ERP/N.Peñaherrera. Imagina que en algún lugar de la sierra de Piura, una adolescente sale del colegio y se dirige a su casa.
No hay calles, sino arbustos, follaje, los cauces de los arroyos y la soledad.
Cuando menos ella lo espera, unos sujetos la toman por la fuerza, la sacan de la vía, la llevan a uno de esos escondites ocultos por la vegetación y la violan.
Consumado el acto, la chica vuelve a ser puesta en su camino, y no pasó nada: no hay reacción familiar, no hay denuncia, no hay castigo.
Imagina que no se trata de un caso aislado, sino de una 'costumbre' extendida en nuestra zona andina.
Aparentemente, es una típica escena de violación.
Imagina que todo es parte de un juego malsano, moneda corriente en la zona conocido como 'tumbalapela', y que tiene más implicados que el violador y sus secuaces.
Imagina que cuando las menores aún son vírgenes, y muy al margen de su conocimiento, el padre ofrece su desfloración al mejor postor.
Quien pague tiene derecho a tomar a la adolescente por las buenas o por las malas, aunque casi se opta por lo segundo. De cualquier manera, es contra la voluntad de la víctima.
Cobrada la "oferta", nadie más habla del asunto y se olvida adrede; pero la chica no lo olvida.
Imagina que lo peor de todo es que, a pesar que se sabe en la comunidad, nadie parece mover un dedo por erradicarlo. Y no se trata de la existencia de pobreza, sino de la ausencia de valores que han fertilizado el campo para otras malas costumbres como el alcoholismo, la violencia intrafamiliar o hasta la trata de personas.
Imagina que los operadores de justicia lo ignoran, los medios no están enterados... ¿Qué mente retorcida imagina tales cosas?
Imagina que nadie denuncia este 'juego'. ¿Cuántas víctimas habría en la sierra de Piura? ¿Cuáles son los impactos a largo plazo en la salud, además de los embarazos no deseados y las infecciones de transmisión sexual?
Ahora viene la peor parte: aunque parezca argumento de una película de Kubrick o una sadomasoquista novela de Zalman King, imagina que es verdad... pero una verdad que nadie se atreve a contar.
La dignidad de las adolescentes, al igual que de cualquier persona, no puede ser objeto de juego ni apuesta. Y si alguien no lo entiende, tendrá que aprenderlo razonablemente, o mediante la aplicación de la ley.
Y la dignidad no mora en el campo de la imaginación, sino de nuestra tangible realidad... Muy tangible... ¿Sientes el roce?
(sigue al autor en Twitter como @nelsonsullana)