ERP/M.Seminario. Aseguraban que en Mallares la señora Filomena y sus 4 hijas, tenían buenos bizcochos, que además de sabrosos eran muy dulces y parecían fabricados por la misma Venus de Milo, que eran bizcochos de calidad, y que no se comían en cualquier parte, y había que estar en Mallares para comer buenos bizcochos.
En una oportunidad, hace más de 20 años, estábamos cruzando el puente Simón Rodríguez, entre El Arenal y Amotape, cuando de pronto, un bizcochero, ya no a pie, ni en burro, sino en bicicleta, nos ofreció un tendal de bizcochos, eran aproximadamente las 3 de la tarde, y como no habíamos almorzado, en un abrir y cerrar de ojos, devoramos más de media canasta, estábamos con Susana Aldana, gran historiadora e ilustre piuranista, con los hermanos Zegarra Pezo, mi hermana Ruth, y otros amigos que se habían sumado a la jornada, en tiempos que el Instituto Provincial de Cultura, era dirigido por Marcela Ruiz Carnero.
De pronto el bizcochero empezó a haber bromas, uno de los Zegarra Pezo le decía que en Amotape había buenos bizcochos, y el vendedor repetía, “y en Sullana También allá hay bastantes, más que en Amotape, los encuentran de toda laya, fríos, tibios y calientes”. Intrigada por el ir y venir de la conversación, la historiadora se mostraba medio intrigada, no entendía la connotación del diálogo, diría luego Luisa Chulli, cuando le narré la anécdota, que “la historiadora ignoraba que en Piura, coloquialmente, a cierta parte del cuerpo femenino, se le conoce como bizcocho, o simplemente con las dos últimas sílabas de esta palabra”; incluso me aseguró, que cuando era niña, a una señora la conocían como “La cocho Pelao”. Solo ella sabe el porqué.
Indudablemente que ahora, cuando se quiere comer bizcochos, hay que buscarlos con lupa, sobre todo biscochos de la variedad labranza, de esos que se hacen con harina de trigo, manteca cochinito, anís, azúcar, agua, carmín amarillo y levadura, mezclados en cantidades proporcionales. Esos buenos bizcochos, ahora se encuentran sólo en Tambogrande, lugar donde el 29 de enero comimos cachangas labranza con Luis Ernesto Mendoza, Juan Domingo Saldarriaga Atoche, y César Leigh Arias, cuando viajábamos hasta El Faique, donde todos en grupo, repetíamos suspirando, Bizcochos, los de antes!
Hoy las panaderías se han modernizado, los panes y los bizcochos se hacen a máquina, ya no se encuentra pan labranza por ninguna parte, y sobre todo, de esos que en horno de leña doraban el pan, los bizcochos y toda clase de pasteles, que se comieron como en otros tiempos, como cuando los vendía en su panadería la señora Domitila en Suyo. La última vez que comí pan labranza, fue el 31 de enero de este año, en Suyo, porque los sobrinos de Domitila conservan la tradición.
Miguel Arturo Seminario Ojeda / Presidente Honorario de la Asociación Cultural Tallán