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Sáb, Abr

Si no lo haces en dos, menos lo harás en cuatro

Nelson Peñaherrera
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ERP. ¿Cuál es la mayor ventaja competitiva del sector privado respecto del sector público en el Perú, y por la que el comunismo en el gobierno ve al sector privado como el cuco? Simple. Los plazos en que se toma cualquier tipo de decisión. Mientras en el sector privado se hacen casi al minuto y basado en indicadores objetivos generados en tiempo real, en el sector público se puede demorar toda una vida y casi al tanteo… o el tonteo.

Por Nelson Peñaherrera Castillo

Por eso es que el sector privado suele ser más eficaz y eficiente en todos sus procesos: cada cosa cuenta y cuesta. El desperdicio no es admitido; entonces, no hay mucho lugar a la divagación porque compites con millones a nivel mundial que están detrás del mismo objetivo que tú. Te duermes; te madrugan. Así de simple.

El sector público estira demasiado los tiempos, de tal manera que si el Huascarán se derrumba a las tres y cuarto, su reacción ocurre a las tres y media… dos años después. Para entonces, el alud ya sepultó poblaciones, tierras y quién sabe qué otras cosas hallando a su paso. Hasta nuevas palmeras se dan el lujo de crecer sin que nadie pueda evitarlo.

Por lo menos a mí eso me desespera del sector público. Las otras desventajas competitivas que tiene es que no existe la meritocracia, salvo contaditas excepciones, lo que implica mediocridad en cantidades dignas de exportación; además que para tomar una decisión de sí o no es extremadamente estamental, y mientras se ubica a cada funcionario en la cadena de mando y se logra alinearlo al anterior, el paciente ya se nos murió. Entonces, para asuntos de vida o muerte, el sector público es un obstáculo en su conjunto.

Por eso, suena a insulto cuando hay congresistas que proponen aumentar el periodo de gobierno de cualquier autoridad bajo el argumento de que “el tiempo no alcanza”. Mentira. El tiempo sí alcanza; lo que pasa es que la autoridad no sabe ni amarrarse los zapatos, y el equipo que la acompaña no sabe ni limpiarse el… codo si acaso se mancha al comer.

Se supone que cuando se elige o se designa a cualquier funcionario o funcionaria en cualquier puesto, estamos hablando de una persona que es experta en la materia. Ya, si no es experta, al menos alguien a quien no le cuentan la de los cuernos de la Luna y se la cree. Entonces, estamos hablando de una persona que es hábil para conseguir cosas y resolver problemas incluso antes que surjan.

Y aquí viene la primera razón que derrumba la falacia del “falta tiempo”. Cuando tu trabajo tiene la proactividad por consigna, lo primero que tienes en mente es que debes ser preciso y rápido; y preciso antes que rápido. De ese modo, puedes resolver la mayor cantidad de situaciones en el menor tiempo posible.

Cuando al final del día tenemos como resultado tu alta productividad, más bien tienes más tiempo libre para dedicarlo a otras cosas útiles: arreglar algo en casa, ponerte en forma, estudiar una segunda carrera, en fin. Se llama organizar tiempos y actividades.

Por lo tanto, si a un alcalde le quedan cortos los cuatro años, pero apenas hizo dos obras, el problema no es el tiempo… el problema es el alcalde. Igual si es un gobernador regional. Si te dan 10 millones, pero solo ejecutas 200 mil, el problema no es la plata sino el gobernador regional.

Lo mismo con los y las congresistas: si se dedican a viajar, presidir ceremonias, pero tienen una baja producción legislativa, y nos vienen con el cuento de que cinco años no son suficientes, o que el sueldo no les alcanza, nuevamente, no es ni el tiempo ni la plata los problemas… es el o la congresista. Lo mismo si es un ministro o ministra; lo mismo si es el Presidente de la República.

En los tiempos actuales en que todo corre más rápido, los tiempos de gestión, más bien, deberían acotarse. Dicho esto, lo que un alcalde o gobernador regional no hizo en dos años, menos va a hacerlo en cuatro o en cinco o en seis. Si un o una congresista no hizo su chamba completa en 30 meses, menos va a hacerla en 60. Lo mismo el Presidente de la República. Miren, si no, a ciertos ministros: el país se cae a pedazos y ellos siguen en modo aprendizaje.

Así que esos proyectos de ley para alargar el tiempo de gestión de las autoridades, la verdad, no tienen mucho sentido a menos que haya un sustento técnico más allá del idílico “falta tiempo”. A lo mejor lo que sobra es un cabildeo atroz de alcaldes, gobernadores, y quién sabe, hasta el propio Presidente de la República para perpetuarse en el poder. Si no logran alargar sus periodos; a lo mejor son capaces de traerse abajo la conquista ciudadana de la no reelección inmediata. Y ese es un logro en el que no debemos ceder ni un nanómetro… menos si hablamos de políticos. Así que sector público, mueve agilito esas piernas que necesitamos esas cosas para ayer.

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Diario El Regional de Piura
 

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