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Jue, Abr

“Y de machito no tienes ‘na’”

Nelson Peñaherrera
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nelson penaherrera castilloERP/N.Peñaherrera. Esta semana estamos conociendo los resultados estadísticos de la primera sesión del taller que Un Billón de Pie desarrolla en siete colegios de Sullana y uno en Santa Sofía, con estudiantes del quinto de secundaria.

Si te pones a revisar las cifras, verás que los varones son la mayoría de los y las más de 600 estudiantes bajo sondeo: casi tres varones por cada dos mujeres.

Sin embargo, son los varones quienes muestran un desempeño inferior frente a ellas.

Durante esa primera sesión el tema fue equidad de género, y ahí están las dos palabras clave de todo el asunto: equidad y género.

Para comenzar, en términos cognoscitivos, las mujeres tienen un mejor rendimiento, identifican mejor, afianzan mejor. Los varones también logran progresos significativos, pero siempre se mantienen a la saga de las mujeres.

Así que eso de que detrás de todo hombre hay una mujer, en nuestra muestra de estudio, es más falso que tarjeta de crédito con cero comisiones.

En términos actitudinales, los números descubren que tanto varones como mujeres aún necesitan pasar de la teoría de que todos y todas somos iguales a la práctica, pero también de que deben comenzarse a liberar de cómo la gente espera que se comporten según su sexo, para pasar a comportarse como ellos se sientan más cómodos y ellas se sientan más cómodas, sin temor al qué dirán, sin temor a que se les etiquete, sin la imposición de lo que papi y mami esperan, para llegar a ser lo que cada adolescente piensa que es su propia identidad. De este modo, su proceso de maduración durante la juventud será libre y natural, no con miedo a que se le censure por no ser como la sociedad espera que sea.

Así, cuando adultos y adultas serán personas más reflexivas y felices, menos reprimidas y nada violentas.

Las cifras también desnudan a los varones como sujetos fácilmente alienables: la mayoría se identifica como macho… pero a la hora que les pides explicar el fondo de su etiqueta, no pueden hilvanar una explicación, o la confunden con un esquema de persona buena a la que se le perdona hacer cosas degradantes (iba a escribir “estúpidas”, pero sería más degradante).

Eso podría explicar por qué algunos adolescentes se han inyectado petróleo para parecerse a los modelos más degradantes de varón: los patitas de Combate, Bienvenida la tarde y Esto es guerra.

Paradójicamente, ya sabemos lo que piensa la pacata sociedad al ver a un varón desnudo en oposición de una mujer desnuda.

En pocas palabras: son lo que creen que son pero sin la más peregrina idea de lo que son.

¿Confundido? Pues, así están nuestros varones de 14 a 19 años.

Y no es la confusión de la adolescencia (si no, por qué las adolescentes sí lo tienen más claro), sino que a nuestros varones, desde niños, se les enseña un esquema de fuerza, agresividad, rudeza, carencia de emociones, pero que los convierte en seres más vacíos, frustrados, erráticos y susceptibles de ser manipulados con facilidad por intereses inescrupulosos que, en el fondo, los quieren como una fuerza laboral que les regrese el dinero que, supuestamente, les pagan por su trabajo.

(Ahora caigo por qué a los varones les remuneran más que a las mujeres: beben más licor, y eso engrosa las cuentas de las cerveceras.)

Los varones nos vanagloriamos de muchas cosas, pero en realidad tenemos poco o nada; Somos una elaboración marketera de seducción sin contenido, de victorias vanales, de sexualidad vulnerablemente polarizada (especialmente bajo la influencia del alcohol), de un modelo educativo que nos ha hecho daño pero al que le rendimos culto.

Por eso, somos los varones quienes debemos romper esos esquemas mentales que nos han dañado por centurias para entender que las mujeres no son competidoras de poca monta (el estudio Un Billón de Pie lo descarta de plano), sino nuestras socias para entendernos, para entender este universo desde una perspectiva proactiva y asertiva, y el complemento obligatorio para construir el mundo hermosamente ideal que soñábamos cuando infantes.

Sí, muchachos, el machismo nos robó nuestros sueños, nos violó nuestra humanidad, nos convirtió en músculo para traer y llevar, pero no nos hizo mejores personas. Matemáticamente hablando, definitivamente no lo hizo.

P.D.: Pueden ver el estudio en http://unbillonpiura.blogspot.com

(Opina al autor. Síguelo en Twitter como @nelsonsullana)

 

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