ERP. Fechas claves sobre la pandemia en el Perú que no deberíamos olvidar solo para asumir perspectiva: el 6 de marzo de 2020 se detectó el primer caso de Covid-19 en territorio nacional, el 9 fue comunicado por el entonces presidente Martín Vizcarra, y el 15 –como nos tomamos el anuncio como quien nos venden tofis—comenzó la primera cuarentena estricta, que se fue relajando recién cuatro meses después y de forma muy gradual.
Por Nelson Peñaherrera Castillo
Según las cifras actuales, se ha tomado alrededor de 8,2 millones de muestras, equivalente a la cuarta parte de la población nacional; los infectados en todo el país suman más de 1,4 millones, como si 7 por cada 10 personas viviendo en el departamento de Piura tuviesen la infección en algún grado. Los fallecidos confirmados suman más de 48 mil, como si poco menos de la mitad de la población en el área metropolitana de Sullana hubiese muerto.
Sin embargo, la suma de recuperados pasa los 1,3 millones de personas, y los casos activos que durante febrero escalaron en todo el país a 55 mil en promedio están, hasta lo que va de marzo, en 45 mil promedio; pero aún muy por encima de cómo iniciamos el año: 25 mil promedio. Como siempre, todo está basado en estadística pública del Ministerio de Salud.
A nivel del departamento de Piura, la suma de infectados hace rato superó los 50 mil (más de 51 mil según la última actualización oficial de la Dirección Regional de Salud), lo que significa que por cada 40 personas quienes vivimos en este territorio, una está infectada; o para ponerlo en la figura de una manzana en tu barrio, hay una persona infectada cada ocho núcleos familiares… algo así como tres por cuadra.
Y las cifras dejan de ser anónimas cuando de pronto se trata de historias con nombres y apellidos que nos son familiares, que a veces terminan de modo trágico como Jahel Yovera Cobeñas, colega, durante varios años compañero de casa editorial, quien perdió su batalla tras mes y medio de lucha. Uno de sus actuales compañeros de cobertura, Carlos Chávez Girón, me asegura que ya había superado la enfermedad, pero su organismo estaba tan débil que fue atacado por bacterias intrahospitalarias, o ésa parece ser la versión médica.
Jahel yacía en el hospital de campaña montado en el estadio Campeones del 36, aquí en la ciudad de Sullana. El escenario de combates para demostrar quiénes tienen superioridad física y táctica, ahora parece ser una suerte de campo de derrotas donde no se pelea por un trofeo sino por la vida misma. “El error fue internarlo ahí”, me dijo Carlos esta semana.
Quien comienza a creer lo mismo es Manuel Merino Guevara. Tras la muerte de su madre cuando comenzaba a ser adolescente, su crianza quedó a cargo de dos tías. Ambas se infectaron con el ya-no-tan-nuevo coronavirus. Una lo superó; la otra, no. Falleció esta misma semana que pasó, al día siguiente que Jahel.
Manuel tuvo que cortar todo lo que estaba haciendo para turnarse junto con sus hermanas en la fachada del estadio y estar ahí si acaso sus tías, o la que aún quedaba internada, necesitaran algo, como que así aconteció. De hecho, pasó la noche allí mismo metido en su carro. Sentía esperanzas puesto que el parte médico informal que recibía hablaba de estabilidad; pero una mañana, de un momento a otro, su tía había fallecido.
Buscó explicaciones. La única que le dieron fue que durante una madrugada tuvo un fallo renal según el aviso que le dio alguien que identifica como la médico Roghina del Pilar Pilares León, y, bueno, pues… no lo resistió, y lo lamentamos mucho. ¿Solo eso? Bueno, si quiere más explicaciones, envíe su cartita y le respondemos por escrito, le habría sugerido un especialista que él identifica como Pasapera.
Sin dejar de lado la tristeza, más que sentirse enfadado (lo que sucedió en un inicio), Manuel está intranquilo por varias cosas que pasaron durante la convalecencia de su tía. Primero, le pidieron medicina. Nada de raro. Un o una paciente con la Covid-19 en estado moderado o grave sí requiere un tipo de medicación especial para evitar que el organismo se deteriore.
