ERP. El mes de agosto está vinculado al nacimiento y a la muerte de Bartolomé Herrera, quien vio la luz en Lima, un 24 de agosto de 1808, y falleció en Arequipa, el 10 de agosto de 1864. Ayer fue aniversario de la muerte de este personaje del siglo XIX, que vivió muy de cerca los devenires de la política peruana en los comienzos de la República Independiente.
Por Miguel Arturo Seminario Ojeda
Director del Museo Electoral y de la Democracia de la DNEF del Jurado Nacional de Elecciones
Hemos leído diversas opiniones, señalando a Bartolomé Herrera como un hombre que vivía de espaldas a la realidad, que fue un gran conservador, reacio a los cambios, y que era prácticamente un enemigo de la democracia, posición que no compartimos, porque este gran peruano, figura de la historia nacional, es uno de los que ha trascendido al tiempo, y se ha quedado para siempre entre nosotros.
Su actuación quizá fue incomprendida en su momento, sin embargo, una mirada desde hoy, nos permite comprender al personaje, que actuó dentro del mundo eclesiástico, y del político, en medio de una realidad en la que la práctica de la democracia debía afirmarse, a través de la responsabilidad de los ciudadanos para elegir a los más capaces, siendo al mismo momento, una invitación a que se postule a los más capaces para gobernar.
Bartolomé Herrera nunca dijo que solo gobiernen los blancos y mestizos, o que solo gobiernen los costeños, el proclamó a la capacidad, como la evidencia para elegir entre los más competentes, entre los más hábiles para gobernar, y no se vote por quienes no estaba aptos para los gobiernos locales, y cargos de envergadura nacional.
El sacerdote y político, postuló, el gobierno de los más inteligentes, los más hábiles en el dominio de temas de administración estatal, y no que a través de la práctica de la “soberanía popular”, se impusiera a quienes no estaban capacitados. Su pensamiento fue contrario al de Francisco Javier de Luna Pizarro, y al de los hermanos Gálvez Egúsquiza, que postulaban la consideración de la soberanía popular, pese a la inexistencia de una educación cívica ciudadana, que llevara a la emisión de un voto responsable.
Herrera se enfrentó con Pedro y José Gálvez Egúsquiza, en la Cámara de Diputados, durante el primer gobierno de Ramón Castilla. Los debates contenidos en los libros correspondientes, presentan a estos personajes brillantes, defendiendo sus posturas, aflorando en sus participaciones, como ciudadanos ilustrados. Creo que una conciliación de ambas posiciones, hubiese llevado a sostener, la necesidad de un voto y reconocimiento de ciudadanía a todos los que cumplían requisitos para ser considerados como tales, insistiendo e incidiendo en una educación cívica ciudadana que estimulara el voto responsable.
A Bartolomé Herrera se le considera como el máximo representante del conservadurismo peruano del siglo XIX, o siglo de las ocasiones perdidas. En 1839, fue Director de la Biblioteca Nacional del Perú, y sería luego rector del Colegio de San Carlos. Posteriormente, entre 1849 y 1851, fue diputado por Lima, y presidió la Cámara de Diputados. Fue también Ministro de Justicia e Instrucción Pública, y de Gobierno y Relaciones Exteriores.
Herrera no fue un enemigo de la democracia, ni de la soberanía popular, exaltaba la soberanía de la inteligencia, el gobierno de una élite compuesta por los más capaces, y con ciudadanos que obedecieran a la autoridad legítima. Y esto es lo que se busca actualmente, en todos los países se motiva a los aspirantes al poder político, a capacitarse, y a los ciudadanos, a votar por los más competentes, los más creativos, y que tengan compromisos sociales universales, sin discriminaciones, en pro del logro del bienestar social de todos.