ERP. La provincia de Piura es la única de las ocho jurisdicciones de nuestro departamento (el de Piura, obvio) que desde el lunes 29 de marzo pasa a nivel de riesgo sanitario extremo, el de mayor peligro entre cuatro dispuestos por el gobierno de Perú para manejar los impactos de la pandemia por la Covid-19, mientras que las otras siete siguen, como hace meses, en nivel de riesgo sanitario alto., el relativamente peligroso de los cuatro.
Por: Nelson Peñaherrera Castillo
Por duro que nos parezca reconocerlo, este escenario ya estaba cantado. Según la estadística oficial de la Dirección Regional de Salud, durante el último mes y medio a la fecha en que esta columna se publica, los casos nuevos se duplicaron tomando mil como base. El detalle es que este dato es departamental; entonces, ¿por qué no se está casi cerrando las otras siete provincias?
La respuesta está dentro de la misma estadística, y es un patrón que se ha sostenido por meses. Por cada dos casos positivos de Covid-19 en todo el departamento de Piura, uno es de la provincia de Piura. Y obviamente, el área metropolitana de Piura (el conurbano compuesto por las ciudades de 26 de Octubre, Piura, Castilla, el pueblo de La Legua, y según los estadísticos, también la ciudad de Catacaos) tiene la mayor carga de casos.
La otra razón es que la administración Sagasti decidió que el manejo de la pandemia no tenía que hacerse ni como bloque nacional ni como bloques departamentales, como pasó durante la era Vizcarra, sino algo mucho más subnacional. Lo ideal sería hacerlo por distritos, pero muchos de ellos por lo mismo que están conurbados (agrupados en ciudades como Lima, Arequipa, Trujillo, Chiclayo o hasta Sullana), quizás no tendría mucho sentido considerando que el Covid ama las multitudes.
Entonces, el resto no suspire de alivio: la provincia de Sullana está en segundo lugar departamental de infectados, que es consistente también con su peso demográfico real, así que nos hemos salvado por un pelito. Y hasta el 11 de abril nada está dicho. Sigamos.
El punto es que, como incluso se los vine comentando en esta columna, de pronto los casos positivos en el área metropolitana de Piura comenzaron a incrementarse al extremo que los más graves dejaron de admitirse en los hospitales de referencia de la urbe, especializados en la pandemia, por la saturación de camas: Cayetano Heredia en Castilla, y Santa Rosa y La Videnita en 26 de Octubre. Ya desde la segunda semana de marzo, no habían ni vacantes de cuidados intensivos ni de hospitalización. ¿Es esto ya la tercera ola de la que se comenzó a hablar a niveles gubernamentales? Oficialmente, no. Sin embargo, tal tercer pico ya existe a nivel mundial.
Según me comentaron amigos en Japón, desde mediados de diciembre de 2020, las autoridades de esos lados ya estaban reportando un incremento súbito de casos, que es consistente con la aparición de las variantes, y coincidente con la aplicación de las primeras vacunas a la población. Claro que para entonces, la proporción mundial de inmunizados ni siquiera llegaba a la décima parte de quienes ya estaban oficialmente contagiados.
Para enero de 2021, tal ola ya había pasado a China e Indochina (ejemplo, Tailandia). Conforme las fronteras fueron abriéndose con la finalidad de reactivar la economía, el siguiente lugar donde la ‘marejada’ de contagios se elevó fue Europa, y luego Norteamérica, que estaba viviendo un proceso político aparte (cambiaban de dictador a presidente). Entonces, le tocó a América Latina.
Hasta aquí, lo primero que podemos concluir es que las tres primeras (sí, probablemente habrán más) olas de la pandemia se han movido en la misma dirección en que la Tierra rota y siempre comenzando en el Lejano Oriente (la primera vez fue en China). ¿Tiene algo de relevante este dato? Yo creo que sí, pero tocará a quienes investiguen sin apasionamientos este evento global determinar por qué.
Y ahora que lo recuerdo, la AH1N1, mal llamada gripe porcina, también comenzó en China e hizo el mismo exacto recorrido global que la Covid-19; solo que aquella mutación no causó tantos estragos como la actual.
Si bien las dos variantes más recientes de Covid-19 identificadas nacieron en Reino Unido y Sudáfrica, lo que ya nos pone el asunto cual mesa de billar por la distancia geográfica, la verdad es que si uno rastrea las noticias certificadas, hallará este patrón. Y en ese sentido, la brasileña apareció algo después que esas dos anteriores. Ahora se habla de una India, y honestamente tampoco debería sorprendernos: por alguna razón la primera y la segunda olas terminaron de crear estragos en el país del Taj Mahal como si fuese un ¿último destino’, el ‘paradero final’.
Quizás no vimos venir la primera ola porque ni siquiera sabíamos si iba a venir; la segunda ya daba signos de manifestarse y aún estamos sintiendo sus consecuencias. Pero, ¿y cuándo llega la tercera?
En este punto es difícil pronosticarlo sin mayores herramientas que los datos duros (cierto matemático limeño falló al decir que no habría segunda ola cuando el gobierno dijo que aparecería en Piura, como llegó a suceder), puesto que el escenario ha cambiado completamente con la existencia de las vacunas, que deberían impactar lo más posible no tanto en la reducción de casos positivos sino en la gravedad de los mismos, haciendo que de complicado pase a leve.
Sí. Ninguna vacuna, ni las que conocemos de nuestra niñez, nos garantizan cien por ciento de inmunidad, pero sí nos prometen elevarla lo suficiente si es que también tenemos estilos de vida saludables, que, como dicen los especialistas en la materia, más que presupuesto, dependen de una actitud positiva ante la vida; por ejemplo, si esos diez soles que inviertes en cervezas lo metes a fruta, huevos y espinacas, créeme que tu historia cambiará.
Regresando al punto, el escenario con las vacunas es que si antes de ellas, los contagios podían ser letales, a partir de ellas, esa letalidad se reduzca conforme se sigan observando las medidas clásicas de bioseguridad (mascarilla, lavado de manos y distanciamiento social), lo que sumado a una mayor inmunidad (no una total inmunidad aún), cuando venga la tercera nos halle más fuertes, y mucho más fuertes en la cuarta, y más aún en las siguientes. Recordemos que el virus del Sarcov-2 reinfecta y puede hacerlo en una versión corregida y aumentada, como suelen hacerlo todos los virus, entonces sumemos ese otro punto.
Dicho todo esto, no podemos evitar que llegue una tercera ola, o que ya nos esté mojando los pies como creen algunas personas en primera línea; pero sí podemos minimizar sus impactos. Si la casi-cuarentena de la provincia de Piura nos sigue pareciendo un evento realmente lejano, la verdad no hemos aprendido nada, o no queremos aprender nada, que es peor.
Claro que, como dicen algunos disconformes simpatizantes de la derecha radical (algunos, porque con los que trabajo sí le tienen miedo al virus), el problema es que si la gente sigue encerrada, se muere de hambre antes que de Covid. Probablemente. Pero si esa gente tiene que salir a ganarse la vida, ojo, a ganarse la vida, no a hacer vida social, si toma todas las precauciones, nada va a pasarle. Así de simple. Pero si en nuestra humana soberbia seguimos desafiando a la molécula ésta, la molécula ésta nos va a recordar que la especie humana no es la dominante en este planeta.
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