Por: Miguel Arturo Seminario Ojeda. En los textos de la secundaria siempre aparece la figura de un dominico cargado de humanidad, a quien se le reconoce como un arduo defensor de los indios, Fray Bartolomé de las Casas, y al parecer es el único nombre a quien asociamos a esta defensa.
Sin embargo, hay otros personajes de la Historia, que en igual posición, cargados de humanidad, se convirtieron en apóstoles de la redención de los nativos americanos, defendiéndola de los argumentos jurídicos, de quienes estaban en contra de esta postura. Es el caso de Francisco de Vitoria, cuya memoria evocamos esta semana, pues falleció un 12 de agosto, como ayer de 1546, en Salamanca.
Francisco de Vitoria había nacido en Burgos, España, unos años antes del descubrimiento de América, fue un fraile español, destacándose además, como escritor y docente de la Universidad de Salamanca, brillando por sus ideas y contribuciones al derecho internacional sobre todo, y también en la teoría económica y la moral, con una gran influencia de Aristóteles y Santo Tomás de Aquino.
Se sabe que recibió una excelente formación humanística, y que en 1504 ingresó en la Orden de Predicadores; asimismo que siempre le preocupó la condición humana, mirando esta realidad, desde la Teología, el Derecho y la Moral, influyendo sobre Domingo de Soto, Melchor Cano, Francisco Suárez, Domingo Báñez, y otros hombres destacados de la renombrada Escuela de Salamanca.
Tanto como se hizo famoso por sus ideas con respecto al poder temporal de los reyes y emperadores, y al poder espiritual de los papas, también fue trascendente por su preocupación por los derechos de los indígenas, población del nuevo mundo, gente por la que tuvo una gran empatía, al enterarse de los excesos de que eran víctimas por parte de los conquistadores.
Quizá hoy se le calificaría como uno de los adelantados de la inclusión social, del respeto por las minorías, como defensor de los derechos humanos, ya que en una de sus obras principales, afirma que los americanos no son seres inferiores, antes bien poseían los mismos derechos que todo ser humano, siendo dueños de sus tierras y bienes, que estaban pasando a poder de sus conquistadores.
Se le considera como uno de los ejes del Ius gentium (derecho de gentes), tanto como al dominico fray Bartolomé de las Casas, quienes en su momento fueron consultados por el rey Carlos I, promulgándose en 1542, como consecuencia de esto, las Leyes de Indias, reconociendo que los indios eran seres humanos libres, poniéndoseles bajo la protección directa de la Corona.
Poco después de su muerte, sus discípulos, y fray Bartolomé de las Casas, se enfrentaron a Juan Ginés de Sepúlveda, que tenía ideas contrarias en relación con los aborígenes americanos.
Se recuerda a Vitoria como uno de los principales teóricos del concepto de guerra justa, situación que no consideró siempre lícita, argumentó, que no era lícita la guerra por diferencias de religión o para aumentar el territorio, situación que se vivía en Europa y América, con resultados desfavorables para los más débiles, yendo contra el principio de la ley natural y la universalidad de los derechos humanos, de modo, que no era legítima la conquista de los naturales, y la dominación europea sobre América, ni por las coronas reinantes, ni por la iglesia católica, que en su opinión, no debía forzar las creencias.
Vitoria se adelantó en mucho a los derechos consagrados por las Convenciones de La Haya y de Ginebra, y a otros acuerdos internacionales, para él, entre otros argumentos:
1. Los hombres no nacen esclavos sino libres.
2. Por derecho natural nadie es superior a los otros.
3. Es mejor renunciar al propio derecho que violentar el ajeno.
4. No se puede dar muerte a una persona que no ha sido juzgada y condenada,
5. Toda nación tiene derecho a gobernarse a sí misma y puede aceptar el régimen político que quiera, aun cuando no sea el mejor.
6. Todo el poder del rey viene de la nación, porque esta es libre desde el principio.
7. El orbe entero, que en cierta manera constituye una república, tiene poder de dar leyes justas y convenientes a toda la humanidad.
8. Ninguna guerra es justa, si consta que se sostiene con mayor mal que bien y utilidad de la nación, por más títulos y razones que haya para una guerra justa.
9. Si al súbdito le consta la injusticia de la guerra, no puede ir a ella, ni aun por mandato del príncipe.
Vitoria no estuvo en América como Bartolomé de las Casas, que sí estuvo entre los americanos, cuya causa de beatificación está detenida, sin embargo, eso no fue obstáculo para ponerse en el lugar de los otros, frente a una situación, como la injusticia para los americanos nativos, frente al comportamiento de los europeos, movidos por la corriente del mercantilismo, en el que las riquezas de las naciones se medía por lo que poseían.