ERP. El lunes 3 de agosto de 2020, Pedro Cateriano Bellido, entonces presidente del Consejo de Ministtros, presentó ante el Congreso de la República la política de gobierno que debía ejecutar, si todo salía bien (lo que no sucedió), hasta el 28 de julio de 2021 cuando la administración del presidente Martín Vizcarra Cornejo debe entregar el cargo a la que elijamos el 11 de abril del próximo año.
Por: Nelson Peñaherrera Castillo
Fue una exposición maratónica, casi tres horas y media o por ahí. Cateriano fue muy prolijo en lo que se quería y no quería hacer, y se supone que si el Parlamento demandaba una explicación más pormenorizada del mensaje presidencial de Vizcarra (28 de julio de 2020), no se podía quejar porque exageró, y lo criticaron por eso. Y si hubiese sido de veinte minutos, peor lo hubiesen criticado.
En líneas generales, que nuestro país debe ver de dónde saca dinero para tapar el hueco que está dejando, justificadamente por si acaso, la lucha contra el nuevo coronavirus es real y pertinente. Ya, hay que estar pensando que los cariñositos existen para no darse cuenta que se debe generar liquidez y la inversión privada tiene los fondos para hacerlo.
Perdonen pero un padre o una madre de familia sin empleo no comen política; comen alimentos comprados con papel, metálico o electrónico que obtienen o por trabajar o porque alguien se los da. Háblale de que el neoliberalismo es malo o que la izquierda radical quiere ‘chavizar’ el país, y te mandará por un tubo… justificadamente, insisto, porque la política partidario-electoral no es su prioridad. Ésta es empleo y salud, no hay más ‘na, papá.
Partiendo de esa premisa, el Congreso metió la pata porque priorizó la discusión partidaria y se olvidó de la prioridad-prioridad. Hay que decirlo: la de los y las congresistas no es el Perú, sino asegurar votos a sus agrupaciones políticas para las elecciones generales del año que viene.
Pero, Cateriano también metió la pata. Y de yapa, metió las manos y todo el cuerpo en el lodo, y cuando creíamos que iba a incorporarse para limpiárselo, él solito se zambulló otra vez con las declaraciones en las que denostaba de agrupaciones políticas que incluso le habían dado la confianza.
Ya ni hablemos de la respuesta del presidente de la Mesa Directiva del Congreso, Manuel Merino de Lama, el miércoles 5, en la que si uno lo oía con mucho detenimiento, le daba la razón a Cateriano en el argumento de que se condicionó la luz verde (sic) a que se destituyan a los ministros de Educación, Trabajo, y economía y Finanzas.
Entonces, primera conclusión: el ‘charlamento’ y Cateriano la regaron y bien regada. Mientras tanto, la tasa de contagios por el nuevo coronavirus, cortesía de los futbolistas frustrados, se disparó por encima del 18%, y al peruano anómico que se respeta, esto le llegó a la punta del zapato.
Aunque si tenemos que sopesar las culpas, definitivamente y de lejos Cateriano se lleva todas las medallas, y me refiero a una partecita de su exposición que duró medio minuto, pero creo que fue el medio minuto que propició su caída, y no por temas ideológicos sino porque era evidente que existe la presión de un cabildeo minero que encontró en el ex primer ministro al portavoz incorrecto.
Cateriano mostró una foto comparativa de un sitio verde que luego se veía devastado. Dijo que fue tomada por el PerúSat 1, el satélite del gobierno capaz de saber qué hacemos en tierra con una resolución de 70 centímetros sobre el suelo. Aseguró que eso era Tambogrande, Piura. Explicó que antes todo se trataba de un valle verde que un par de años después se convirtió en una zona desertizada debido a la minería ilegal. Presentó un supuesto campo arrasado y unas hipotéticas pozas de lavado de minerales.
Como saben mis seguidores, uno de los distritos que conozco relativamente bien es Tambogrande desde hace 21 años; incluso el gobierno peruano me ha premiado en 2011 por un trabajo de difusión internacional que hicimos en uno de sus sectores, y en 2013 salió en History Channel. Bueno, el caso es que me puse a hacer memoria qué sitio podría ser el que Cateriano señaló porque en los recorridos que suelo dar, no he hallado nada.
Es más, recuerden que el año pasado grabé dos programas de televisión en demanda (o sea vía ‘streaming’), justo en zonas donde se supone que había presencia minera ilegal. Y yo tendría que ser bien sinvergüenza para poner la cara en pantalla y hacer de cuenta que al costado nada pasaba.
Como referencia, el distrito de Tambogrande tiene unos doscientos kilómetros cuadrados de superficie, una sétima parte de la provincia de Sullana más o menos. En términos prácticos, puedes recorrerlo de punta a punta en un par de días si tienes movilidad propia, y es mayormente plano excepto en su parte oriental (la que mejor conozco) donde se eleva un poquito arriba de los 200 metros de altitud.
