ERP/Nelson Peñaherrera Castillo. Creo que para entender el problema de la migración en Estados Unidos deberíamos vernos en el espejo de Sullana.
Nuestra localidad está esencialmente compuesta por foráneos o hijos de foráneos que llegaron acá para mejorar su futuro. Cómo lo hicieron es otro asunto, pero ese fue su fin último.
Como conté alguna vez, mi familia vino de partes tan diferentes para formar mi hogar, así que soy hijo de migrantes.
En algún momento, yo también tuve que migrar para trabajar.
es bien raro que alguien, en la actualidad, se quede en su terruño para realizarse. Sea por corto tiempo o por toda una vida, parece que un precepto universal es movernos para ser quienes somos en la actualidad.
Y como en los estados Unidos, las capas de migrantes en Sullana han traído sus propias costumbres, han intentado enriquecer una identidad tan peculiar y siguen encontrando resistencias para sincretizarse en un rostro nuevo, que tiene algo de cada quien.
Aún seguimos usando el recelo como unidad de medida para la calidad personal. Casi rayamos en racismo (aunque luego algunos lectores se escandalicen porque lo digo) para elegir nuestros círculos sociales, nuestros espacios de convivencia y hasta nuestras formas de expresar el alma.
Somos un pegote social que aún cuesta trabajo mezclar debido a prejuicios, estereotipos y mucho, mucho, mucho egoísmo.
Paradójicamente ese pegote es el que hace de Sullana la segunda ciudad más iportante de Piura, creo más por inercia que por convicción. Si fuera por convicción, hace rato hubiéramos destacado en todo el Perú.
Pero lo que nadie nos quitará de nuestro real ‘timeline’ es que somos hijos e hijas de migrantes, de gente que vino de lejos o de cerca para trocar su vida por una mejor vida. Esa es la magia de la migración. Ese es el sentido del mensaje del Papa Francisco ahora que anda de visita por Estados Unidos.
No es un mensaje católico, ni religioso, ni menos político; es un mensaje humano, de orgullo, de convicción.
Migrante no es sinónimo de delincuente, ni de fracasado, ni de desplazado, ni de advenedizo. Migrante es sinónimo de oportunidad, de mejor vida, de realización personal.
¿Cuántos y cuántas llevamos la frente en alto identificándonos como fruto de la migración?
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