ERP. “Polvo eres y polvo te convertirás” (Gen 3:19) Es una cita bíblica que inspira el rito penitencial del miércoles de ceniza. La cita es oportuna para contemplar convertido en polvo el falaz, incierto, carcomido y fugaz progreso urbano de Piura. El polvo se concentra en los cuellos de las camisas de uniformes colegiales. No escapan los apretados lazos de las corbatas. Hasta los mandiles de las salchipaperas.
Por: Miguel Godos Curay
Periodista y docente universitario
Basta coger un pañuelo para limpiar la frente y las cienes para darnos cuenta que tras las lluvias el polvo de obras públicas deficientes nos cubre de sucio con la irresponsable actitud de esperar que “otros hagan lo que no podemos hacer”.
Ayer recorríamos muy temprano la calle Cusco, antigua calle de El Pedregal, con destino a la avenida Grau en pos de los diarios. Las buenas vecinas escoba en mano juntaban la arena y la tierra que al paso de los vehículos flota en el aire. No todos tenemos esta actitud porque según nuestra invisible cultura cívica el aseo es responsabilidad de las autoridades y de los obreros de limpieza pública. Nunca asumimos que es una responsabilidad de todos. Es la misma y perversa costumbre de arrojar basura a las desvencijadas defensas del río. Y basura en cualquier lugar.
El aseo urbano es en realidad una responsabilidad de todos. Piura, produce diariamente 400 toneladas de basura y desperdicios que diariamente se arrojan en los sardineles de las áreas verdes, en las esquinas. Toda la nueva avenida Sánchez Cerro es un basural gigantesco sembrada de desmonte, bolsas llenas de desperdicios que arrojan irresponsables vecinos, propietarios de establecimientos cambia vidrios, mototaxistas que nadie sanciona. La zona industrial, contigua es realmente un relleno sanitario por donde se le mire. En nuestros centros de abastos lo que no se vende se arroja en donde se les ocurre a malos comerciantes.
Las zonas urbanas periféricas, los asentamientos humanos, son patéticos muladares alimentados por la negligencia de malos vecinos. ¿Por qué tanto desafecto por la ciudad que habitamos? Confesamos y nos avergüenza constatar que en la propia universidad pública malos alumnos arrojan la basura en todas partes. En días pasados un jovencito alumno arrojó por la ventana del aula una botella vacía de agua que había consumido. Lo hizo con asombrosa naturalidad. Y cuando le pedí que la recogiera y la trajera de vuelta se quedó pasmado. Me hizo caso con gesto desencajado. Es probable que no lo vuelva hacer o con contumacia persista en su actitud.
En los buses, en cualquier lugar público es sorprendente la falta de civismo de grandes y chicos. Empaques de galletitas, botellas de plástico, cáscaras de frutas todo se arroja irresponsablemente. En mis tiempos escolares en Paita la limpieza del aula era tarea de grupos estudiantiles que competían por dejar el aula limpia. Hoy limpiar el aula es tarea de un tercero irresponsable que medio barre y medio limpia. Apenan aulas nuevas con papeles, pintas sobre los tableros y escritorios. En los jardines se amontonan los descartables abandonados por jovencitos universitarios. No nos extrañe, por eso, que cuando convertidos en profesionales no les importe el aseo. La inmundicia es parte de su deformación humana.
Diariamente observe como se arrojan botellas de plástico desde los buses. Piura está sucio. Nos hemos familiarizado con el desaseo. Personalmente quedamos pasmados cuando en un restaurant de cartel, pero probablemente sin provisión de agua potable, limpiaban los platos con papel higiénico y retornaban nuevamente a las mesas. De plano me negué a probar bocado. La misma desagradable sensación provoca el expendio de chicha y clarito en baldes inmundos de pintura. Desayunos en botellas recicladas con atisbos de desaseo.
Igual sucede con las ensaladas de fruta, agua de coco y rodajas de piña recortadas en aceras asquerosas del mercado. Otro mal de nunca acabar son las letrinas, las carteleras estridentes que anuncian bailes en los muros de la ciudad. Un atropello al ornato que crece todos los días ¿Por qué Fiscalización de los Municipios y la propia SUNAT no sancionan por su atropello al ornato a los promotores de estos prósperos y sucios negocios? En estos festejos populares, se expende alcohol sin límites. Tampoco se oculta el expendio de drogas. La evasión fiscal salta a los ojos. ¿Por qué el desorden se opone al orden y a la tranquilidad? ¿Por qué ensuciar muros limpios? Como sostienen monjas amigas. No hay autoridad.
