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Dom, Nov

"El Niño del 83" en la memoria colectiva

Miguel Arturo Seminario Ojeda
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ERP/Miguel Arturo Seminario Ojeda. Coincidentemente con el fenómeno El Niño de 1983, ese año comencé a investigar en los archivos históricos de Lima, vaya coincidencia, pero así fue como empecé a conocer históricamente a este fenómeno, que en más de una ocasión ha impactado a los piuranos, cuando la intensidad de sus reflejos va más allá de una bendición. Si ahora, en el 2015, por la falta de previsiones, hay un temor latente, es de imaginarse lo que habrá significado para los piuranos de los siglos XVI, XVII, XVIII y XIX.

fen2Yo conozco al Niño históricamente, he leído cartas de piuranos y otros documentos de los siglos XVII, XVIII y XIX, siendo los escritos del XVII los que más me impactaron por el realismo de su descripción, los precios se habían encarecido de tal manera que la sobrevivencia para los pobres fue fatal, peor que en 1983. Hoy se anuncia todo tipo de providencias por parte de los gobiernos locales, regionales y el gobierno nacional, además, como decía Chabelita Ramos Seminario, ex directora de la Casa Museo Grau de Piura, hay que aprender a convivir con El Niño, fenómeno recurrente que cambió la vida de muchos piuranos a partir de 1983.

Estaba por terminar 1982, a fines de octubre de ese año chispeaba, y la opinión general era que cuando las lluvias se adelantan el año va a ser malo. A mi me encanta el color verde de los valles piuranos, para mí el Chira, y San Lorenzo, son un gran regalo para los peruanos, frente a los comentarios, imaginaba que el 83 sería seco, pero cuando mis hermanas regresaron a Lima después de pasar en noviembre la celebración del aniversario de Sullana, una noticia trastocó mi manera de ver las cosas, en el camino entre Sullana y Piura las había sorprendido una lluvia diluvial que les había impactado, habían visto y experimentado una pequeña tormenta, llovió como jamás de les hubiese ocurrido, fueron unos minutos en los que cayó un aguacero que les asombró.

Eso me hizo recordar la canción de un cuarteto cordobés (Argentina), que comenzaba, "que se viene el agua que está por llover, la tormenta tiene forma de mujer, parece que va a llover, te dije cuando salí"; y ahora, en el 2015, cientos de noticias salen por todos los medios impresos y virtuales, advirtiéndonos del Niño que se aproxima. La apreciación de los piuranos en general obedecía a pronósticos de años normales, pero ante un fenómeno como el que se avecinaba, todos las reglas se alteraban, llovía aunque el cielo estuviera estrellado, recordaba la gente que ya no creía en las señales de la bóveda celeste, el Niño, había impactado a todos los piuranos, quienes recordarían la experiencia por muchos años, registrándose el 83 como año clave para entender las lluvias, comparándolas con antes del 83, y, después del 83.

1983 fue terrible, mi tía Elvira Castro de Quirós, prima de mi padre lo pasó en Lima, tanto como nosotros, mis hermanas estudiaban y vivían conmigo, la televisión y los diarios nos informaban a diario, pero eso no eliminaba las cartas que recibíamos de casa y que guardo hasta ahora. Cuando las plagas de grillos llenaron de estos insectos a las ciudades, mi Papá nos decía en su semanal correspondencia escrita, "en estos momentos nos estamos comunicando a señas, por temor a tragarnos un grillo si abrimos la boca". Al final de las lluvias, ya mi tía Elvira empezó a recitar su famoso poema costumbrista "Yo soy un dannificau", que nosotros escuchamos mientras lo iba escribiendo, imagínense el genio de la poetisa, que sin haber estado en los días de lluvia, pudo escribir esta bella composición que retrata un momento dramático para los piuranos y tumbesinos, lo que si experimentó doña Elvira, fueron las inundaciones de la Unidad Vecinal en
1972, que en nada se parecen a los efectos del 83.

Tanta era mi curiosidad, que casi al final de las lluvias fui a Piura, y al llegar a mi casa en Sullana intenté correr a 6 sapos muy gordos, escondidos bajo mi cama, los batracios se habían apoderado de mi dormitorio, mi madre me recomendó no hacerlo: "sácalos, y antes que te imagines encontrarás 10, ante el menor descuido regresan", los sapos no se fueron de la ciudad, hasta terminar el festín que les consintió estar comiendo una interminable dieta de grillos, pues tenían para desayuno, almuerzo y cena, de tal manera que arrastrando la panza, reflejaban el símbolo de la gula máxima.

En setiembre de 1983, las personas no dejaban de conversar sobre el fenómeno El Niño, y todo el impacto que les había causado esta experiencia, eran momentos inolvidables que los iban a recordar para siempre. La primera semana de ese mes, fui a visitar a mi tío Otoniel Ojeda Morales a Suyo, el campo estaba verde, como nunca en tantos años, era como si la tierra hubiese absorbido una humedad para 10 años, y cualquier semilla que cayera sobre ella germinara a velocidad increíble; los ceibos sintetizaban la alegría de la naturaleza, nuestro desierto castigado por la sequía, se alborozaba cuando el agua lo humedecía, pero esta vez quedó mojado a raudales. El bosque seco no solo se había regenerado, había crecido inmensamente.

