ERP/Nelson Peñaherrera Castillo. Este martes recordamos el Día Internacional de la Mujer, y en Piura hay un buen motivo para reflexionar antes que celebrar: ocho gestantes fallecidas por complicaciones asociadas al embarazo o el parto durante enero y febrero. El comité que supervisa este tema, y que depende del Gobierno Regional, ha estimado que si la tendencia sigue, 2016 terminará con 51 muertes maternas, diez más que 2015.
Nadie se ha responsabilizado por estas estadísticas. Nadie ha renunciado al respecto. Nadie ha sido despedido o despedida por las 49 vidas que vamos perdiendo desde que 2015 comenzó (casi la mitad de ellas en el territorio de la Dirección Subrregional de Salud Luciano Castillo Colonna). El viceministerio de Salud dijo en una carta que Piura es el departamento del Perú con la mayor tasa de muertes maternas.
De hecho, las últimas movidas en el sector se deben a máquinas extraviadas pero no a vidas perdidas. Y eso que el lema es “Atendemos personas”. ¿Y en qué medida se estaría honrando tal eslogan?
Antes que salga algún ‘mesías’ a hablar de recetas mágicas, existe una norma técnica que establece los protocolos sobre cómo atender a gestantes (y sus hijos e hijas) durante el embarazo, el parto y el puerperio. Es la 105, aprobada por resolución ministerial 827, y vigente hace casi tres años; 61 páginas en la versión que tengo archivada, por si acaso.
entre los varios procedimientos, la norma instruye que una gestante debe tener, por lo menos, seis controles prenatales, el doble que la primera versión de la 105. especialistas recomiendan un control mensual hasta el octavo mes, quincenal hasta las 36 semanas y semanal hasta el parto.
Los controles tienen como finalidad detectar algún problema que pudiera complicar la salud de la madre y del niño o la niña, ya sea durante la gestación o cuando tiene que dar a luz. Por lógica, si podemos prever las dificultades, reducimos o incluso eliminamos riesgos.
Hasta donde la prensa ha podido conocer, las muertes maternas se deben a que estos riesgos no fueron ni detectados, ni previstos, ni controlados oportunamente: hemorragias, hipertensiones, e infecciones son el camino seguro a un deceso más.
Por supuesto que hay mujeres que se descuidan en sus controles o que simplemente no acuden, lo que dispara ese riesgo; pero, ¿qué pasa con las que sí se toman muy en serio su salud y la salud del nuevo ser?
Para comenzar podrían hallarse con equipos multidisicplinarios incapaces de dialogar y coordinar entre sí: personal médico, obstétrico, de enfermería y técnico de enfermería bajo el mismo techo pero irreconciliablemente divorciados.
Y si hablamos del área de Ginecología, dicen las malas lenguas que sufre de un raro trastorno que le hace pisar huevos, levitar en las nubes y canonizarse en vida. Y si la paciente se muere, pues, ni modo, se murió. Sigamos (Glup).
En teoría, cada integrante del equipo debe sostener una estrategia que le permita a cada mujer llegar sana y salva más allá del parto, o sea a los 42 días posteriores a este evento.
En la práctica, toda la carga se deja a los y las obstetras, quienes podrán saber mucho de salud sexual y reproductiva, pero no poseen toda la capacidad para realizar tal o cual procedimiento, ya que la 105 establece que todo, absolutamente todo el personal asignado a un establecimiento de salud debe interactuar para captar gestantes, proceder con los controles y prever todo lo necesario para la atención del parto (en el establecimiento, de preferencia)y post-parto. Y adivinen qué: los equipos multidisciplinares no tienen la disciplina de interactuar. Toda la chamba se le deja al personal obstétrico.
¿Y si no hay obstetra en el establecimiento de salud? ¡Sonamos!
Si nadie colabora con nadie, ¿qué niveles de coordinación tenemos para salvaguardar la vida de las mujeres? A eso agreguemos esa militarizada, psicótica y sádica costumbre que tiene el personal nombrado con el personal contratado o que realiza su servicio social de tratarle peor que a soldado raso, por esa estúpida creencia de ‘pagar piso’. ¡
Y eso que no hablo de profesionales que solo sabe Dios cómo sacaron el título y la colegiatura, y andan regando teorías médico-administrativas disparatadas, desactualizadas y con unas actitudes soberbias (acomplejadas, diría yo).
Como dije antes, nadie ha pagado con el puesto por estas presuntas negligencias, y estamos hablando de vidas humanas. ¿Por qué no ha pasado esto? Porque no se sanciona a quienes debe sancionarse, porque se mantiene en el puesto a quienes no deben mantenerse, porque el problema no es solo de la cabeza sino de todo el sistema… hasta el último técnico de enfermería.
Se tiene que investigar independientemente y con probidad; si no, seguiremos lamentando que otra madre se vaya vergonzosamente para siempre.
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