ERP. Congresistas peruanos y peruanas están repitiendo una vez sí y otra también que el Poder Ejecutivo ha sido el causante de la crisis política; pero si revisamos el asunto sin apasionamientos, veremos que no es así: quien llamó a los militares (según confesión de parte) fue el presidente de la Mesa Directiva, quien lo puso en una supuesta lista de fusilados (como en la época de Sendero Luminoso) fue un sujeto de Unión por el Perú. ¿Seguimos?
Por: Nelson Peñaherrera Castillo
Los audios con los chismorreos de una asistenta administrativa con cuanta gente pudo grabar fueron pasados ante el hemiciclo por un parlamentario de Acción Popular y otro de Unión por el Perú, quienes se saltaron procedimientos y publicaron material sin hacer el filtro respectivo en comisiones, que en condiciones normales se hubiese sometido a un protocolo de autenticación, no solo de verificación.
Quienes quisieron censurar al presidente de la Mesa Directiva fueron los de Frente Amplio, quienes plantearon y desaprobaron la censura contra la ministra de Economía y Finanzas, así como la vacancia al presidente Martín Vizcarra fue todo el pleno; y como cereza al pastel, la alusión homofóbica (con una disculpa que fue peor que la ofensa) vino de Podemos Perú, luego de Alianza para el Progreso. Ah, y la invocación a Shakira llegó desde Unión por el Perú.
Toda explicación se reduce a una suma de egolatrías pueriles encerradas en el mismo lote frente a la Plaza Bolívar, Cercado de Lima, que chocan entre sí cual inestables partículas subatómicas desplazándose en alcantarilla de media pulgada, y que al impactar crean tal reacción en cadena peor que el mismo Armagedón.
Alrededor la ciudadanía, que está enfocada en cómo se salva, libra o sana del coronavirus, no está viendo en el Legislativo una institución que ayude. Bueno, aunque siendo honesto, hay una extensa cofradía que lo está viendo como cajero automático cuando ésa no es su función. El tema es qué inventará el Congreso cuando ya no tenga a quién asaltar, perdón, despojar de su plata. Digo… bueno, robar a mano armada.
La otra porción de gente, que mira la realidad con la cabeza más fría, cree que esta legislatura está peor que la disuelta el 30 de setiembre de 2019, y eventualmente se ha planteado salir a las calles y poner en vereda a estos y estas 130 osos y osas polares en playa caribeña, de no ser que la pandemia se los impide, así que han hallado en la pedagogía mediante las nuevas tecnologías una forma de despertar conciencias.
Es este grupo de ciudadanos y ciudadanas, que no representa a un partido político en especial, mayormente variopinto, el que maneja calidad antes que cantidad de información y ha sido el verdadero muro de contención del desquicio parlamentario, que cobra cómodamente su sueldo y cuando acabe su periodo gozará de una envidiable pensión. ¿O crees que los y las congresistas entran a legislar? Ay, ¡par favar!
Pero, fíjate cómo son de chistosos nuestros políticos. La razón por la que han creado un melodrama de cuarta categoría (falta la rosita y el vientecito) en las instituciones públicas es tan burda como que esperan que la ciudadanía menos informada reaccione por pura pasión, sin analizar con una ceja alzada qué hay detrás.
“Los han visto en los cocteles, todos…”
Ahora bien, ¿de qué tipo de políticos u operadores políticos debes cuidarte? Vamos a aprender alguito de psicología al paso y concentrarnos en lo que se llama la personalidad histriónica o teatral, es decir aquélla que convierte un simple gesto, dicho o postura en una exageración grandilocuente con la pura finalidad de llamar la atención. Es lo que en jerga común conocemos como los peliculineros, apantalladores, disforzados, teatreros, los que se computan artistas (pero que ni a palos lo son), o simplemente exagerados.
No diría que son actores o actrices frustrados. Para escribir esta columna me he pasado buena parte de mi tiempo en YouTube analizando a actores y actrices profesionales fuera de sus personajes, en conversaciones más normales; descartando a los que tienen evidentes trastornos de personalidad como depresión, psicopatías o parecidos, actores y actrices suelen ser almas sensibles que usan la pretensión de ser quienes no son para transmitir un mensaje o punto de vista mediante el transcurrir de una historia.
Pero, y aquí viene el punto clave, un actor o actriz solo lo es cuando está encima del escenario o delante de la cámara o delante del micrófono. Cuando todo eso se apaga, el actor o la actriz vuelve a ser persona y deja a su personaje guardadito para siempre o a la espera de que vuelva a invadir su piel y su cerebro para interpretarle. Un político con poses histriónicas… pues, qué les digo, siempre está en personaje.
