ERP. La premura con la que se abren y se cierran zanjas en la inundada urbanización Miraflores deja en el aire serios interrogantes. ¿Las nuevas alcantarillas funcionarán realmente? ¿Se ha previsto un sistema paralelo de evacuación de aguas pluviales que son las que finalmente provocan el colapso de las redes? ¿Soportan las redes de alcantarillado las descargas de los centros comerciales y los nuevos edificios residenciales? ¿Continuarán los vertimientos altamente contaminados del Hospital Cayetano Heredia al río Piura?.
Asimismo, ¿Continuarán los viveros favorecidos por el municipio utilizando agua potable para el negocio jardinero? Las mangueras riegan todo el día. ¿Funcionan los medidores? ¿Se acabará por fin el hedor de alcantarilla que hace 9 meses agravia a los miraflorinos? ¿Se acabarán por fin los aniegos de aguas negras y los desvíos por todas partes?
Lo propio sucede en el río Piura. Los teodolitos de adorno. Los motoristas estacionan las máquinas para la finta y el resto un acomodo de arena imperfecto. Un niño cuando juega con arena a ingeniero acaba su obra con detalles. Cuando se improvisa se ve ese paisaje contrahecho de arena acumulada en diversos frentes. Movimientos de hormiga. Van y vienen. Las obreras trabajan las otras se detienen. Desorden a la luz del día. De las aguas emergen lo que quedó de los puentes y los vestigios prehispánicos del Tajamar de Tacalá que no pudo demoler Energoprojekt. El Piura, río veleidoso, examen final de la ingeniería civil permanece indiferente a los rascados de arena. Y en la orillas la construcción de otro puente diminuto, según los expertos, para descongestionar el tráfico de vehículos.
El puente San Miguel que de puente viejo sólo tiene el nombre cumple función decorativa. Solo reemplaza en funcionalidad al añejo puente de palos por donde trajinaban piuranos y tacaleños en la foto de Arturo Davies. No tiene sentido la inversión realizada. Empleado para el paso de vehículos livianos tendría una utilidad práctica legítima. Los puentes (Del lat. pons, pontis) se construyen en las ciudades para servir a las necesidades de los vecinos, no son decoración urbana.
Un puente es: “Construcción de piedra, ladrillo, madera, hierro, hormigón, etc., que se construye y forma sobre los ríos, fosos y otros sitios, para poder pasarlos”. Sólo en Piura los puentes son para mirarlos. Sólo en Piura los accesos a los puentes tienen una serie de barreras para los peatones y el transporte liviano. Una ambulancia con una gestante en pleno parto que requiere atención urgente no podría pasar por el puente San Miguel. Lo peor de lo peor: Los accesos laterales están bloqueados.
El diseño de un puente varía dependiendo de su función y del lugar donde se encuentre. Los puentes son símbolos de la capacidad tecnológica de sus ingenieros. El Golden Gate (Puerta Dorada) de California, puente colgante de 7.9 kilómetros de largo que une la península de San Francisco al norte con el extremo sur es un portento de la ingeniería. El ingeniero jefe del proyecto fue Joseph Strauss. Strauss supervisó al detalle la construcción.
La obra enorgullece al constructor y a su equipo humano. Dicen las crónicas que amanecía y anochecía contemplando los avances. Animando a los obreros tras los percances. Cuidando el mínimo detalle. Su pasión fue tal que participó en el trenzado de los cables de acero de los soportes. Lo único que no pudo hacer fue oponer su constructiva pasión a la afiebrada pasión suicida de más de mil 600 furtivos transeúntes que se arrojaron desde el puente. El delirio de la muerte acabó por convertirse en el espectáculo gratuito de miles de turistas.
Ni en la opulenta Babilonia de los jardines colgantes los puentes estaban de adorno. Un puente decorativo subutilizado es como la arquitectura de maquetas. Son extraordinariamente bellas pero no cumplen una utilidad práctica y funcional. La realidad es distinta. Los aprendices holgazanes de arquitectura requieren hoy a maqueteros expertos para sus proyectos. No los hacen se los hacen. El crecimiento de las facultades de arquitectura y el boom inmobiliario ha convertido en Piura, en próspero negocio, el ploteo, el diseño y la copia y re-copia de proyectos escasos de originalidad más de lo mismo. El examen final de un sismo acabaría con estas versiones ordinarias de la torre de Babel por los suelos.
Así andamos atrasados como el parpadeo de los semáforos. Con ninguna pista transitable, con las aceras agrietadas por la falta de cemento, con los árboles arrancados de cuajo. Con la facilona hipótesis de quienes sostienen que la avenida Sánchez Cerro sin árboles encaja con la mesa pelada de la avenida Vice. Mucho cemento ni un árbol que aplaste la monotonía insoportable del paisaje urbano. Mientras tanto prosigue la siembra de bloquetas de menor grosor en la Sánchez Cerro. La obra cuesta 77 millones 932 mil 914 soles. La descolmatación del río Piura cuesta 320 millones. El equivalente aproximado a cuatro remodelaciones de la avenida Sánchez Cerro. Como en el juego del chulo-chulo ferial …el diablo maldito se lo lleva todito.
Avanza la Sánchez Cerro. Según los mortificados vecinos sin aún espacio visible para áreas verdes. Junto al trajín de la constructora la basura acumulada por todas partes. Con los accesos inaccesibles. Con el principal centro de abastos convertido en el laberinto de una enorme ratonera. Pronto-dicen- se iniciará la construcción de la nueva piscina olímpica de Piura. El bypass en la desarbolada avenida. Pero ahí estamos respirando polvo en el carrusel de los desvíos con el cuento de la reconstrucción y el progreso urbano. Ay Miraflores…. Miraflores sin flores que mirar.