ERP. Un policía asesinado por delincuentes que pululan en la capital de la República, varios asesinatos en otras ciudades y entre ellas Sullana; asaltos por doquier, pero, lo que debería ser la máxima preocupación de este gobierno, simplemente no lo es. El Perú se degrada políticamente y se desangra por la inseguridad ciudadana.
La población de Sullana, una provincia expuesta a la inseguridad ciudadana, fue escenario de un asesinato más, a manos de delincuentes donde el valor de la vida no significa nada, actúan a libre albedrío, asaltan, roban, extorsionan y matan sin piedad. Una esforzada trabajadora murió, tanto como sucedió en la víspera con un mototaxista.
El Perú, se degrada políticamente, con una presidenta ilegítima y un ministro del Interior que cumple órdenes de destruir aquello que funciona y olvidar su real competencia que es garantizar el orden interno. Juan José Santivañez, ha demostrado ser un personaje convenido e inescrupuloso, pero tiene una mandataria que lo respalda y un Premier que lo defiende.
Estos sujetos, que deben ser garantía de la Ley, confrontan entre poderes, desprestigian al que los investiga, avalan al que les sirve, se coluden con el Congreso, para apoyar a bandas delincuenciales, pero el poblador común y corriente, aquel que solo tiene como atributo su honestidad laboral, es abandonado a su suerte.
La Policía Nacional del Perú, la de la superioridad, se prestan para el engaño, la mentira y el despliegue inútil; pero, igualmente, sin un trabajo serio, las municipalidades se suman en un desprestigio por la falta de acciones concretas. Se necesitan herramientas para la seguridad de las ciudades y más allá del patrullaje integrado, se necesitan videocámaras y más inteligencia.
Indigna conocer que una vida se pierde, que muchas familias viven el dolor de una pérdida, tanto como indigna saber que se tiene un gobierno cómplice de lo doloso, irresponsable en el presente y el futuro, y que tropelía más tropelía, degradan el país. Esta presidenta y sus ministros deben irse, son inservibles.
Habría que escuchar las quejas de los familiares de las víctimas, para darse cuenta el nivel de disconformidad. Esta situación, se debe solucionar con legitimidad y con acciones concretas. Actuar con responsabilidad es una obligación, exigir el cumplimiento de competencias es válido y si eso no sucede, la protesta y los vítores en contra de un gobierno ilegítimo es valedero.
En el caso de la provincia de Sullana, la delincuencia actúa sin pausa. Un día matan a uno para robarle o simplemente para cobrar cuentas impagas, al otro sucede lo mismo y así, la estadística sigue sumando víctimas. Pero la ciudad, con sus más de 300 mil habitantes, sigue totalmente ingobernable y desordenada.
La realidad del Perú y del país en general, tiene problemas centrales, uno de ellos es el de la inseguridad ciudadana que se encuentra vinculado con la ingobernabilidad de la que hablamos. No se puede estar indiferente frente a una mandataria que no representa a nadie y que para desplazarse lleva un séquito de policías, para evitar que el grito de corrupta y asesina se extienda con su presencia.
Estamos regresando a los peores momentos, el Poder Ejecutivo y Legislativo son un binomio díscolo, los ministros cómplices de las malas acciones, los gobernantes regionales y locales, incapaces y limitados, la Policía Nacional del Perú, la del llano, eficiente cuando quiere, al final la única que con levedad trata de dar una pequeñísima protección ciudadana.
Sullana protesta, el Perú en general hace lo mismo, que se vaya el ministro fanfarrón, que adelante las elecciones esa señora que no sirve para presidenta y que los vándalos que están en el Parlamento, entiendan que no los respalda nadie y sigan el camino de los anteriores.
Las muertes no deberían quedar impunes, ni la del Policía de Lima, ni Karol en Sullana. Ambas vidas tienen el mismo valor y en tal sentido, si no fue posible evitar la desgracia, por lo menos que se garantice justicia a los familiares. El Perú, quiere paz, no quiere inseguridad; el Perú quiere vida y no un escenario de muerte.