Por: Miguel Arturo Seminario Ojeda. La Lima y todo el Perú virreinal estaban estratificados en grupos estamentales irreconciliables, donde el indicador racial era el polo separatista, sin embargo, esta realidad varió tremendamente, por lo menos de manera temporal, cuando un gran terremoto afectó a todos los limeños, igualándolos en el dolor, tras un violento remezón de tierras, e igualándolos en la fe que se multiplicó desde entonces, con el culto a la milagrosa imagen del Señor de los Milagros que ya gozaba de aceptación.
Sobre este suceso abundan detalles, desde crónicas e informes, así como una publicación que circuló en 1748 en Gran Bretaña, a dos años de la destrucción de Lima y el Callao, y de la afectación que tuvieron otras ciudades del Perú, como Pisco, Chancay, y otras poblaciones cercanas a la capital virreinal, al igual que Puerto Caballa de Changuillo, y puerto Guañape, que fueron absorbidos por el mar.
Charles Walker, publicó hace pocos años, el libro, “Colonialismo en ruinas. Lima ante el terremoto y tsunami de 1746”, analizando críticamente a la sociedad colonial, y las consecuencias de ese devastador terremoto del viernes 28 de octubre a las 10:30 de la noche, sus precisiones son ciertas, el libro presenta una información valiosa, que permite recrear el estado social del Perú, el terremoto, y las consecuencias que siguieron a esta catástrofe.
El fuerte sismo, se estima que duró 4 minutos, y que tuvo una magnitud de 9 grados, sorprendiendo a los limeños a las diez y media de la noche, en tiempos en que el alumbrado público era con velas de cebo y hachones en algunos edificios, y quizá solo las casas de los miembros de las familias estamentales más acomodadas contaban con un alumbrado permanente durante toda la noche.
Se asegura, que este fue el terremoto más destructor de la historia de Lima, y como sucedió en 1687, tras el sismo del 20 de octubre de ese año, nuevamente, tras el movimiento de tierra del 28 de octubre de 1746, una réplica de la imagen del Señor de los Milagros salió en procesión, dejando la tierra de temblar con la fuerza que lo venía haciendo, esto multiplicó la devoción popular, por la imagen del Cristo Morado, y generó al poco tiempo, la construcción de la Iglesia de las Nazarenas, que congrega a los devotos del Señor de los Milagros durante todo el año, y no solo en octubre.
Las cifras de los muertos varían, para Lima se dan cifras entre 5.000 y 15.000 personas, y en el Callao pereció casi el cien por ciento. El jesuita Pedro Lozano dejó una crónica sobre la catástrofe diciendo que de las más de 3.000 casas de Lima, solo quedaron en pie 25, entre ellas el actual palacio de Torre Tagle, y que pese a que el terremoto fue de noche, los muertos no fueron la mayoría de la población que bordeaba los 60.000 habitantes.
Después del terremoto vinieron muchas réplicas, había pasado más de un mes y la tierra seguía temblando. Las noticias sobre la destrucción de Lima y el Callao demoraron meses en llegar a Europa, y también demoraron en llegar al interior del virreinato, si se tiene en cuenta que los medios y las vías de comunicación, no eran lo que hoy representan para la integración de los pueblos, y que llevan las noticias en segundos, al otro extremo del globo terráqueo, si es necesario.
En Lima se arruinaron los edificios públicos en su integridad, no se salvaron las iglesias, ni el palacio del virrey, también se afectó el local del Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición, los de la Real Audiencia, y todo lo que tenía que ver con la administración de la ciudad, todo quedó por los suelos, y la claridad del amanecer mostró a los limeños, el espectáculo de ver a su ciudad devastada.
En la publicación de Scarlett O Phelan Godoy, sobre “La moda francesa y el terremoto de Lima de 1746”, leemos del gran terremoto y el tsunami sobre el puerto del Callao. Destaca la autora que en esa época las explicaciones por el sismo, se relacionaron con lo religioso y no con lo científico, llegando a sugerirse que parte de la causa estaba en los escotes que usaban las mujeres, al puro estilo de la moda francesa, con mangas recortadas y vestido por encima del tobillo.