Piura mismo, sus callejones, las defensas en el río están llenas de pintas brutalmente grotescas perpetradas por grafiteros que desconocen el propósito esencial de esta arte. No se trata de escribir estupideces incomprensibles. No es así. El genuino graffiti es inteligente, provocador e inimitable. El muro de un cementerio de Bogotá decía: “¡Vayan a trabajar ociosos!”. La frase resultó tan atractiva que todo el mundo se acordó de los difuntos. Se podaron los jardines descuidados y se embelleció el espacio. En Piura sucede todo lo contrario.
En dialogo con Luscor el dibujante autor de Piajeno sobre este desmán urbano. Nos respondió reflexivamente: “Es mejor dejarlos que ensucien en lugar de que se dediquen a asaltar a los vecinos”. Definitivamente Piura vive una etapa crítica de anomia perniciosa. Hemos confundido roles y planos, naufragamos sin rumbo porque no tenemos conductores con agallas. Basta con concurrir a cualquier convocatoria en apariencia ciudadana en donde todos piden soluciones inmediatas y portentosas a los alcaldes, gobierno regional, gobierno central. Apena oír los lacónicos discursos de autoridades sumergidas en la ignorancia, en la incapacidad absoluta. El examen de la emergencia a todas nuestras autoridades resultó desaprobatorio en todos los extremos.
Las movilizaciones son también expresión de una incoherencia cívica visible. Nadie propone siquiera un día sin transportes para todos dedicarnos con garra a limpiar nuestra ciudad. Somos un fiasco como el de los campesinos y comuneros posesionarios de predios entre Piura y Paita que no han plantado un solo algarrobo. Ni siquiera instalaron temporales para aprovechar las lluvias y hoy firman gordos memoriales para pedir bonos al gobierno. Vivarachos abundan en tiempos de lluvias como las cucarachas y los grillos cometrapos.
El aseo tiene como premisa esencial, según el DRAE, la limpieza. El adorno, la compostura, el esmero, el cuidado. La apostura, la gentileza, y la buena disposición para hacer algo bueno. Mejor dicho, el aseo es una virtud puntual y conveniente de un buen ciudadano. La limpieza se asocia a las buenas acciones. La mala acción toma distancia con el delito que es la acción reprobable y el quebrantamiento de la ley. Se vincula con las omisiones voluntarias e imprudentes.
La suciedad no es otra cosa que la inmundicia y la porquería. La inmundicia se asocia en sentido analógico con la impureza y la deshonestidad dice en segunda acepción el DRAE. De modo que el aseo es una actitud humana libre y voluntaria. Una práctica cívica aprendida en el hogar y acrecentada en la escuela que hace mejores a los ciudadanos. El civismo se acrecienta con la práctica de valores humanos por encima de la apatía política. Y su carencia expresa incapacidad y falta de voluntad para enfrentar los urgentes problemas cotidianos.
La identidad cívica advierte Hannat Arendt es el soporte de las virtudes ciudadanas. Reconocernos como poseedores de un estatus ciudadano legal y cómo gestores de una práctica activa de ciudadanía. Como esfuerzo y actividad moralmente deseable. Todo ello se fortalece con la práctica de valores democráticos, solidarios y participativos en la escuela. Indudablemente que poco o nada se puede esperar ahí en donde no existe una sensible preocupación por la educación cívica que forma ciudadanos y los prepara para la vida pública. No nos extrañe por ello: los que ensucian se emparejen con las variadas formas de deshonestidad y delito.
¿Es posible que tengamos un día sin transportes para limpiar la ciudad? En cada barrio, en cada cuadra, en cada escuela, en cada urbanización. Sólo un día en el que demostremos con acciones que tenemos identidad cívica y respeto por nosotros mismos. ¿Es posible que los municipios y todos –gobernantes y gobernados- nos movilicemos para demostrar que “no somos buenos para nada” y sabemos hacer siempre buenas cosas. Confiamos, esta movilización general es posible. Cada uno asea su territorio, su espacio, su escuela, su jardín, su mercado, su plaza. El deporte inferior de los que no hacen nada es la contemplación del moho en los pliegues del ombligo. Hacer y hacer el bien es siempre mejor que no hacer nada.