Tome una camioneta descubierta que iba hasta La Tina, la carretera no estaba como hoy, solo había asfalto hasta el desvío a Cruceta, a unos kilómetros de Tambogrande, y el viejo camino seguía un trazo que quizá era milenario, y se había mantenido por los siglos de los siglos. Ya no había góndolas, todavía no circulaban, y eran desconocidas por Piura y Sullana las combis y custer, ciudades que quedaron devastadas por este fenómeno inusual, y en las que aparecieron diversos personajes que se engarzaron a la historia regional, como el caso de don Fernando Bel Houghton, quien con gran solidaridad, apoyó a la gestión municipal de Sullana, con maquinarias para evitar mayores deterioros a la ciudad, de esa manera, los sullaneros, sobre todo los menos favorecidos económicamente, vieron aliviados sus temores del fantasma de destrucción que traía El Niño. Esta gran solidaridad fue decisiva, para que cuando en noviembre de ese año, don Fernando Bel postulara a la alcaldía de Sullana, una gran masa votara por él, y lo respaldara en un segundo periodo municipal de 1987 a 1989.

En el viaje me tocó como compañeros de cabina, entre otros, un dueño de gallos que iba hasta Loja a la feria de setiembre, a las riñas que se organizan allá, donde los plumíferos son parte del atractivo principal; también iba un charlatán, un vendedor de chupetes, y un evangélico. La conversación de los pasajeros giró en gran parte sobre las lluvias diluviales de hacía unos meses, una señora me miró fijamente, quizá al ver que yo no participaba en la conversación, pero era porque quería recoger la información sin perderme un detalle, por lo menos hasta llegar a Suyo, y apreciar, cómo cada piurano había registrado lo vivido en su experiencia particular, la señora exclamó: “señor, no le parece que esto queda para la Historia, que cuando alguien escriba sobre esto tendrá que decir lo que hemos vivido”, sí, agregó otra mujer que estaba a su costado. No me atreví a decirles que yo caminaba de la mano con la Historia, pero si les dije, tengan la seguridad, de que esto quedará para siempre en la memoria de los piuranos, porque la experiencia de ustedes es la de miles de personas.

Y así continuamos viajando, mientras advertía el deseo del charlatán por hablar, necesitaba de un público que escuchara sus ocurrencias, no era piurano, no había estado en las lluvias, lo que le interesaba era llegar a Loja para “trabajar” en lo suyo, pero el evangélico le ganó la palabra, empezó a predicar, relacionando lo acontecido con citas del evangelio de San Mateo, capítulo 24, y la gente absorta ponía una cara de arrepentimiento, relacionaban lo sucedido con un castigo, el predicador se convirtió en el centro de la conversación, y el charlatán seguía desesperado por hablar, estaba esperando la oportunidad para interrumpirlo, y como no la encontró, eligió una estrategia para callarlo, pues sin darle tiempo a replicar, de pronto exclamó señalando los evangelios impresos que el predicador tenía en la mano: “esa Biblia está equivocada, o usted no sabe que Lutero se la robó al Papa, la tradujo como quiso, y luego la imprimieron como él dijo, y así la siguen vendiendo hasta hoy, y usted dice lo que no es”. Eso silenció al pastor, por lo menos hasta que llegué a Suyo.

El charlatán parecía un mago de la palabra, los oyentes, incluyéndome, estábamos absortos con la conversación, yo seguía mudo registrando lo que vivíamos, para mí era un deleite oír hablar a casi todos, menos al arrinconado evangélico que quien sabe que dudas empezó a tener por culpa del charlatán. También aprendí que el vendedor de chupetes, finalmente los tiraba a la quebrada que continuaba crecida por las lluvias que cayeron hasta junio, porque hacía un poco de frío, y según el charlatán, en un tiempo en que “a la gente se le tiritaban los cachetes por el frío”, todo era una estrategia para regresar con un televisor a colores en el corcho de los helados, no hacía mucho que se vendían estas pantallas en el Perú, y en el Ecuador resultaban más baratas, y esto aceleraba las estrategias de los contrabandistas.

Así fue, visité a mi tío Otoniel, le conté lo sucedido, y me narró su propia experiencia con “El Niño”. Poco después regresé a Sullana y a Lima, cargado de la información que sintetizo y comparto con ustedes estimados lectores del Diario Virtual El Regional de Piura, que si ya tenían uso de razón el 83, seguro tendrán mucho para contarnos de esa inolvidable ocasión, que hasta hoy es motivo de inagotable diálogo. Ya lo saben, recuerden, “que se viene el agua que está por llover”.

Miguel Arturo Seminario Ojeda/Presidente Honorario de la Asociación Cultural Tallán.

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