar un buen gobierno y la ciudadanía enterarse de manera clara, sobre su conocimiento del Estado peruano.

En el primer debate realizado en Piura, Pedro Pablo Kuczynski tuvo una ligera ventaja en el resultado, aunque su contendora fue hábil para los puyazos y así lo destacamos en la evaluación de la jornada democrática del domingo anterior.

En esta oportunidad PPK debe convencer contundentemente a la población electoral que es mucho más en lo personal, en lo profesional y sobre todo en lo político de Keiko Fujimori. Que tiene los méritos suficientes para ser elegido por los peruanos y que es garantía democrática para lo que viene. Es decir, no se requiere un lenguaje técnico, sino una comunicación sociológica efectiva.

No se trata de responder los agravios que se presentarán, sino de ser prolijo en ideas y propuestas. Se requiere, el Kuczynski flemático de sus orígenes y no el temperamental que se desespera para responder un cuestionamiento; eso no significa que debe mantenerse callado, sino de ser inteligente para una respuesta.

Ser claro para enfrentar problemas sentidos por la población, y entre ellos el de seguridad ciudadana, el empleo, la descentralización y otros que requieren diferenciación para que la población que los seguirá de cerca, perciba realmente que son propuestas que difieren en matices y no en la efectividad para realizar cuestionamientos a las propuestas en el primer caso o en el pasado para la segunda.

Ha quedado demostrado, que todas las críticas contra el pasado fujimorista de Keiko Fujimori, no tienen mayor impacto en la mayoría de la población. El voto fujimorista es bastante sólido y esa base le permite esperar con tranquilidad el resultado. Pero no todo está dicho, y en una semana podrían darse cambios sustantivos con solo usar adecuadamente el foro de este domingo, donde miles de peruanos se mantendrán atento para observar el debate presidencial.

Para el peruano común y corriente, el cual no ve las diferencias de un sistema político y modelo económico, y tampoco de los matices particulares de los líderes que los representan, les es secundario si votan por un candidato que desde joven enarboló propuestas liberales o si lo hacen por alguien que heredó un apellido y con él lo más positivo de ese gobierno, contra todo lo nefasto de sus acciones.

Muchos electores expresan que seguirán trabajando y luchando para sobrevivir y que les es indiferente votar por uno o por otro y eso es verdad; tras un triunfo siempre existen beneficiarios directos e indirectos y perjudicados directa e indirectamente.

Con movimientos o partidos como el que se podría encumbrar el próximo domingo, es probable que sean los más desvalidos los que lleven la peor parte y sus condiciones de pobreza o extrema pobreza seguirán siendo iguales o quizá peores.

Pero esto es la democracia peruana, donde todos votan de acuerdo a su emocionalidad. Santifican a unos y demonizan al otro. Al fin y al cabo, si antes se equivocaron con Belaúnde, con Alan, con Fujimori, con Toledo y con el mismo Ollanta, una equivocación más que importa.

Esperamos que al menos Pedro Pablo Kuczynski, quien no es santo de devoción de aquellos que decidieron no votar por el fujimorismo; al menos, tenga la claridad, la pertinencia y la inteligencia suficiente para demostrar que puede convencer al electorado que le reconoce valores democráticos innegables.

 

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