ERP. Aunque su fama comenzó desde que se destacara como soldado del ejército realista en España, la Gloria del general San Martín se consolidó en los campos de batalla en América, donde se le vio en más de un escenario, desenvainando su espada por la defensa de la libertad e independencia de América, y como lo reconocen sus críticos, jamás desenvainó su espada, por razones de carácter político.
Por Miguel Arturo Seminario Ojeda
Director del Museo Electoral y de la Democracia del JNE
La gloria le esperaba en el camino, estaba reservada para él, y para otros americanos y extranjeros de otros mundos, que habían venido al Perú para luchar por su independencia. San Martín se encontró con la gloria, pero nada de esto lo envaneció, los demás reconocían que era un grande, que estaban frente a un hombre de carácter singular, a quien el mundo le tenía reservado un sitio especial.
Sin embargo, no faltaron los enemigos de su tiempo, quienes trataron de minimizar y de ridiculizar su grandeza, frente a esto, San Martín diría, que no sus contemporáneos, sino los que vendrían después, serían los que den el veredicto sobre su actuación, li res de apasionamientos y de ambiciones, porque él había actuado, así como lo demandaba su país de nacimiento, y como lo había demandado la gran patria americana.
Don José de San Martín y Matorras falleció en Francia, un día como hoy, hace 170 años, el 17 de agosto de 1850, y desde entonces, su figura se yergue como la de un inolvidable héroe americano, a quien el mundo entero conoce, y le adjetiva todas las virtudes que manifestó cuando le tocó vivir un largo tiempo, más que muchos héroes americanos que fallecieron con menos edad que él.
José de San Martín falleció en Boulogne Sour Mier, Francia, había sido atendido por su hija Merceditas, y por su yerno Mariano Balcarse, quienes le procuraron una vida digna y con calidad, gozando de la asistencia médica, sus gastos eran atendidos en parte, con la pensión que le otorgara el gobierno peruano de Ramón Castilla, al no desatender a quien, sin importar su vida, se entregó por la causa noble de libertar al Perú.
La vida de San Martín se ha publicado en diversos idiomas, muchos historiadores nos hacen conocer su grandeza, y siempre lo presentan como un hombre respetuoso de la voluntad popular, un hombre inteligente, y muy prudente, que llevó una vida recatada, sin escándalos, y que prefirió el sacrificio, la felicidad social de los demás, antes que la suya.
San Martín murió en Francia, pero sus restos fueron repatriados a la Argentina, y descansan en Buenos Aires, en el altar que su patria le tenía reservado. Lo conocemos como el Santo de la Espada, como el “Padre de tres repúblicas”, y en efecto, su memoria está asociada a la gesta de la independencia de Argentina, Chile y Perú, que lo tienen como un paradigma, mientras el mundo lo reconoce como el arquetipo de la libertad e independencia americana.