ERP/N. Peñaherrera. Ayer perdimos a enrique Zileri Gibson, quien durante muchos años desempeñó la dirección de la revista Caretas, y quien luego se convirtiera en presidente de su directorio.
Este medio ha sido el referente nacional de la otra parte de la historia que oficialmente no se quiere contar, y que suele maquillarse convenientemente para evitar el escándalo. Por eso el nombre de la revista.
Aún así, los destapes del semanario han provocado escándalos que obligaron a torcer la historia del Perú.
Zileri al frente de Caretas siempre se empeñó en que aprendamos una lección semana a semana: a buscar nuestra libertad, a lucharla y a defenderla.
Aún recuerdo las coberturas lideradas por él durante la época del fujimontesinismo, cuando la información tenía una mordaza frecuente.
Caretas siempre trató de demostrar que el poder no se movía a favor del país, como su publicidad lo trataba de vender.
También demostró que ese poder no era tan inexpugnable como hizo creer a la mayoría de la población. Ahí está la emblemática fotografía de Montesinos, lograda por la audacia de Cecilia Valenzuela, quien también descubrió la evidencia de que Fujimori no podría haber sido peruano de nacimiento, y por lo tanto inhábil para ejercer la presidencia del país.
Conocí personalmente a Enrique Zileri durante eventos de mi universidad, pero con quien sí tuve oportunidad de conversar más cercanamente fue con su hijo Marco. Fue durante el llamado caso Tambogrande.
El entonces editor de Caretas cuestionaba por qué si era periodista había decidido informar desde una de las orillas de la controversia. "Porque entre los intereses de unos cuantos y la vida de muchos, siempre preferiré la vida de los muchos", le respondí.
Marco guardó silencio y no repreguntó. Siempre quise saber si fue porque ya no cabía más cuestiones, porque era una respuesta demasiado idealista, o porque le recordaba los principios editoriales por los que él mismo estaba sentado en la misma camioneta que yo cubriendo una historia.
A lo mejor él tuvo que responder lo mismo en su momento. A lo mejor su padre también tuvo que responder lo mismo en su momento.
A lo mejor es lo mismo que, en algún momento de nuestras vidas, tenemos que responder con tal de definir nuestra misión personal.
Y cuando se habla de definiciones, el trabajo de Enrique Zileri es un referente clave que nos puede inspirar.
Ayer perdimos a Enrique Zileri; pero, en realidad, nunca se fue. Nunca se irá.
Por lo mismo, dudo que descanse en paz, mientras no tengamos la libertad plenamente garantizada.
(Sigue al autor en Twitter como @nelsonsullana)