Todo eso, de acuerdo a la mentalidad de la época, había enfurecido a Dios, quien castigó a la ciudad con el movimiento telúrico. Lo cierto es, como lo afirma la autora, quienes generalmente usaban esa moda eran las mujeres de los estamentos altos, y en poco porcentaje, también se vestían con esa moda algunas mujeres de los sectores populares. Frente a esta postura, también estaba la explicación naturalista, bajo la influencia de la ilustración, que se acerca más a lo que dice la ciencia; para entonces ya se precisaba, que “de los seis terremotos más fuertes que Lima ha sufrido desde su fundación, cuatro ocurrieron en los meses de octubre y noviembre”.
La persistencia de réplicas después del 28 de noviembre, mantenía inquietos a los limeños, y el clero no cesaba de predicar sobre la supuesta causa que ellos pregonaban, y que la penitencia y el arrepentimiento aplacarían la ira de Dios. Al efecto se organizaron varias procesiones, donde era común ver a los penitentes pidiendo perdón, para terminar con los movimientos de la tierra.
Se consideraba que el castigo recibido por los limeños era por las injusticias que sufrían los pobres, por la codicia y la usura manifiestas, por la lujuria, y por lo ya comentado sobre la imposición de la moda francesa entre las mujeres de Lima, sin distinción de blancas, mestizas y mulatas. Sin embargo nada impidió que la influencia de la moda francesa continuara, y que solo temporalmente dejara de usarse, mientras duró el efecto psicológico del terremoto.
José María Valega, en su libro “Virreynato del Perú”, publicado en 1939 por la editorial Cultura Ecléctica, da un minucioso detalle de los acontecimientos, describiendo el desarrollo del terremoto, y los sucesos posteriores, por éste autor nos enteramos, que hasta el 2 de noviembre se había sepultado ya, más de 4000 muertos, y que pese a que el convento de San francisco fue el menos afectado, igual en él murieron 25 religiosos.
Valega recogió la crónica, de que en el Callao, una hora antes del terremoto, el virtuoso padre dominico Fray Alonso del Río, presagió el desastre, y pidió a la población que orasen para aplacar a Dios, pero no le asuntaron, lo tomaron por loco, mientras él, crucifijo en mano, trataba de ganar la voluntad de los chalacos. Para Valega, solamente 8 personas sobrevivieron en el Callao, su información se basa en la publicación que sobre este acontecimiento se publicó en1903, en la revista Anales del Cuzco.
En el convento de Santa Teresa murieron 12 de las 21 religiosas, y en el hospital de Santa Ana murieron 70 enfermos que quedaron aprisionados entre las paredes y techos caídos. Asimismo se cayó el arco de piedra que estaba en el puente de igual estructura, todo por la fuerza del terremoto que también se sintió con fuerza a más de 100 leguas de distancia de Lima.
Ante estas circunstancias el pánico colectivo cunde, y así fue el 30 de octubre, cuando la población huía desesperadamente de Lima, al propagarse la noticia de que el mar nuevamente se salía en el Callao, y que la fuerza de las aguas llegaría hasta Lima. Hubo un alboroto tremendo, y toda la ciudad de Lima quedó prácticamente vacía, salvo las personas a las que el virrey Manso de Velasco pudo hacer entender que eso era producto de un rumor infundado.
El 31 de octubre ya había un hedor en la ciudad, por la cantidad de muertos bajo las ruinas, no solo personas habían perecido, también burros, caballos, perros; los muertos eran enterrados en fosas comunes, hubo que tomar esa medida, o las epidemias continuarían tras el terremoto. Encima, de inmediato se sintió la carestía del pan, frutas y verduras, y cuando los que abandonaron la ciudad regresaron a Lima, se dieron con la sorpresa que los ladrones habían robado hasta las puertas y ventanas de sus casas.
Después vendría la reconstrucción de la ciudad, y el virrey José Antonio Manso de Velasco, sería reconocido por la Corona Real, como el Conde de Superunda, había logrado reconstruir a la capital virreinal, sobreponiéndose al desastre causado por encima de las olas.