ERP/Nelson Peñaherrera Castillo. El jueves estuvimos en Santa Sofía (Ignacio escudero, Sullana) asistiendo a la réplica que los y las estudiantes del último año de secundaria tenían que hacer como parte del taller Un Billón de Pie: tras haberse capacitado en cómo prevenir la violencia basada en género, ahora tenían que capacitar a los compañeros y las compañeras de grados inferiores.
El tema que seleccionaron fue embarazo adolescente, que, preliminarmente, no nos parece una coincidencia, sino un llamado de alerta a nuestras conciencias para darnos cuenta que es importante unir esfuerzos para abordar este problema no para anular la sexualidad de los chicos y las chicas, sino para que la aprendan a vivir con plenitud, con alegría y con responsabilidad.
Y fueron las chicas quienes facilitaron el espacio con tanto aplomo que me quedé gratamente sorprendido. “He aprendido mucho de ustedes”, les dije al finalizar y tras anunciarles que habían logrado el equivalente al 85% de los objetivos propuestos, una calificación alta.
Tras salir, reflexionábamos camino a Sullana junto con la lideresa comunitaria Vicky Peña y la psicóloga Rossiely Cruz si acaso el mundo adulto garantizaba que ese espacio de fortalecimiento que se logró en la escuela de Santa Sofía podía, al menos, respetarse con el propósito de que se desarrolle y mejore la vida de esos y esas adolescentes. Nuestra respuesta fue un No contundente.
En el mundo adulto, estamos haciendo de la violencia un activo en franco crecimiento, a un ritmo que ya quisiera sostener el dólar. Y la usamos porque tenemos una obsesión por el poder, porque queremos imponer nuestra voluntad importándonos un bledo la voluntad de los y las demás; y a su vez, los y las demás quieren imponer su voluntad en desmedro de la voluntad del resto (incluyéndonos).
Y de este modo surge una reacción en cadena cuyo único fruto es más violencia.
Dos claros ejemplos de que el mundo adulto es la peor garantía que existe para esos ideales adolescentes de un espacio libre de violencia y lleno de seguridad son la manifestación vandálica del lunes en la Municipalidad de Sullana, que ya me referí el martes último, y una denuncia de supuestos maltratos a un estudiante en la escuela de suboficiales de la Policía nacional en La Unión (Bajo Piura).
En el segundo caso, parece que los destruc… perdón, los instructores no encontraron mejor forma de disciplinar a un alumno que someterlo a un rito sádico: golpearlo y patearlo por donde fuera, y luego exigir que sus compañeros hicieran lo mismo, para después mandarlo a una ‘cuadra de castigo’.
A raíz de los actos vandálicos provocados (como vimos en un video) por un empresario de las procesadoras de la Zona Industrial de Sullana, se nos envió contingente policial extra para controlar eventuales desmanes. Un amigo mío me aseguraba que gracias a ese refuerzo no tenía por qué temer, debido a mi respaldo a que se suspendieran las actividades por aniversario provincial, como medida preventiva contra choques violentos que pudieran afectar a la ciudadanía, especialmente la niñez.
Además de ahorrarnos el mal ejemplo, salvaguardábamos vidas.
La respuesta que me dio mi amigo es que no se debía suspender nada porque demostraba “debilidad” ante los empresarios. Mi posición era que no se trataba de debilidades sino de proteger vidas. “Para eso está el refuerzo policial”, me replicó.
Me quedé de una pieza.
¿Confiar la vida de niños y niñas a un personal formado bajo prácticas sadomasoquistas, donde la vida humana pierde todo valor? Porque, me disculparán, pero si algo ha demostrado la Policía Nacional es tener cero criterio al lanzar bombas lacrimógenas, incluso afectando edificios atestados de escolares en horas de clase. ¿O ya creen que se me olvidó lo que pasó hace un año en Chulucanas?
Por cierto, no recuerdo que se pidiera disculpas a la población por esa negligencia.
Alguien formado o formada en la violencia le pierde respeto a la vida y logra que quienes le siguen también le pierdan respeto; por lo tanto, ¿cómo podemos pretender actos humanitarios en quienes fueron formados y formadas sin humanidad? ¿Y no somos los adultos y las adultas quienes nos esforzamos por transmitir ese tipo de lecciones?
Y la violencia, en el fondo es esa ausencia de humanidad, una animalización que escandalizaría incluso a los animales. Ese es el legado del mundo adulto al mundo adolescente: obtener el poder imponiendo mi voluntad a la voluntad del resto, incluso apagando su vida.
Y en todos los modos, un embarazo adolescente apaga vidas. Parece que esa ha sido la razón de fondo por la que Santa Sofía lo eligió como tema para decir en concreto: respetemos nuestras vidas, pero ustedes también respeten las nuestras.
Si no damos el ejemplo, no exijamos que nos tomen de modelos.
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