Por: Miguel Arturo Seminario Ojeda. ¡Carnaval, carnaval! eran las voces que se escuchaban estridentemente, cuando durante todo febrero los niños y adolescentes, varones sobre todo, llenaban de polvos blancos, los cachetes de la niñas y jóvenes descuidadas, que cuando menos lo esperaban, no podían librarse de los talcos baratos, y algunas veces perfumados, que les dejaban empolvadas las caras, como mascaritas virreinales.
Ese testimonio lo hemos recibido de ayabaquinas, huancabambinas, talareñas, morropanas, sullaneras, sechuranas, piuranas, y paiteñas. Todavía recuerdo cuando una huancabambina y una chulucaneña me refirieron una anécdota, cuando ellas, prevenidas de lo que sabían que se protagonizaba en febrero, llenaron su carterita de piedras, y el repentino mozalbete resultó con varios chichones en la cabeza.
Iguales anécdotas se vivieron en Tambogrande, Catacaos, Querecotillo, Suyo, Las Lomas, Paimas, Lalaquiz, y de cuantos lugares recogí referencias sobre esta bien asentada tradición peruana y mundial. En Tambogrande mi amiga Cocotte prefería esconderse, y mirar los juegos desde la ventana, mientras que en Suyo, las dos Rosas Ojeda, desesperadamente, esperaban cada año el verano del carnaval.
Yo he sido testigo de las bandas carnavalescas que se armaban en Sullana, en tiempos en que la ciudad no tenía agua corriente en todos los barrios, pero ese día, cada equipo sacaba barricas de donde no hubiese, y las llenaba de agua, aunque tuviesen que traerla desde el río Chira, en burros, o a hombros de los más jóvenes, eran tres días de alegría: domingo, lunes, y martes, anteriores al miércoles de ceniza.
Cada espacio del Perú vivía su propio carnaval, y no nos enterábamos de cómo se protagonizaba en otras regiones, porque no había televisión en Piura, como la hay ahora, las 24 horas del día, y se difunde la celebración de los carnavales en todo el mundo, en esa época, con las justas la radio y los diarios nos permitían conocer lo que pasaba en el globo terráqueo.
En el Perú el carnaval es una fiesta y celebración pública que tiene diversas manifestaciones locales, que establecen diferencias de un lugar a otro, pero que tienen en común el sentido lúdico y alegre de la festividad. En Sullana aún se mantiene la plantación y corte del yunce, o yunza en otros lugares, que se trae al suelo el martes anterior al miércoles de ceniza, mientras los participantes cantan “yunce yuncesito, quien te tumbará jajay, y el que te tumbare, y el que te tumbare, te renovará jajay, te renovará, jajay, guachigualito guachigualó, para amarte solo yo”
Esta costumbres del cortamonte, como se llama en otras partes, es precedida de juegos con agua corriente, y de agua olorosa en algunos casos, que le dan sentido a esta fiesta popular, por eso se afirma, que los carnavales son sinónimo de alegría sinigual para todos los pueblos del Perú, y algunos se disputan y compiten por presentar la fiesta más alegre y colorida.
En Piura, había organizadores por barrios que asumían un color determinado, variando con banderas de color rojo, verde o amarillo, que las llevaban en alto mientras recorrían los barrios contrarios. En cada departamento/región los organizadores a veces se preparan todo el año, después de la caída del yunce, pues aquél cuyo hachazo coincidía con el derribamiento, era el padrino que debía plantarlo el próximo año.
El yunce estaba adornado con juguetes, y toda clase de regalos, y no era raro que algunas cajas estuviesen vacían, generando la mofa contra el que se abalanzó sobre ese regalo por considerarlo el más jugoso. En Sullana era famoso el yunce de la familia Pantaleón, y en la novena cuadra de la calle Espinar, eran famosos los que plantaban las familias Saavedra y Olivares, emparentados políticamente, pero que se empeñaban en tener el mejor de los árboles.
Los juegos iban más allá del talco y los chisguetes con aguas de colores, se jugaba a veces no solo con pintura lavable, sino hasta con esmalte, de manera que el tinte podía durar varios meses en los cabellos, y al final, el martes, antes de tumbar el yunce, había una fiesta con baile para los jugadores, que habían elegido una reina.
