ERP/N.Peñaherrera. Durante varios días, la sensación de las redes sociales fue un muchacho de 15 años, residente en Mallaritos (Marcavelica), quien destaca por su habilidad en el fútbol.
De hecho, en los recientes Olímpicos de la Juventud fue uno de los puntales de cada victoria que Perú obtuvo con nuestra recompuesta selección sub-15, que ayer obtuvo el campeonato.
Alguien se tomó el trabajo de investigarle la genealogía y parece haberle descubierto ascendientes futboleras que vienen desde Morropón.
Por cierto, ojo con esta provincia: sin apoyo produce buenos y buenas deportistas. Sigamos.
Me alegra que un adolescente marcavelicano, sullanero (si no me aparece algún otro tuitero ultrachauvinista), destaque explotando su mejor talento. A decir verdad, se lo felicito y le aliento a que se supere limpiamente.
Sin embargo, tal despliegue también me genera cierto temor, que no sería mala idea que su familia (recordemos que el chico es menor de edad) debería tomar nota. Y para éllo tengo dos palabras: Reymond Manco.
Manco nació gracias a su talento en el fútbol. Se inició en la selección de menores y fue catalogado como la esperanza esquiva que tiene la nación para regresar a los mundiales.
El problema fue que el chico dio un extraño salto de las páginas deportivas a las de farándula. Asumo que el primer confundido fue él (más o menos como cuy en tómbola).
Por las declaraciones que daban sus familiares a la prensa, lejos de ayudarle a mantener sus patitas sobre la tierra, le fueron dando tantas alas que el muchacho se alucinó semi-dios; esto es, por encima de la ley, del bien y del mal, y casi con poderes sobrenaturales (como beber alcohol hasta la saciedad).
Tras lo que prometía ser una próspera carrera, como un James o un Leonel o un Cristiano, el futbolista no tuvo otra que rebotar en clubes emergentes del interior del país.
No está mal, pero si su perfil daba para más, ¿qué pasó?
Simple. Esa desconexión con la realidad alimentada por familiares y ciertos medios hizo que el combustible de este talento se consumiera más rápido de lo esperado, sin darle tiempo para recargar. Entonces, cuando todo el mundo esperaba al meteorito que iba a extinguir a los dinosaurios , resultó que los dinosaurios extinguieron al meteorito.
Y es que el talento por sí solo no es de mucha ayuda. Si no tiene educación, orientación y capacidad de corrección será lo mismo que una obra original de Shakespeare en manos de quien no sabe leer en inglés. E inglés isabelino, encima.
Como dije, me alegra que un joven de Mallaritos destaque por su talento, y espero que lo desarrolle. Pero, por su bien, sería bueno que a la par, se le desafíe a cultivarse multidimensionalmente como persona más que como personaje.
Un error de manejo, y lo perderemos. Ya tienen un espejo dónde verse.
(Sigue al autor en Twitter como @nelsonsullana)