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Vie, Abr

Golpes de pecho

Nelson Peñaherrera
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nelson penaherrera castilloERP/N.Peñaherrera. La Comunidad Campesina de Segunda y Cajas (El Carmen de la Frontera, Huancabamba) está muy preocupada por que el gobierno nacional (dudo que el estado esté enterado) quiere promover el reingreso de la minera Río Blanco.

Antes de que sigas leyendo, te advierto que si eres ambientalista a ultranza, mejor saltes a otra página. No quiero ganarme enemigos gratuitamente; pero, si insistes en seguir, que conste que te lo advertí. Sigamos.

Si ese temor se hubiera publicado hace una década, como pasó de hecho, lo primero que hubiera dicho, como también pasó de hecho, es que la comunidad tiene toda la razón y que el gobierno debería reconsiderar su presunta intención de afectar su ecosistema.

Pero, ¿qué pasa cuando la propia comunidad ya venía afectándolo?

Mi posición se mantuvo cerrada hasta inicios de 2012, cuando un dirigente comunal dijo en Radio Cutivalú que desde 2002 había actividad minera ilegal en las nacientes del río Samaniego, dentro de su territorio.

Lo había dicho un ex ministro y connotado ambientalista, pero no le creímos.

Hagamos cuentas: el caso Río Blanco, descubierto por FACTORTIERRA.NET en 2003, estalla como tal a finales de ese año y toma cuerpo en el primer trimestre de 2004. si la actividad en el Samaniego tenía ya dos años de recorrido, y se sabía, ¿por qué la campaña de oposición contra la minería corporativa? Encima, ¿por qué nos tuvo a medio mundo cerrando filas contra el resfrío si adentro ya se estaba formando la septicemia?

Lo peor de todo es que, desde la revelación de 2012 hasta la fecha, segunda y Cajas sigue reconociendo la existencia de este enclave minero ilegal, presuntamente manejado por familiares de comuneros, y que aún no ha sido erradicado, según palabras de sus propios dirigentes.

Todo esto me recuerda a una conversación que tuve hace poquito con un amigo, donde me salió con un raro razonamiento de que una cosa es lo que te digo como profesional y otra es lo que hago como persona.

Yo le dije que, bajo esa premisa, la próxima vez que me aconsejara algo relacionado con su actividad profesional, ya no le daría la autoridad que le di inicialmente, porque constituye una flagrante incoherencia.

Claro que tampoco soy el dechado del buen ejemplo, y menos sería capaz de lanzar la primera piedra por estar libre de pecado, pero hay situaciones donde esta correspondencia entre cómo dices y cómo actúas es el factor clave para que te dé o no mi respaldo.

Mucho más si hablamos de un entorno cultural donde el honor es una de las máximas divisas, como el caso de una comunidad campesina de la sierra.

Dicho en breve: comprendo la preocupación de segunda y Cajas, pero no la respaldo mientras no erradique por completo su actividad minera ilegal en el Samaniego o donde la tengan. De paso que podrían hacer lo mismo con otras prácticas perniciosas para su salud personal y ambiental.

De lo contrario, serán como el maestro que pena el plagio, pero plagia (como lo contó mi compañero Luis Correa); como el médico que me exige hacer ejercicio, pero es experto en sedentarismo; como quien levanta su voz contra el feminicidio, pero le saca la vuelta a su mujer cada que puede; como el deportista que me exige vida sin vicios, pero se emborracha hasta perder la noción de lo bueno y lo malo.

Ah, Santillana y compañía, tampoco esto significa que les dé la razón (especialmente cuando se basa en inexactitudes geográficas) o que reconozca que su posición es mejor. En realidad, corroboro que los extremos son perjudiciales.

Como digo, no es que sea ciento por ciento puro, como el agua que nos cae desde los páramos y bosques de neblina, pero, por lo menos, tengo el cuidado de no exigirle al resto lo que yo mismo no soy capaz de demostrar.

(Opina al autor. Síguelo en Twitter como @nelsonsullana)

 

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