ERP/N.Peñaherrera. Hay una mala costumbre de todas las gestiones públicas: la amnesia administrativa.
Este mal, que aún la ciencia no estudia, se caracteriza por el olvido automático que cada nueva autoridad o cada nuevo funcionario tienen sobre todo lo que se ha logrado durante la gestión previa a la suya.
Algo así como si se hubiera 'reseteado' la memoria de cualquier institución, o como si se usara algún programa de congelamiento de disco, que, cuando lo apagas, borra todos los procesos ejecutados en una sesión de trabajo, de tal modo que cuando comiences una nueva es como si jamás la hubieras realizado.
Sí, algo así como la 'pela' de Adam Sandler, donde el personaje de Drew Barrymore (Lucy) pierde la memoria cada vez que va a dormir. Linda cinta. Sigamos.
Tal forma de administrar (¿?) no tiene nada de lindo en el contexto de una institución porque en lugar de permitir su avance, como suelen decir en los discursos de apertura, mas bien se convierten en un salto atrás, y "brincan, brincan los borregos en el mismo lugar".
El problema es que a veces un falso sentido del celo profesional nos lleva a cometer ese error en toda organización, y nos olvidamos de las directrices de la misma, y de las cosas buenas que permitieron el éxito de una política, un programa o un proyecto. En consecuencia, amenazamos la supervivencia a largo plazo de cualquier cosa: su sostenibilidad.
En lo ínfimo que han dicho las campañas sobre sus planes de gobierno, casi ninguna ha hablado de continuar programas que se vienen ejecutando desde gestiones anteriores, y que son de interés regional, como la primera infancia, el combate a la trata de personas, el fomento de la equidad de género.
Un candidato ha dicho que podría darle caducidad al programa de Convivencia social para transformarlo en otra cosa indefinida aún.
Por supuesto que si algo realmente prueba no funcionar, no hay que pecar de mártires, y debe procederse a su cese, incluso si es una idea de la gestión actual.
El punto aquí es cómo, independientemente del color de la administración, podemos conservar lo bueno que hizo porque beneficia a la población y mejora su vida. El criterio es bien simple: si estimula el bienestar, debe quedar. No hay que rascarse tanto la cabeza.
No sería mala idea que las campañas y las gestiones actuales se sienten frente a frente (no esperar las comisiones de transferencia) para ver qué cosas hay en curso y que se analice con mejor criterio qué se queda y qué ya no tiene sentido seguirlo, pero, insisto, no con visión partidaria o politiquera, sino comunitaria.
Obvio que requerirá nobleza de las gestiones y nobleza de las campañas, además de una alta dosis de humildad. Pero, ¿ese gesto no sería un mensaje edificante para la gente? piénsenlo, por favor. Los gestos hablan más que las palabras.
No perdamos la memoria de largo plazo. A Drew Barrymore le quedó magistral, pero lo que hizo es irrepetible. Separemos realidad de megalomanía, y ganaremos mucho.
(Sigue al autor en Twitter como @nelsonsullana)