Si somos de quienes cedemos con facilidad a todo tipo de situaciones melodramáticas (por ejemplo, relaciones tóxicas), lo más probable es que esos políticos terminen trapeando el piso con nosotros y nosotras. Pero si no, entonces el político tiene un serio problema ya que no estamos engordando su vanidad. ¡Y eso es lo que tenemos que evitar a toda costa! Engordar su vanidad, quiero decir.
“Te aviso, te anuncio que hoy renuncio”
Es cierto que parte del trabajo de los políticos es transmitirnos motivación para entender mejor sus propuestas y darnos el espacio para valorarlas antes de tomar una decisión (se llama oratoria); pero si el político se va a dedicar a motivarnos descuidando la calidad de sus propuestas, bueno, un café cargado resulta más estimulante. Como digo, emoción sin razón es como frasco de loción sin loción.
Por último, si nuestros políticos presentan problemas de personalidad, que me perdonen pero donde tienen que estar es en un tratamiento psiquiátrico, no en una institución pública, no porque valgan menos sino porque nos serán más productivos si están sanos, y el tipo de trabajo que realizan, si lo hacen bien, está marcado por altísimos niveles de estrés. Político que va con preexistencias como depresión, ansiedad, o peor aún, esquizofrenia, olvídense, sería un riesgo para ellos y ellas, su entorno, y luego para el resto de la población porque su juicio no estaría correctamente equilibrado. Y esas tres condiciones están altamente marcadas en las personalidades histriónicas que les comentaba antes.
Ahora bien, si esperamos que los filtros de los partidos o peor aún del sistema electoral tamizen a estas personas, esperaremos sentados porque no existen; los primeros porque les interesa llenar la lista a como dé lugar, los segundos porque no hay ley específica. Entonces, el control queda en manos de la ciudadanía. De hecho, la última palabra siempre la tiene y debe tener la ciudadanía; entonces, a ti y a mí nos toca cernir a quienes van a representarnos.
Lo básico: la primera impresión no es la que cuenta. Un ejercicio al que debemos someter a nuestros y nuestras aspirantes es a situaciones bajo presión que nos revelen los verdaderos rasgos de su personalidad. En situaciones protocolares, todo el mundo pela el diente. Es a la hora de la batalla cuando vemos si los galones se consiguieron por mérito o por subasta. Recuerda que si quieren tu voto, tienen que luchar por él (lo que no significa dejarte sobornar); así de fácil, ¡no!
Segundo, detecta sus inconsistencias. No hay ejercicio más divertido para el o la votante que agarrar dos o tres discursos de la misma persona y compararlos para encontrar contradicciones… y sacárselas en cara. No es chamba complicada. Con lo vanidosos que son, sueltan información hasta en Condorito, así que el esfuerzo en todo caso será organizar todo lo que dicen.
Tercero, cuestionar con perspectiva de probabilidad. Nunca olvides que político y enamorado adolescente son exactamente lo mismo. Como decía un amigo, te va a prometer los cuernos de la Luna. La pregunta es: ¿la Luna tiene cuernos? ¡No, lógicamente! Entonces, no nos dejemos envolver por promesas que en la práctica son inviables.
Cuarto: los piadosos son los de mayor cuidado. Ojo, no soy ateo ni lo promuevo; pero por experiencia puedo decir que los que dicen Dios hasta en la sopa y lo pretenden mezclar en la política, son los primeros en pecar, es decir, los primeros en usar el poder para servir a sus intereses particulares. Golpe de pecho no quiere decir que se arrepintió… y Perú es un estado laico.
Quinto, la cultura general es obligatoria. No hay payaso más payaso que el político que habla de todo, pero cuando le preguntas por un dato comprobado como la superficie en kilómetros cuadrados del lugar al que representa, no sabe qué responder o inventa algo para salir del paso. Parece una dinámica de programa dominical, pero sí cuenta y cuenta mucho, porque te da un indicador de cuán listo o cuán menso es el candidato.
Pero tampoco es lo mismo una ciudadanía en alerta que una ciudadanía bajo alerta, así que no le echemos la culpa de todos nuestros males a quienes nos representan cuando los lugares que ocupan fueron asignados por nuestra votación. Cuando entendamos que el poder es nuestro, y sepamos utilizarlo con sabiduría (como lo dije alguna vez), será cuando dejen de mirarnos como ‘masa’, y empiecen a cuidar su pellejo antes de meter las patas… porque si lo hacen, será el fin de su trayectoria política.
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