ERP. Los yerros más recientes de Pedro castillo al frente de la Presidencia de la República, en la que como persona tengo dudas que realmente esté al frente, han provocado una ola reprobatoria entre quienes en algún momento lo defendían hasta la pretina del calzoncillo, y marco ese detalle porque fueron mayormente varones quienes daban el voto por él y ahora se lo quitan al lema de “pensé que porque es profesor, lo iba a hacer bien”.
Por Nelson Peñaherrera Castillo
Y a la luz de las declaraciones misóginas de su destituido presidente del Consejo de Ministros, Héctor Valer, y frente a las que castillo dio un deplorable mensaje a la nación el viernes 4 de febrero de 2022, definitivamente ponen al régimen como un enemigo declarado de las mujeres y todo lo que ellas representan, considerando que son la mayoría en este país bajo cualquier aspecto. ¿Se trata de imponer en Perú un patriarcado fundamentalista al estilo talibán?
Suelta la frase de “pensé que porque era profesor, lo iba a hacer bien”, parece hasta conmovedora, como si de un cruento desengaño se tratase; pero puesto en el contexto del último año en la política peruana, no lo es porque se parte de una premisa equivocada: la profesión u oficio te da, sin más, una categoría moral superior o inferior a la del resto sin cuestionar tu calidad personal. ¿Inocencia política? No parece. Yo diría que más bien mediocridad actitudinal.
Tomemos a mí como ejemplo. Sí, sé que está mal, pero cuando acabe mi explicación entenderás por qué se justifica. Como sabes, soy periodista; y si no sabes, mucho gusto. Se supone que como periodista, por encima de todo, mi deber profesional es decirte la verdad por dura que parezca. Eso me da una categoría moral que podemos resumir en un valor: la veracidad. Si no soy veraz, automáticamente me calificarás como un mal periodista o un periodista desconfiable.
Ahora, supongamos que como periodista soy veraz, pero en mi interacción con mis compañeros, mi vecindario, mi familia o mis amigos soy todo menos veraz, y me manejo a todos esos niveles a base de mentiras, medias verdades u omisiones para que la verdad se ignore. ¿Con qué te quedas tú: con mi imagen profesional, con mi actitud como persona, o crees que ambas son indesligables? Y aquí comienza el centenario dilema de por qué el huevo de Colón podía o no podía quedarse en pie.
La respuesta es: depende de cómo te quieras acercar a mí: si lo haces de manera fanática o utilitaria, te bastará con que te diga la verdad cuando te informo y ya, ahí muere el payaso; si me estás psicoanalizando, quizás me repruebes porque como persona soy todo lo opuesto al personaje que me esfuerzo por construir; si me miras como integralidad, sentirás que te hago ruido por la evidente incoherencia.
Y lo mismo si volteamos los roles, es decir que si como periodista soy el tipo más mentiroso del mundo, pero con mis compañeros, familia, vecindario, en fin, cuando salgo de personaje más bien me conduzco con ellos sobre la base de la verdad. ¿Te quedas con mi mala imagen profesional, te conmueves por cómo soy tan transparente con mi entorno cuando soy realmente yo, o termina dándote un corto circuito con subsecuente espasmo peristáltico al no entender por qué me hago bueno haciendo todo mal?
Puede que haya gente a la que le resulte excesivamente fácil, y tratemos de entender por qué, el hecho de separar a la persona del personaje y darle más valor al personaje por encima de la persona. Ojo, y no hablo de persona y personaje en términos dramáticos o histriónicos, que más bien es una hermosa e interesante ciencia decantando en un arte, sino en términos sociológicos, en término de roles (qué me toca hacer) y estatus (en qué situación me coloca).
Como dije, quizás muchos se quedan con el personaje porque les resulta más cómodo para sus conciencias conformarse con un ideal o concepto intocable que les exime de cierta responsabilidad posterior si acaso la persona comete alguna tropelía. Digo, si todo sale mal, al ideal no puedes llevarlo al banquillo de los acusados porque es un ente abstracto, incluso sujeto a tantas interpretaciones como conciencias haya en este planeta.
