ERP/N.Peñaherrera. A quienes amamos el cine nos cayó de sorpresa el fallecimiento del actor Robin Williams.
Entre risas, él nos vendió mensajes tales como no olvidar el sentido de la humanidad, evitar la mecanización de la mente y la rutina y luchar inteligentemente por nuestras causas.
Pero, de comprobarse la teoría del suicidio, ¿cómo queda todo ese paquete de buenas enseñanzas?
Todo aquél y toda aquélla que comparece ante la gente, sea en forma directa o a través de los medios, sufre una suerte de desdoble de conducta.
Basta que se prenda una cámara o un micrófono para que se muestre un comportamiento que resulta siendo nuestra 'marca' (bran) con la que nos identificamos ante el resto, con la que se nos ubica.
Cuando estos aparatos se apagan, o cuando no estamos frente al público, hay dos posibilidades: o se mantiene esa conducta de modo natural, o se adopta la que verdaderamente es nuestra y que quizás no sea la misma que nos esforzamos en ofrecer a la audiencia.
Éste es el típico desdoblamiento entre la persona, quién eres realmente, y el personaje, quien construyes para posicionarte en el público.
Y cuando ambos no coinciden es cuando comienzan esos problemas en los que pareces tener un vacío grande, pues aquella satisfacción y adrenalina que dan los medios o el contacto con la gente ya no son posibles en la intimidad.
Por eso es que muchos individuos en este negocio apelan a la violencia contra su propia integridad o la de quienes le rodean o de quienes se le cruzan por su camino.
Y, claro, si alguien que tiene una imagen de este individuo llega a conocer esa otra dimensión, termina preguntándose quién es realmente quien sigue.
Lo ideal, desde todo punto de vista, es que la persona y el personaje sean coherentes. Es más, que la persona sea la que determina al personaje, no al revés.
Ojo, que aquí no estoy hablando de pretender ser alguien, sino de dejarse ser uno mismo o una misma y proyectarlo ante el resto.
Por supuesto que tal circunstancia es perfectible, pero siempre es bueno guardar tal coherencia.
Las personas que son tan auténticas como sus personajes, y se nutren positivamente en todas sus dimensiones, tienden a ser más sanas en todos los aspectos.
La palabra clave para comenzar ese esfuerzo individual se llama autoestima.
Sigue y admira al personaje, pero ama y aprecia a la persona. Te harás mucho bien; le harás mucho bien.
(Sigue al autor en Twitter como @nelsonsullana)