ERP. Es común que la población se entere primero de los actos de corrupción que se acendra en las instituciones públicas. Bastaría mirar en una entidad nacional, regional o local a funcionarios asignando presupuesto u otorgando proyectos y que decide a que proveedor escoger; constructores que jamás estudiaron ingeniería y que hacen de constructores, otros que todos saben que reciben la coima y todo se va multiplicando.
Bastaría solo mirar para darse cuenta que algo oscuro viene sucediendo en estas entidades y ni que decir de los vehículos último modelo, de las viviendas que crecen de manera vertical. Las formas y modalidades de la corrupción son múltiples.
La corrupción remece las estructuras del país
Frente a lo que se viene constatando en el país, la corrupción afecta la moral de una población o un país y no denunciarla significa convertirse en su cómplice, advirtieron expertos del Instituto Nacional de Salud Mental Honorio Delgado-Hideyo Noguchi.
El médico psiquiatra de la Dirección de Salud Colectiva de dicha institución especializada, Luis Matos Retamozo, definió la corrupción como el aprovechamiento del poder para beneficio propio de una persona o un grupo de personas.
"Es un comportamiento que se produce por imitación de las conductas de otros. Por lo general, la persona corrupta es aquella que tiene rasgos sociopáticos de personalidad", comentó.
Dijo que el corrupto es una persona que no respeta ni toma en cuenta los valores de una sociedad. Es decir, le da lo mismo robar y no le importa quedar mal con tal de beneficiarse.
“La impunidad favorece el florecimiento de la corrupción”, anotó.
La anomia como consecuencia de la corrupción
Para el especialista, la corrupción puede conducir a uno de los problemas más graves que afectan la salud mental: la anomia, que implica considerar que da lo mismo actuar de manera honesta o no.
La anomia justifica la corrupción y la alienta de una manera cómplice por no denunciarla, afirma Matos, quien agrega que es un riesgo, pues, las personas pueden acostumbrarse a esas conductas inadecuadas y volverse indiferentes.
Incluso muchos consideran que es algo normal y logran sus propios justificantes para autoconvencerse que no están cometiendo nada malo, aunque ya en los momentos apocalípticos tenfan que pedir clemencia sobre un hecho descubierto, cuando pudieron evitarlo en su debido momento.
“Ese día estaremos perdiendo nuestros valores y dañando nuestra salud mental”.
Alertó que ante tantas noticias de corrupción, los niños y niñas pueden interiorizar estas acciones, aprenderlas y repetirlas. Es allí, dijo, que los padres, maestros o tutores cumplen un rol importante en educarlos y fomentar buenos valores e indicarles que todo acto incorrecto lleva a una sanción o castigo.
La niñez y los impactos de la corrupción
“Es necesario inculcar desde la niñez buenos valores, enseñarles a diferenciar entre lo bueno y lo malo, y que cada ciudadano tome conciencia de sus actos y asuma la salud mental como un derecho fundamental en su vida”, puntualizó Matos Retamozo.
Por su parte, el psiquiatra Guillermo Ladd, de la misma institución, comentó que quien corrompe puede tener algunos rasgos de personalidad psicopática, a diferencia de que es corrompido.
No obstante, algunos -en un contexto de poder- pueden no tener empatía, ni sentir culpa cuando hay un error; y además emplean al otro para beneficio propio".
Ladd comentó que hay dos tipos de corrupción, la que se da a nivel del Estado y la que ocurre en el entorno cotidiano y "que muchas veces pasa desapercibido porque están muy interiorizadas".
Como ejemplo de esto último, citó cuando los padres de familia -ante una llamada telefónica que no desean responder- piden a sus hijos mentir aduciendo que no están. "Toda conducta dirigida hacia el egoísmo, la falta de solidaridad con el otro, dará lugar a conductas corruptas. Eso se ve en cosas mínimas: llamadas que son recibidas y se niegan; el maltrato que se hace hacia personas que trabajan en el hogar".
Con información de Andina