Muchos esperan la llegada de los carnavales y muestran lo mejor de sus pueblos, la comida, sus paisajes, su música tradicional y sus estampas folclóricas. Por ello en el Perú se goza de hermosas fiestas como las que mencionamos en este resumen.
En Catacaos la fiesta del carnaval es amenizada por bailarines que ponen en escena las danzas tradicionales de la región; en Querecotillo y Tambogrande, patotas de muchachos salen a las calle, con bolsas llenas de globos con agua, que en marcada puntería van a terminar sobre descuidadas espaldas, o sobre quienes no pueden guarecerse de los deseos de mojar a alguien.
En el Perú estos juegos adquirieron gran notoriedad en la época del presidente Leguía, como aparece en las revistas Variedades y Mundial. Eran días de fiesta con corsos muy elegantes. Hay varias tomas fotográficas de estas fiestas precedidas por el presidente Leguía, y carros alegóricos muy vistosos, eran fiestas, que como alguna vez lo refirió Carmen Leguía Larriviere, una de las hijas del Presidente, alegraban mucho a su Papá.
En Sullana era famosa la fiesta celebrada por el Club Los Marcianos, que muchas veces se hacían en la calle Tarapacá, cerrando toda la cuadra, entre las calles Sucre y San Martín. A nivel nacional se han dado varias normas jurídicas prohibiendo y reglamentando el juego, pero de nada han servido, lo que el pueblo ha institucionalizado es lo que prevalece, ese día las calles son suyas, y viven su alegría sin alterar el orden social.
Hay canciones que se escuchaban y bailaban masivamente en esta fiesta, como esa de “Los marcianos llegaron ya, llegaron bailando chachacha, ricachá, ricachá, ricachá, los marcianos llegaron ya…”; o esa otra estrofa que comenzaba contagiando a viva voz, “Carnaval, carnaval, la alegría general… Todos saben venir a gozar…” Tiempos idos que han quedado en la vida de los que en las décadas de los 60 y 70, supieron lo que es el carnaval.
En el Perú, entre otros, son famosos los carnavales de Cajamarca, Ayacucho y Puno, cada uno con diversos coloridos y manifestaciones, que son la expresión de la rica tradición nacional, que el mundo no deja pasar; nada puede prohibir la celebración del carnaval me dijo una vez Lucía Gallo Camacho, mientras intentaba mojarme con aguas del río Chira.
Para César Coloma Porcari, Presidente del Instituto Latinoamericano de Cultura y Desarrollo, El carnaval es una fiesta tradicional en el Perú, desde hace siglos, y fue importada del viejo mundo, que se celebra con mascaradas, comparsas y otros bailes, en el hemisferio occidental, y su raíz se remonta a la Grecia clásica, y a la Roma antigua; poco después se le incorpora el uso de máscaras, que están asociadas a un sentido religioso.
Hay descripciones de las celebraciones del carnaval en la Lima del siglo XIX, y en el siglo XX, las hay de todo el Perú, como se puede constatar en las publicaciones periódicas regionales y locales, lecturas que nos llevan a afirmar de lo regocijante de esta fiesta, que no distingue estratos sociales, todos jugaban carnaval, los barrios de todo el país se llenaban de algarabía mientras se practicaban estas carnestolendas.
Será difícil matar una tradición como esta, es como intentar terminar con las procesiones, con las fiestas de la tauromaquia, las peleas de gallos, o querer terminar con las ferias dominicales de venta de chucherías y de toda clase de antigüedades, donde los buhoneros se dan cita. En estas ferias de antigüedades se puede conseguir chisguetes de vidrio y de plástico, y aún viejas anilinas que se mezclaban con el aguas, que se quedada estampada en el vestido, sobre todo, si la prenda era blanca.
Añoramos los yunces de todos los barrios, ahora están en algunos espacios específicos, no quedan a la sombra de los carnavales, por eso desde aquí los invito a estar en Catacaos, Tambogrande, Suyo, Querecotillo, Paimas, Sechura, y otros lugares de Piura, donde se mantiene fuertemente la tradición del carnaval; yo estaré celebrando en uno de esos lugares, donde me entere que se ha colocado el mejor yunce.
En los corsos era normal ver desfilar a las 3 o 4 candidatas que habían estado compitiendo en belleza y venta de votos, indudablemente, que en algunos casos ganaba la que más votos vendía, y presidía las fiestas del carnaval, fiesta que durará por los siglos de los siglos, mientras se practique sin alterar el orden social.