Obviamente, Manuel y sus hermanas jugaron en pared para volar a la primera farmacia que estuviese abierta, comprar el insumo y llevarlo tan pronto fuese posible con tal de salvar una vida. Según me contó, y basado en el testimonio de una sobreviviente, la medicina o no era administrada a tiempo o simplemente no era administrada.
En el caso de Jahel, Carlos Chávez me contó que había pasado exactamente lo mismo: entregaron la medicina y ésta no habría sido aplicada. Me dijo que tuvieron que hacer uso de su medio de comunicación, “y, oh sorpresa, la medicina apareció, pero no solo la de Jahel sino la de todo ese día”.
A Manuel le pidieron ropa de cama para sus tías. Si no has estado en Sullana, o menos en Piura esta semana, deberías saber que hemos tenido lluvias fuertes, y cuando llueve, corre algo de frío por un proceso físico que no cabe explicar aquí. Llueve con frío y punto. La tía que logró sobrevivir le aseguró que la ropa de cama nunca le llegó. ¿Dónde está? Buena pregunta. Dicho sea de paso, el agua de la lluvia parece haber pasado a los ambientes donde reposan y luchan los y las pacientes.
Un dato que también me subrayó, porque le llamó poderosamente la atención, es que quienes atienden el hospital de campaña lucen muy jóvenes. Personalmente, el dato me pareció irrelevante puesto que se supone que los ‘benjamines’ vienen más frescos (y con menos teorías de conspiración en la cabeza) para tratar estos casos. Lo que yo veo como ventaja, él no: realmente tienen el entrenamiento profesional suficiente para tratar correctamente esta enfermedad de la que hemos ido aprendiendo algo nuevo cada día y sobre la marcha?
En lo que vamos hasta aquí de esta historia, hay un montón de datos que la Dirección Subrregional de Salud Luciano Castillo Colonna, que administra el nosocomio, debería aclarar, en primera, porque tiene el derecho de réplica como siempre se concede a las partes en este medio, y en segunda porque hay un compromiso frente a la comunidad.
Probablemente el gremio médico me indicará que, como lo he identificado en otros artículos, muchas de estas declaraciones pueden darse en el contexto de un proceso de duelo, cuando muchas personas sublimamos el dolor de una pérdida con una sed de justicia capaz de encarcelar a medio mundo. El tema aquí es que en esencia dos historias con personas diferentes tienen similitudes. Esto en ciencia, se llama patrón o tendencia.
Manuel me aseguró que hay más testimonios como el suyo, y del lado de Jahel, Carlos me indicó que esto ya lo saben las autoridades sanitarias porque incluso lo han declarado a los medios locales. Como digo, la otra parte de la historia siempre será bienvenida y de hecho que tendrá todo el espacio necesario para explicarse y publicarse.
Por cierto, otro aspecto que me parece perturbador, ya, si no es posible ofrecer calidad de atención, es la posible ausencia de calidez en el trato, que tiene que ver más con la empatía especialmente cuando se trata de una enfermedad con protocolos sanitarios muy estrictos. Y esto no es invento mío sino que está en las normas técnicas del Ministerio de Salud, la entidad rectora a nivel nacional para el combate de la epidemia.
¿Qué hemos aprendido un año después? O mejor aún, ¿hemos aprendido algo un año después? En primera línea, personal con el que conversé está notando que nuevamente los casos de pacientes positivos, la mayor parte sin síntomas, está creciendo, cuando en febrero la cosa parecía ir a la baja, lo que también ablandó el nivel de riesgo sanitario en todo el departamento de Piura.
Hasta la última actualización de la Dirección Regional de Salud de Piura, los casos activos de Covid-19 en todo el territorio departamental estaban comenzando a elevarse muy levemente tras semanas de describir una meseta. Y justo cuando el Gobierno Regional recibió una certificación por la apertura segura de las playas al turismo, que tras la horda de visitantes han quedado sucias (para eso, mejor que sigan cerradas).
Bajar la guardia no es una opción, enfermarse y agravarse, menos. ¿Y caer en un hospital Covid? No sé. En base a estos dos testimonios, a mí me daría miedo; de hecho que no me dejaría morir, pero tampoco voy a exponerme para que me pase lo peor y quizás no regrese para contarlo… o escribirlo.
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