ERP. El domingo 9 de agosto de 2020, el teniente gobernador y las rondas campesinas del centro poblado El Partidor, distrito de Las Lomas, Piura, intervinieron un bar donde, además de la aglomeración de personas, lo que está prohibido por norma sanitaria, se vendía tantas bebidas alcohólicas que un parroquiano no identificado, en pleno rapto de inconsciencia debido a su borrachera, destruyó la tranquera que se había colocado para controlar el acceso.
Por: Nelson Peñaherrera Castillo
El teniente gobernador, viendo que la acción comunitaria iba a quedar como otra anécdota más, buscó inteligente ayuda en los medios de comunicación y contactó a El Regional de Piura, que publicó la historia, adjuntando fotos y videos por si alguien quería alegar algún tipo de abuso o cosas por el estilo.
La autoridad en cuestión no es ningún bravucón ni improvisado. Además de su formación profesional en ingeniería y el hecho de que tiene negocios considerados esenciales en ese pueblo, se asesoró legalmente antes de tomar la decisión; incluso envió oficios a la Municipalidad Distrital de Las Lomas y la Policía Nacional del Perú para que asigne al serenazgo o un patrullero que dé una ronda (no para que se chupe una ronda) y verifique en el lugar la flagrante infracción a la ley: no hubo respuesta.
Y quienes conocemos la zona rural en la costa de Piura, sabemos que estos bares, debido a la dispersión de las casas, ponen la música a todo volumen por lo que es imposible confundirse de sitio y de giro comercial. El hecho es que la historia se publicó la noche del lunes 10, y como tocado por una varita mágica, el Serenazgo de Las Lomas ahora está rondando inopinadamente El Partidor para ver si todo sigue en orden.
No es que la localidad (digo, por si alguien no la conoce) esté metida en algún punto perdido del bosque seco: es una escala notable en la Carretera de Sullana, Tambogrande o Piura hacia el Puente Internacional Macará, Ayabaca o el propio Las Lomas; entonces, si alguien quiere alegar que era imposible probar la bulla, estaba ahí a flor de pista asfaltada, a un cuarto de hora de la capital distrital más próxima.
En la notificación de la historia que El Regional de Piura publicó, apareció un sujeto a decir que todo es mentira, que no existe ningún bar y que la tranquera, pues, o sea, esteee, que se rompió por pura casualidad, ¿no? ¿Acaso usted no ha cometido alguna infracción grave cuando está borracho? Ya sabe, chocar su carro, matar gente pero “no de manatural”.
Para mala suerte de quien niega los hechos, como dije arriba, están las fotografías, las actas y los videos de la intervención, y resulta más preocupante que indignante el hecho que alguien salga a decir (al más puro estilo reggaetón) que si no me acuerdo, no pasó. Por cierto, la afirmación en modo de negación tiene cierto airecito de velada culpa asumida.
Si algo hemos visto durante la crisis del coronavirus, es cómo ha proliferado un grupo de gente que se dedica a negar los hechos cuando los hechos hablan por sí mismos, o quiere enredarnos en leguleyadas cuando la lógica tiene argumentos contundentes. Algo así como que no era bulla, era ruido; o no destrozaron la tranquera, solo la partieron en astillas.
¿Qué hemos aprendido del virus que causa la Covid-19? Digo, si algo hemos aprendido. Lo básico es que si una persona está cerca de ti a menos de dos metros, te contagia, especialmente si no tiene la nariz o boca cubiertas: 4 probabilidades por cada 5 a que te pase. Si usa mascarilla, se reduce más que notablemente: 1 probabilidad por cada 20. Quien sepa matemáticas, que entienda…
Los especialistas dicen que hablar, gritar y cantar (que demanda mayor consumo de aire, si se hace bien) incrementan la probabilidad de contagiar a alguien que esté muy cerca de ti. Ya ni qué decir de la costumbre, a estas alturas prehistórica, de tomar todo el ruedo del mismo vaso, y no solo por el coronavirus; nadie se ha puesto a pensar en la hepatitis o el herpes, aunque eso da material para otra columna.
Al cierre de este espacio, Perú hace rato que voló el medio millón de infectados recontados y de hecho ya pasamos los 520 mil, lo que tiene nuestra tasa de contagio sobre el 19,1% y subiendo (cuando en los peores momentos era de 7,1%), lo que significa que tus probabilidades de infectarte ahora son de que por cada cinco personas que conoces, una te puede transmitir el virus.
Con la política de sinceramiento de fallecidos, ahora tenemos 26 mil recontados, que ha disparado nuestra tasa de letalidad del 3% al 5% en solo dos meses, lo que quiere decir que hoy por cada 20 personas que se infectan, una se muere (cuando ya estábamos en un cómodo 1 por cada 23).