Le pregunté a mis contactos, y todos se quedaron en las nubes por la simple razón que la foto solo mostraba un detalle del terreno, pero no daba el contexto del distrito. Y quienes hemos jugado con Google Earth, sabemos que las imágenes por satélite te permiten ubicar a diferentes altitudes y diferentes ángulos para tener una visión casi en tres dimensiones.
Es como si yo dijera que tú te robaste el chocolate y como ‘prueba’ muestro un dedo embadurnado; pero, ¿es realmente tu dedo? Tendría que poner una foto de todo tu cuerpo (incluyendo el dedo embadurnado) para que haya opción de verificar que mi comparación es cierta.
La respuesta la dio el alcalde distrital de Tambogrande, Alfredo Rengifo Navarrete, en un video publicado el martes 4 cuando dijo que la foto corresponde a Bonapira, un paraje colindante a la actual capital distrital (un cuarto de hora a pie desde el centro de la ciudad) donde se supone estuvo ubicado un tambo o posta del Camino Inca de la Costa (perdón por la cacofonía). ¿Y la zona desertizada?
Para mala suerte de Cateriano, el jueves 6 apareció otro video donde sale el hijo del dueño del predio diciendo que la zona arrasada en realidad es terreno arado para la siembra de frutales, y las pozas de lavado de minerales son reservorios que se usan también como piscigranjas.
El alcalde Rengifo dijo en su video que Cateriano mintió al Parlamento, y no es cualquier acusación: el burgomaestre (sí, no he olvidado que en su época escribió columnas denostando del colectivo antiminero y a favor de la anteriormente conocida como Manhattan Minerals) está diciendo que el ex ‘premier’ usó su investidura para que el Legislativo tome una decisión basada en una información errada. Claro, los medios nacionales no dijeron nada, pero no nos hagamos bolas: está en internet, así que puedes verlo a solo tecleo.
El Parlamento debería investigar si Cateriano lo hizo adrede o también fue sorprendido, y si es la opción dos, tendrá que decir quién le pasó el dato: el PerúSat no es sujeto de derecho. Ya los abogados dirán si es falta o delito.
Pero vamos más allá. Que Cateriano tiene razón en que deberíamos poner parte de la apuesta económica nacional en la minería debido a que el precio de los metales, curiosamente, ha aumentado por la pandemia, es cierto. No a los niveles de hace veinte años, pero sí han subido.
Sin embargo, ponerle todos los huevos a la canasta minera olvidando el abanico productivo nacional, me suena al mismo sujeto que sale a decir en todos los medios que únicamente el turismo salvará al país. Ambas percepciones son incompletas especialmente cuando tienes una nación que se banderea en todo el mundo por su diversidad; entonces, la apuesta debe ser coordinadamente multisectorial.
Y peor aún. Antes de que Cateriano dijera que la minería es el camino, debió decir algo acerca de las zonas donde hay conflictos sociales debido al eterno desentendimiento entre empresarios y dirigentes (no la población, les diré, porque si le quitan la plata a la minería, desaparecen los dirigentes). Y la piedra en el zapato es espinar, Cusco, donde la gente quiere mil soles de Tintaya a cambio de no hacerle lío.
El problema de Cateriano fue que, en lugar de conciliar poniendo al gobierno como árbitro y no como activista minero, cometió el mismo error que en Tambogrande durante el lapso de 1999 a 2005 cuando todo se les fue al diablo porque los inversionistas en Canadá (de donde es Manhattan, hoy Mediterranean Resources) vieron el proyecto minero inviable.
O sea, pasaron dos décadas y los empresarios del sector no han aprendido absolutamente nada. Encima, impulsaron a un portavoz que en vez de apuntar a su objetivo comercial, lo exageró, sobreactuó, polarizó más allá de la polarización. Resultado: chau soga y cabra.
Puede dolernos mucho la crisis sanitaria y económica, y es cierto, duele mucho, pero viendo con frialdad el tema, sin apasionamientos, sin ideologías, con purito sentido común, Cateriano se ganó a pulso su censura, dejó al descubierto un cabildeo que está desesperado por reactivarse usando en pleno 2020, los métodos que no le funcionaron veinte años atrás (cuando tenían a su favor la poca penetración de internet y la inexistencia de redes sociales): mentir e insultar. Lo siento mucho, fallaron, la regaron. No fueron los antimineros esta vez.
Ojalá que Walter Martos tenga mejor muñeca. Luchó tanto por ser el vocero del gobierno durante la crisis y ahora tiene una oportunidad para enmendar la plana, poniendo énfasis, otra vez, en que la gente quiere empleo y salud, no política, o politiquería mejor dicho.
[Opina en mi cuenta de Twitter @nelsonsullana usando el hashtag #columnaNelson]