ERP/N.Peñaherrera.Una periodista piurana muy respetada es, además, profesora de la carrera en una universidad de Castilla.
El otro día compartió los resultados de un estudio de investigación en clase, sobre lo que la juventud demanda de políticos y políticas.
La conclusión básica es que la juventud exige que la comunidad política cumpla todo aquello que promete; y que si no lo hace, que reciba una sanción (quien no sirva, que se vaya).
Esto generó un debate entre quienes seguimos a la periodista, que incluyó una diplomática respuesta de un 'descompensado' congresista, o de alguien que dice serlo.
Todas las opiniones iban en la línea de que la juventud pide lo que los políticos y las políticas que tenemos jamás nos ofrecerán: que sí honrarán lo que prometen.
Alguien me dijo, a propósito de este debate virtual, que la juventud no tiene formación política. Pero, ¿y si estamos en un error?
Pienso que la juventud que no es militante ni simpatizante de ninguna tendencia política no está emocionada con la campaña electoral por una simple razón: NO OFRECE SOLUCIONES REALES A LOS PROBLEMAS QUE IDENTIFICA Y SUFRE.
Hago la salvedad de la juventud no militante, porque la que sí lo es habla con fanatismo y no acepta ninguna opinión en contra. O sea, ya fue. Será nuestro futuro dolor de cabeza, si acaso ya comenzó a serlo (a ver, ¡revisemos uñas!)
Lo que el trabajo en clase de mi colega nos dice es que antes de elegir nuevas autoridades, vayamos a la raíz del MAL: la devaluación de la actividad política, que se evidencia en la corrupción, principalmente.
De nada sirve renovar (o afianzar) a quienes nos gobiernen, si el entorno en el que tomarán decisiones se sigue descomponiendo y huele a podrido. Algo así como poner una curita sobre una herida purulenta: ¿acabamos con la infección? No.
Lo que poca gente reconocerá es que esta muestra de jóvenes resulta siendo más inteligente que varios y varias que hemos acumulado más años. ¿Por qué? Porque ven con más claridad la ruta para llegar al bien común.
Como dije en la discusión, a veces pienso que los adultos y las adultas somos quienes degradamos los ideales juveniles, al enseñarles que la defensa del bien particular es el fin que se persigue con la política.
Pero, claro, tenemos tanta soberbia que nunca aceptaremos que existe la educación inversa. Lástima. Si no lo hacemos, seguiremos en lo mismo.
(Sigue al autor en Twitter como @nelsonsullana)