Y si buscan eximirse de responsabilidad por las consecuencias de cada acción que el sujeto haga supuestamente invocando ese ideal, en el fondo son unos completos irresponsables porque creerán que en último término, la persona que representa al ideal está por encima del bien y del mal. Y ojo que eso pasa en izquierda, derecha y centro. Digo, por si alguien me salga con la tontería de creer que porque eres de allá, de acá, o de acullá, así debes ser. Se llama estereotipo.
Por lo tanto, si nosotros calificamos a las personas en base a un estereotipo, y creemos que por ese estereotipo, la persona forzosamente va a comportarse tal como la idealizamos, perdonen, somos un puñado de tontos. Dicho sea de paso que en términos de madurez, esa es una actitud adolescente.
Aterrizando en la discusión que motiva esta columna, tu profesión u oficio no te da una categoría moral automática por el hecho de ser esto o aquello; en realidad, tu categoría moral está ligada a tu integralidad, a todo lo que eres y lo que dejas de ser, a todo lo que dices y lo que dejas de decir, a todo lo que haces y dejas de hacer.
Si como periodista soy veraz, pero como persona soy todo lo opuesto, algo feo pasa conmigo; o si como periodista soy mentiroso, pero como persona soy todo lo opuesto, algo horrible pasa conmigo. Y te voy a decir dónde está lo feo: me acomodo a lo que me hace menos ruido porque me identifico contigo o porque hago exacto lo mismo que tú.
Entonces, si hay gente que creyó que Pedro Castillo iba a hacer las cosas bien por el único hecho de que es profesor, actividad loable por cierto, pero decidió desconocer toda la carga tóxica que lo rodea como un tipo irresponsable o violento, que sí lo es, me perdonan, es porque en el fondo quienes sacaron la cara por él son exactamente lo mismo en sus propios entornos: personas quienes creen que el cartón lo es todo… y no lo es todo.
Tampoco digo que quienes le vimos los defectos de fábrica a Castillo somos mansas palomas, lo reconozco, pero al menos tuvimos clarísimo desde un inicio el riesgo que representaba su ascenso al poder, y si tú revisas mis columnas de 2021 o 2017, verás que todo lo que ahora pasa con este señor se ha cumplido a la perfección. No, no es que sea brujo ni vidente, es que la conducta humana es altamente predecible especialmente cuando intentas maquillarla. Y el problema es que Castillo jaló el curso de maquillaje.
Por supuesto que el haberlo advertido a tiempo no me deja con la conciencia tranquila porque, a pesar de que traté de apelar a la tuya para que no cometas el error de elegirlo, lo hiciste; entonces, fracasé en mi intento. ¿Se podría corregir? A estas alturas del partido, el lugar donde Pedro Castillo no debe estar bajo ningún aspecto es la Presidencia de la República.
¿Renuncia, destitución o vacancia? Mira, como está la cosa, la que sea, siempre que sea constitucional. El Perú no puede estar comandado por esa persona. No hay mucho razonamiento que hacer. Eso en el presente inmediato.
¿Qué viene para el futuro urgente y el de largo plazo?
Primero, no ponernos anteojeras. El que luce bien y parece que habla bonito, pero cuando se aleja del micrófono o las cámaras es tremendo sátrapa, no pues, no merece que lo elijamos.
Segundo, no mirar estos asuntos con apasionamiento sino con mucha cabeza fría, como lo dije antes; si algo nos mete en problemas con nuestros gobernantes es creer que son personajes de novela turca y ahí comienza nuestra desgracia.
Tercero, que no me cansaré de decirlo, es pararnos firmes como ciudadanía y demostrarle a quien gobierna o quien pretende gobernar que no está ni por encima ni por debajo nuestro, sino que es parte de nosotros, que nos debe cuentas; por lo tanto, si hace las cosas mal y le decimos que corrija, debe corregirse. No se corrige, chau, y apaga la luz al cerrar la puerta.
Pero eso de seguir pensando que porque es médico, abogado, empresario, aviador, periodista, bailarín exótico o maestro va a hacer las cosas de este o de otro modo, me perdonan, es seguir pensando que la luna es de queso, que los varones venimos de Marte y las mujeres vienen de Venus: es seguir buscando justificaciones a nuestra inmadurez ciudadana, cuando no personal. Y esa actitud ya no la merecemos. Ya fue.
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