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Vie, Nov

Y después de la pandemia, la hambruna

Nelson Peñaherrera
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ERP. Lo están avisando por todas partes y parece que aún no hemos tomado conciencia de lo que podría significar: según Naciones Unidas, unas 276 millones de personas en todo el planeta, como ocho veces la población peruana estimada actual, podrían comenzar a experimentar hambre. O podrían ya estarlo experimentando. ¿Cuál será nuestra respuesta? Por ahora, parece que la indiferencia, y eso no es precisamente una respuesta acertada.

Por Nelson Peñaherrera Castillo

No es un sello apocalíptico, digo por si alguien quiera utilizar esta noticia para meterle pánico y culpa a la gente (léase, ciertos pastores religiosos cuyos diezmos se han visto… diezmados). De hecho ya pasó antes en la Historia de la Humanidad; solo que con todos nuestros adelantos actuales, parece que no hemos creado una herramienta que lo evite.

La Covid-19 hizo su parte deprimiendo la economía mundial, y Rusia se encargó de conjurar el descalabro global al emprender su estúpida invasión a Ucrania. Si hacemos caso por cinco segundos al argumento de Vladimir Putin de que Kiev era una dictadura de ultraderecha, pudo hacer su pataleta en naciones Unidas y tenía toda la atención del mundo.

Rusia es miembro pleno del Consejo de Seguridad del organismo internacional y tiene derecho a veto. Como que lo usó cuando se pasó una resolución en esa instancia condenando la incursión. Pero, regresemos al asunto del hambre global.

La era post-Covid, que se suponía debía recuperarnos económicamente, en realidad nos trajo tres crisis: fertilizantes, combustibles y cadena de suministros. No importa cuál vaya primero, al medio o al final. Imagina que son las tres aristas de un polígono que siempre está dando vueltas sin que nadie pueda pararlo. Sí, el triángulo en movimiento puede describir un círculo… vicioso, encima.

Rusia está muy involucrada en las tres crisis. Para comenzar es uno de los mayores exportadores de fertilizantes a nivel mundial, en especial los de la familia NPK (nitrógeno-fósforo-potasio), imprescindibles para que la tierra pueda dar fortaleza y forma a todo lo que se plante y dé fruto. En conjunto, es el cuarto vendedor de esos insumos.

El problema es que luego de ser embargada globalmente y sus bancos fueran bloqueados de intercambiar dinero con el planeta, ni Rusia puede vender, ni el resto del mundo le puede comprar, salvo que deje a Ucrania en paz y la medida podría ser reconsiderada.

En Sudamérica, según América Economía, el único que se puso las pilas fue Brasil. Apenas se supo de la invasión, y antes de que se hablara del embargo, le compró fertilizantes en cantidad. Es chistoso porque el presidente brasileño, Jair Bolsonaro, sí es de la ultraderecha bruta, pero mírenlo ahí comprándole al de la ultraizquierda burguesa.

De este lado del Pacífico, nos dormimos. Colombia, ecuador y Perú no reaccionaron a tiempo y ahora estamos con una especie de cuenta regresiva que podría acabar cuando comience la campaña grande y no haya nada que echarle a la tierra porque no hay de dónde echarle.

Si no hay producción, no hay mercancías; si no hay mercancías, habrá escasez; si faltan los alimentos, conseguirlos será caro. Adivinen quiénes se quedarán sin comer: exacto, los más pobres, que en Perú son casi un tercio de la población.

La misma invasión a Ucrania hizo que Rusia le cerrara el caño a Europa, principalmente gas. Y Europa usa el gas para generar energía eléctrica. Si Rusia no vende, ¿dónde se consigue? Estados Unidos ofreció un suministro pero es tan insuficiente que por estos días anda estudiando si le levanta el embargo comercial a otro productor famoso en la región: Venezuela. Ahora falta que Nicolás Maduro, quien anda en cura de silencio internacional hace meses, se haga el gracioso y condicione la venta. No me extrañaría.

El asunto es que, al igual que los fertilizantes, si escasea, el precio aumenta, y eso jala la tercera arista: al costar más caro meterle gasolina o petróleo Diesel a cualquier vehículo de carga, sus costos de operación aumentan por simple compensación. Ningún transportista va a trabajar a pérdida por más sensibilidad social que tenga.

Si las patronales no quieren pagar el precio justo (porque sospecho que tampoco anden boyantes de plata), entonces no es negocio mover un camión. Si el camión no se mueve, el transporte de cualquier cosa que se te venga a lamente es imposible.

A final de cuentas, todo termina estando interconectado.

La solución es que Rusia se deje de tonterías y desocupe Ucrania; pero hasta que eso pase, será más probable ver a Vladimir Cerrón de ‘shopping’ en la neoyorquina Quinta Avenida (como que plata tiene), así que las medidas de emergencia tienen que apuntar a que la cadena productiva nacional se afecte lo menos posible, y que más que discursos ideológicos que ahora ayudan lo mismo que decirle a un tabacómano por qué no debe fumar el primer cigarro, también planteen la diversificación de la matriz económica y el cambio de la matriz energética, especialmente para el transporte de suministros.

Perú puede ser una potencia en generación de energías verdes, y ahora ya es posible mover un carro a pura electricidad. ¿Por qué no le apostamos a ello? Si Rusia entiende que el mundo no depende de ella, les apuesto que solita tendrá que amarrarse su rabo a las patas y se replegará a su territorio. Lo mismo con los fertilizantes.

A ver qué soluciones aparecen en el corto plazo. Los especialistas dicen que en tres meses podríamos estar en serios problemas. Ojalá que no, pero va a depender de una respuesta integral, sostenible y exenta del discursito político fácil. La gente quiere acción racional, no ideas épicas.

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Diario El Regional de Piura
 

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