ERP. Si la naturaleza tuviera voz como la de los seres humanos, cuantas cosas bellas nos diría, así como cuando los truenos retumban y estremecen al silencio, que en actitud contraria al caos insonoro, va zigzagueando entre los vacíos que conducen a la nada, en medio de ello se alza la voz de la naturaleza, resonando como un bronce atizado sobre los fuegos de una gigantesca hoguera.
Por Miguel Arturo Seminario Ojeda
Hoy estoy imaginando el cielo cordobés, cargado de la esencia de un mágico perfume de primavera, mejor dicho, estoy recordando las tardes y anocheceres primaverales, cuando los listones del véspero engarzados sobre los ribetes de las nubes, me hacían verlas con un ruedo dorado, como si mil rayos de una tormenta enamorada, se hubiesen quedado prendidos sobre las nubes, que cual novias en el cielo, miraban desde lo alto a mi querida docta, a la Córdoba cautivadora, y llena de luz.
Y este recuerdo ha sido motivado por el envío de flores a nuestras amigas comunes, por Marcelo Ricotti, llegaron imágenes desde San salvador de Jujuy, les envió dos regalos floridos, que ellas han valorado mucho, y de manera muy especial habrá sentido su perfume, Patricia Marramá, quien desde hace un día, es una flamante doctora, y a quien todos hemos felicitado, con ayuda de la magia de la tecnología que posibilita la virtualidad.
Mientras conversábamos sobre una espectacular fotografía que envió Nilda D Loia sobre un crepúsculo cargado de nubes arreboladas, Julia Aguirre, sintetizó la imagen recordándonos, que: “ese cielo habla”, y de inmediato mil emociones se asomaron en mis recuerdos, mi siempre amadísima Córdoba afloró con la intensidad que me hizo quererla, desde que descubrí el porqué de su apelativo de “Docta”, cuando empecé a investigar en la hemeroteca de la Legislatura.
Me gustaba ver el cielo primaveral de la ciudad, porque entonces todos los días se hacían más largos, y yo los esperaba con ansiedad, especialmente a las tardes, para mirar al sol que se despedía con un cuadro natural, donde los artistas eran los vientos, las nubes, y la debilidad del astro rey, de ese sol que mientras agoniza en una latitudes, es fuente de vida en otros espacios, avanzando hacia el occidente.
Desde la azotea de la casa de mi residencia, me enamoré del cielo cordobés, y lo soñaba mientras dormía, como lo sueño ahora desde Lima, ese cielo ha estado siempre conmigo, como también lo está el cielo estrellado que en las noches invernales brillaba con tal intensidad, y cantidad de estrellas, que no sabía, en un momento, a cuál calificar como más deslumbrante, si los cielos de noches invernales, o a los cielos de atardeceres incomparables.
En el invierno las estrellas me parecían estar tan bajas, e imaginaba que cualquier ser humano las podía alcanzar, siempre las había visto tan altas, que ahora, con solo mirarlas parecían estar a unos metros de distancia, y quería estirar las manos, agarrarlas y hacer coronas que con toda seguridad, calzaban en las sienes de todas las cordobesas.
Por una coincidencia, hoy que vuelvo a ver el cielo cordobés a través de imágenes, es el día que mi hermana mayor cumple 70 años, hoy hemos estado comunicados al mediodía a través de una Misa virtual, y ahora mismo a través de este artículo, porque van de regalo para Juanita, estos trozos de cielo cordobés enviados por Nilda D Loia, cargados del aroma de su paisaje, y de la gente que vive bajo ese cielo, que también conoció y admiró mi mamá, cuando estuvo el Córdoba, la novia del Suquía.