Por: Miguel Arturo Seminario Ojeda. El jueves 4 de enero de 1821, los piuranos expresaron en cabildo abierto, su voluntad de ser libres e independientes de la metrópoli española. Era una decisión que se había incubado tempranamente, al decir de la historiadora Ella Dunbar Temple, cuando escribió sobre este acontecimiento.
En efecto, los piuranos no esperaron la llegada de pliegos de Torre Tagle para manifestar su espíritu patriótico, porque como bien le constaba al general San Martín, la idea de patria y de independencia, había germinado tempranamente, como se lo hicieron saber los espías que había destinado desde 1818 a tierras del virreinato del Perú.
Cuando Hipólito Unanue fundó la Sociedad de Amantes del País, a fines del siglo XVIII, este proyecto obedeció a un objetivo coherente, relacionado con la emancipación que ya se vislumbraba, y que se fortaleció con las elecciones de 1812, oportunidad en la que los ciudadanos de Piura manifestaron su voluntad de elegir a sus autoridades municipales, por primera vez.
Se acepta generalmente, que el protagonista principal de la independencia de Piura fue Miguel Gerónimo Seminario y Jaime, sin embargo al lado de él hubo otros piuranos de tanta acción y decisión, que sin alguno de ellos no se habría conseguido que los piuranos en general se pronunciaran como lo hicieron en ese memorable, para cuyo bicentenario nos separan 2 años.
Así como Piura proclamó la independencia el 4 de enero de 1819, otros pueblos de su jurisdicción también lo hicieron, quedando el registro de Paita, Querecotillo, Amotape, La Punta (hoy Sullana), Huancabamba, Sechura, La Huaca, Frías, Suyo, Cumbicus y Ayabaca. Esta declaración y proclamación no quedó en un hecho formal solamente, porque existe abundante documentación de los aportes patrióticos que en dinero y especies, hicieron a la causa de la patria los piuranos de hace dos siglos.
A dos años del bicentenario de la independencia de Piura y de la independencia nacional, reflexionemos sobre este suceso, y tras un examen de conciencia, tomemos el firme propósito de enmendar lo que no está bien hecho, y de edificar un futuro acorde con lo que la patria demanda, en un compromiso que mueva a todos los piuranos sin considerar algún indicador que aparentemente los separe.
Después de la proclamación de la independencia por el general don José de San Martín, el 28 de julio de 1821, la actividad electoral que se inició a fines del virreinato en 1812, continuó con los primeros años de la república, al convocarse al Congreso Constituyente en 1822. El general San Martín siempre fue respetuoso de la voluntad popular, por eso, en la proclama memorable del 28 de julio de 1821, se refleja que él no impuso la independencia, sino que el Perú era libre e independiente porque sus propios hijos así lo habían decidido en cabildos abiertos en la mayoría de las ciudades del interior, cuyas decisiones por la independencia obraban en copias remitidas al Protector de la Libertad del Perú.
Y así fue, Supe, Lambayeque, Trujillo, Huacho, Huaura, Barranca, Pativilca y muchos pueblos del interior se adelantaron al 28 de julio de 1821, por eso San Martín pronunció esa frase memorable, que significaba el respeto por la voluntad de los peruanos, y se iniciaría una lucha, en medio de una causa justa que Dios defendía, como lo expresó ese día en la Plaza Mayor de la Ciudad de los Reyes.
Sobre el acontecimiento en la ciudad de Piura se ha escrito mucho, y existe documentación abundante; en 1921 se celebró el Centenario, y se acuñó una medalla conmemorativa, siendo pocos los piuranos que la conservan. El Centenario de la independencia nacional fue celebrado por el gobierno de turno y en todo el Perú por las instituciones asociadas al quehacer cultural y cívico.