ERP/N.Peñaherrera. Si hubo alguna ocasión en que he sentido al mundo como el pañuelo de McLuhan, ha sido durante el mundial Brasil 2014.
Desde el vergonzoso arbitraje del encuentro inicial hasta el choque de dos mundos previsto para hoy, creo que el partido más entretenido estaba en las redes sociales.
De pronto, hinchas, periodistas, jugadores, líderes de opinión y hasta quienes miran con cierto recelo a esta tecnología de la interrelación, se confundían en medio de shares, retuits, comentarios, memes, y, en fin, todo el arsenal que ha mantenido nuestros dedos activos frente a la PC o al celular.
Esta tarde, luego que se diga qué equipo campeonó, me pregunto si tal intercambio febril se mantendrá o irá decayendo a los niveles de cualquier día.
Y de aquí ¿qué? ¿hasta el próximo mundial?
Claro que el eventual triunfo de Alemania o Argentina (al que le apuesto hoy) nos tendrá hablando por varios días, pero no creo que con la misma intensidad del momento mismo del partido.
Como sea, el otro mundial se vivió a través de la Internet, por ese afán gregario de sentirnos humanidad, manada o como quieras llamarle.
Me pregunto si tal como hemos movido las redes sociales siguiendo ansiosamente la trayectoria de una pelota, seríamos capaces de seguir y construir ansiosamente (bueno, reflexivamente) la trayectoria de un mundo mejor, lleno de 'fair play', sin racismo ni otro tipo de discriminación, donde las hazañas sean las del propio esfuerzo, pero donde no nos quedemos sentados y sentadas mirando a un puñado sobre la cancha, sino que todos y todas demos los pases o hasta metamos el gol.
Hay miles de lecciones por sacar de un espectáculo global. Si logramos hacerlo, apliquémoslas.
(Sigue al autor en Twitter como @nelsonsullana)