ERP. El miércoles 5 de enero de 2022, víspera de la festividad de Reyes Magos para más señas, la convocatoria para el proceso electoral a nivel regional y municipal en todo el Perú fue publicada, lo que da inicio a una temporada altamente noticiosa, de un tiempo a esta parte más por su contenido circense que por la calidad de propuestas que mejoren la vida de la ciudadanía. ¿Podría voltearse la tortilla? En principio, sí; pero va a depender de cuánto presione el electorado.
Por Nelson Peñaherrera Castillo
Lo primero que jamás debemos perder de vista sobre los procesos electorales subnacionales es que su propósito consiste en seleccionar al o a la mejor representante con capacidad para actuar y liderar una comunidad de territorio más restringido, y que pueda disponer los recursos existentes de manera lógica, transparente e inteligente para mejorar las condiciones de vida dentro de ese territorio que administra.
Y este último verbo para mí es clave: administrar. Las gobernaciones regionales y las alcaldías van a recibir dinero de los y las contribuyentes, todos y todas quienes pagamos impuestos, tasas y tributos, para ejecutar obras y actividades según un plan de trabajo previamente discutido y consensuado.
O sea, por más que tu plan de campaña prometa construir una base para lanzamiento de cohetes interespaciales aquí en Cieneguillo, si no fue acordado por la gente, no se hace y san se acabó. Y esto me recuerda un consejo primordial que nunca debemos olvidar para no votar en vano: el tiempo de los charlatanes ya acabó; es el tiempo de los gestores y gerentes. Para capítulos de Candy, Candy, como que andamos muy grandecitos y grandecitas, ¿no?
Y este consejo implica que consideremos algo, muy a pesar que la Constitución Política del Perú deliberadamente lo omite para garantizar el derecho universal a elegir y ser elegido (lo que no significa que debemos demoler toda la Constitución sino reformar el detalle): cuánta calificación posee quien aspire a gobernar un departamento, una provincia o un distrito. Si estás pensando en una hoja de vida, podría ser, pero sabemos que en Perú incluso las hojas de vida son falsificables. Yo hablo de experiencia comprobada.
Es probable que vengas a decirme que tienes estudios en gestión pública o en alguna otra ciencia que nuestra comunidad sí necesita, y qué bueno al menos tengas nociones especializadas de cualquier campo del saber humano para resolver problemas; pero, ¿qué resultados palpables has tenido ejerciendo esa experiencia más allá de organizar tres chocolatadas por Navidad? Digo, mi madre lo hizo por casi medio siglo tres veces todos los días, así que si hablamos de trayectoria verificable, sí tengo madeja de dónde hilar.
Otro aspecto que me sigue pareciendo crucial en quien corra por cualquier puesto es cuántto conoce sobre el territorio que quiere gobernar. No dejo de olvidarme aquella vez cuando fui panelista de un debate electoral y pregunté por el Eje Vial 2, y al menos uno de los candidatos terminó con un gran signo de interrogación en la cabeza, mismo Familia P’Luche. ¡Goloso!
Y, para ir cerrando estos puntos clave, sí me parece crucial que a la par que nos despliegan su mucha o poca experiencia, tengamos a mano su ficha de antecedentes policiales, penales y/o judiciales. Parece chiste, pero si vamos a darle el gobierno de un departamento, provincia o distrito a quien ha demostrado tener problemas con la ley, la verdad que nos estaría faltando un tornillo y aparentemente nadie da con la refacción.
Pareciera clase de catecismo, pero la gente honesta solo vota por gente honesta que no se llene la boca diciendo que es honesta sino que nos conste con papeles y actos que es honesta. ¿Qué tal una pericia favorable de salud mental? Después de ver al sociópata que tenemos en la primera magistratura de este país, sí creo que debe ser un requisito obligatorio. Eso sí, que el o la especialista sea alguien que no entró a estudiar Psicología para resolver sus traumas personales: son los más abundantes. Sigamos.
Ahora bien, ¿qué otras candidaturas deben encendernos la luz roja? Intentaremos aquí una lista básica que podemos ir enriqueciendo conforme la campaña se desarrolle; pero, en lo personal, yo no votaría por quienes tienen estas fallas de origen:
Los y las bolcheviques con tarjeta de crédito
A Pedro castillo le funcionó pero demuestra ser un desastre. Ese anacrónico discurso de que los ricos son malos porque tienen dinero y los pobres son buenos porque no tienen nada, la verdad solo acentúa los estereotipos, y éstos la polarización, la que en un ambiente cultural medio o bajo, puede que te dé votos, pero basándonos no solo en la experiencia peruana sino mundial, en realidad lo que ocultan es una comprobada incapacidad para gobernar.
Los y las machistas que pasan piola y feministas radicales
Va en consonancia con lo anterior. El hecho de que quien candidatee sea deun sexo u otro ( o de alguna orientación sexual o rol de género en particular) ni le califica ni le descalifica para candidatear; pero si hay alguien quien pretenda hacer campaña descalificando al o a la oponente por este detalle, la verdad lo que me demuestra es un alto grado de resentimiento, poca tolerancia a la frustración, y por lo mismo mucha sociopatía para trabajar en equipo. En pocas palabras: no merece mi voto.
Los y las del colectivo dióxido de cloro (y afines)
Si no aprendimos con Trump, Bolsonaro y demás de la especie, la verdad no hemos aprendido nada. Quienes promueven teorías de conspiración, es decir mentiras bien elaboradas que suenan como verdades absolutas con las que pretenden comandar nuestras vidas, son terroristas muy empáticos, y si buscan llegar al poder, su estrategia será siempre tenernos al miedo para gobernar. ¿Será por que se creen todo aquello que dicen? No. Para ocultar actos de corrupción en los que deben estar metidos hasta las orejas. Solo hablando por Trump, en su país hay una sospecha enorme de que debe impuestos federales. Eso explicaría por qué se lanza con cada disparate al que la gente le hace el amén por ser blanco y multimillonario. Y en Perú, hay un grupito que está siguiéndole los pasos.
Los y las que se computan profetas
Conversaba con un amigo que hay dos tipos de personas cuya conducta en redes sociales puede generarnos ciertas sospechas. Quienes ventilan su vida de pareja como algo ultraperfecto y a punto de empalagamiento, y quienes convierten sus muros en devocionarios. El problema no es lo que le dices al resto sino cómo es tu vida real, aquello que no expones. Si lo que pasa en esa esfera personal es todo lo opuesto a aquello que publicas, eres un caso para un psiquiátrico.
Y si eso lo transferimos a una candidatura que trata de vendernos la idea de que fue inspirada por influjo divino o parecido, yo inmediatamente sospecharía que la idea es exacerbar la cucufatería para que luego, a la hora de cometer delitos, toda la beatitud salga en tu defensa a decir qque, bueno, sí, la regaste, pero eres humano, entonces puedes equivocarte. No me la contaron; la acabo de oír y me quedé helado del susto.
Finalmente, con quienes creen que pretendo usar este espacio para coquetear alguna opción política, lamento desilusionarles: no me interesa en absoluto. Tranquila está mi vida siendo periodista como para andarme embarcando en cosas para las que no tengo talento ni paciencia. Allá quienes sí tengan esa vocación y se les felicita.
Eso sí, sí voy a entrevistar a candidatos y candidatas, y si alguno o alguna pretende pasarme cuestionarios o condicionarme solicitudes, recuerden que a mí no me la están haciendo sino al electorado, y ése tendrá la última palabra el día de las votaciones. Que comience la función, ¿no?
[Sígueme en Twitter en Instagram como @NelsonSullana y comenta usando el hashtag #columnaNelson]