Las altas médicas pasan los 350 mil, que hizo caer nuestra tasa de recuperación de casi el 70% (69,96% para ser exacto) al 68% (aunque el viernes 14 volvió a recuperar más de medio punto porcentual), o sea que por cada tres que se infectan, dos sobreviven para contarlo, cuando ya nos habíamos sostenido en que por cada siete que se infectaban, cinco se aliviaban.
Dicho sea de paso que las cifras de fallecidos se han sincerado por un pedido expreso del Congreso de la República y reconocido por el Ministerio de Salud sobre la base que hay más de 50 mil fallecidos por diversas causas, y ahora hay que saber quiénes fueron por Covid-19 (al cierre, 13 por cada 25 según el registro oficial nacional).
Listo. Ahí están las cifras. Y sobre esas cifras, ahí están las decisiones: limitarnos en nuestra vida social porque es la manera lógica de salvarnos. Pero, ¿qué ha dicho la gente, en especial ciertos líderes de opinión en prestigiosos medios nacionales de comunicación? Pues, que es un error. Los médicos más serios dicen que no, que es una medida de bioseguridad, y honestamente aquí, entre una abogada, una periodista indignada y un economista, yo prefiero escuchar al médico serio. ¿Por qué? Porque, como dije en anteriores columnas, el asunto del coronavirus no se aborda con sentimientos sino con ciencia (y con conciencia).
Y miren los argumentos de la gente que se opone a las normas de alejamiento familiar y amical, lo que, obviamente afecta a muchos negocios que han servido para que la gente se aglomere otra vez, lo que no quiere decir que necesariamente sea culpa de esos negocios; pero vamos a lo que dicen para oponerse, como que la economía se afecta.
Hablemos del sector restaurantes, que es uno de los que podría resentirse más. Si nos enfocamos en uno que solo da atención en salón, sí, la verá cúbica, ya no cuadrada. Pero si hablamos de un restaurante que mientras se dieron las primeras restricciones supo armar su estrategia de entrega a domicilio, probablemente sienta una contracción en el servicio presencial, pero si la sabe hacer puede crecer en el servicio remoto, lo que implica digitalizar la carta de platos o bebidas, y usar las redes sociales para enviarlas.
Varios en el norte peruano no solo han migrado al entorno virtual con relativo éxito, sino que se han diversificado ofreciendo productos de primera necesidad más allá de la comida, con lo que cubren no uno sino varios segmentos de mercado. ¿Cómo se llama eso? Visión empresarial. ¿La tienes? Bueno, ya es una respuesta que quedará a tu conciencia.
El Ministerio del Interior dice manejar información muy confiable del Ministerio de Salud señalando a las reuniones sociales como los nuevos focos de contagio. Un conocido estadístico dijo el viernes 14 que no, que fue el hecho de que la gente se movió mediante el transporte interprovincial. Si el norte peruano tiene mayor densidad poblacional, entonces los casos debieron haber crecido en el norte… ¡y están creciendo en el sur!
En última instancia, quien hace el interrogatorio epidemiológico al paciente y tiene las respuestas de primera mano es el médico serio, no la abogada, no la periodista indignada, menos el economista. Si el paciente dijo que estuvo en una bomba de ésas, no vas a dorarle la píldora a que está a punto de inmolarse en nombre de la reactivación económica. O sea, no digas estupideces ni trates de vernos la cara de estúpidos.
Lo chistoso es que la gente que reclama no afectar la economía es la misma que cuando Pedro Cateriano o Wálter Martos fueron al Congreso para exponer la política de gobierno, le exigieron que privilegie la salud sobre… la economía. Pues bien, eso se está haciendo y ahora se quejan. Entonces, ¿quién les entiende?
Lo que logran con esta volubilidad en sus puntos de vista, especialmente con sus devotos seguidores, es sacar la lupa del asunto importante, la salud, la que se entiende de modo binario –como ya lo dije antes en esta columna—en tanto me contagio o no me contagio, y lo tratan de arrear hacia el ángulo sentimental de la economía –que de sentimental no tiene nada—traducido en la fórmula “pobrecitos los que perderán plata”.
Y sí, pobrecitos que perderán plata; pero puestos en perspectiva con las vidas que podrían perderse si tomamos decisiones riesgosas (como hacer fiestas), no hay dinero que valga por el simple y viejo adagio de que la vida no tiene precio. Bueno, 50 mil soles en una clínica privada y solo como inicial. Finalicemos.
No vamos a vencer al virus si es que seguimos relativizando las cosas en función de un solo enfoque que bien puede ser salvable mediante alternativas innovadoras (fiestas por Zoom o Google Meet o Facebook Room) y no ponemos como prioridad estar a salvo. Sí, soy consciente que también hay muchos intereses comerciales tras el negacionismo, ni crean que lo estoy pasando por alto; pero ahí es donde tenemos que usar nuestra materia gris, mirar alrededor, ver a quienes amamos y hacernos una simple y crítica pregunta: ¿vale más una chela que verles con salud? Ahí te la dejo de tarea.
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