Por: Edmundo Quino Suárez. Año 1979, un grupo de jóvenes llenos de ilusiones, expectativas y muchos sueños, egresábamos de las aulas salaverrynas, nuestra alma mater que nos cobijó, nos preparó y permitió gracias a nuestros maestros creer en nosotros (autoestima) y saber que estábamos en la capacidad de salir adelante, hacer realidad nuestros sueños (propósito y visión), en su gran mayoría lo conseguimos, crecimos con la convicción de ser hombres de bien.
Gracias a la rigidez de nuestros auxiliares que nos sembraron disciplina: Flavio Castillo y el Sr. Garrido; al Secretario que nunca dio un no como respuesta, cuando le pedíamos un favor, Don Manuel Valle Moreno; a nuestros directivos, Ernesto Eslava y Don Augusto Ortega; a nuestros profesores de letras, Mario Palomino, Alfonso Arellano y Blas Correa; de Historia Gerson Burgos y Teodoro Agurto; de Ciencias nuestro recordado Leonel Arrivasplata; de Geografía nuestro querido Alberto Meléndez y Roder Ahumada; de Matemática Amparo Arrunátegui y “Chicho” Montoya; como olvidarnos de nuestros profesores de Educación Física Lucio Castro y Orlando Nole; de Arte Guillermo Canales y de Educación Religiosa Manuel Crisanto.
Como no recordar a nuestros Maestros de talleres; quienes nos disciplinaron en el trabajo, las destrezas y haceres y nos sembraron responsabilidad: Ricci Marchan, Juan Ontaneda, Arnulfo Ladines, Simeón Zapata, Felipe Rueda, Alberto Díaz Palma, Carlos Talledo Guerra, Negrini, Peralta, Ramírez, Delgado, Guerrero, Quesquén, Rosas, Patiño y muchos grandes maestros que escapan a mi memoria, algunos maestros y compañeros de carpeta ya no están físicamente con nosotros pero siempre vivirán en nuestros corazones; todos ellos sin excepción, magnificas personas, profesionales y caballeros hacedores del bien.
Mención aparte, la picardía de nuestros compañeros de clase, “Characato” y Cienfuegos con la pelota, Lucas, “Quiriqui”, “Chelele” y “Chonguito” en la palomillada; pero todos nos respetábamos y compartíamos todo, éramos muy solidarios. ¡Qué gran equipo el nuestro!.
También merece una mención aparte nuestro inolvidable “Vitamina”, el pancito calientito que nos dio vida, solidaridad y nos hizo felices.
Hoy después de 40 años, como hombres de bien, liderando nuestras familias y emprendimientos no dejaremos de trasmitir a nuestros hijos y nuevas generaciones salaverrynas, las sabias enseñanzas de nuestros maestros a quienes viviremos eternamente agradecidos. ¡Feliz Aniversario, querida alma mater!
Salaverry, el poeta del Chira os enseña el sendero a seguir.