ERP/Nelson Peñaherrera Castillo. Mucho más anticipada que la guerra por el agua, en Sullana se está desarrollando la guerra de los espacios, un proceso involutivo de vieja tradición feudal que consiste en acumular la mayor cantidad de escenarios posible con la única finalidad de adquirir poder basado en la figuración, una suerte de ver quién clava primero una banderola que reza “Yo sí, tú no”.
Esta semana el espacio en disputa fue el salón Víctor Borrero en la Municipalidad Provincial de Sullana (otra vez?). Fue conquistado después de años y años de gestión por la comunidad artística chirense para realizar sus diversas actividades, desde presentaciones de libros hasta exposiciones pictóricas, pasando por célebres debates.
Y no solo por artistas, sino por la ciudadanía en general que deseaba un ambiente más “íntimo” que el Carlos Augusto Salaverry.
Este es el mismo espacio que en algún momento fue la Sala de Niños de la Biblioteca Municipal, luego el Museo de Sullana (ahora en el Centro de Convenciones) y finalmente el salón Borrero.
Los ánimos entre artistas y el alcalde Carlos Távara se crisparon (insisto, ¿otra vez?) luego que se decidiera que dentro de ese salón se instalarían unos tabiques de madera para una Oficina de Promoción del empleo, un proyecto gubernamental que, como su nombre lo dice, busca dar chamba (justo cuando comienza la campaña presidencial).
A los y las artistas esto les sonó como arrancarles un pedazo de la ropa, pues obviamente implicaba menos superficie para realizar sus actividades. El reconocido pintor sullanero radicado en Piura, Francisco Mauricio, me dijo el martes que uno de sus temores es que el Borrero termine corriendo la misma suerte del Lola Cruz, donde los tabiques llegaron para quedarse. Una fuente edil me aseguró que el recorte solo duraría medio año.
Aunque creo que promover el empleo es importante, me parece de muy mal gusto haber recortado la superficie del salón Borrero, ya que es una de las dos únicas galerías de arte ad-hoc que hay en la ciudad, y donde por lo menos se puede garantizar un acceso más democrático.
Pero también es cierto que esta decisión fue posible por ese defecto que han adoptado los y las artistas de Sullana, quienes por hacer un trazo distinto, se miran peor que perros y gatos al punto que andan encerrados en sus ‘ghettos’ cuando lo que se necesita es unirse o mostrar unidad para que el gobierno tavarinesco no haga lo que hizo con el salón Borrero (eso sin contar la indignación de la familia de don Víctor).
Y esa es otra guerra aparte por ver quién viaja, quién expone, quién se apropia de una galería de arte… en fin, una comunidad donde ya no es necesario el ‘divide y vencerás’ porque ya venía dividida de fábrica, es decir, desde la escuela de Arte. Claro que pobrecitos los no-alineados porque esos paran más ninguneados que la patada teniendo tanto talento como los ‘asociados disociados’.
¿Y todo por qué? Porque el espacio es el objetivo a conquistar, una especie de ‘paintball’ donde todos van contra todos, pero donde la autoridad municipal, en realidad, ni siquiera está de espectador, porque nunca se le ha visto asistiendo a actividad artística alguna. Y esa no me la contaron; me consta.
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