ERP/N.Peñaherrera. Hace mucho tiempo que se han iniciado campañas contra los juguetes bélicos, es decir, aquéllos que promueven conductas violentas en quienes los usan, especialmente niños y niñas.
Una costumbre que también se ha ido erradicando es que escolares porten armas de fuego, aunque sea de mentiritas, en desfiles por aniversarios patrios, locales, o lo que sea.
Un arma como juguete va creando en los y las menores el mensaje inconsciente que si algo no te sale bien, la fuerza bruta es la respuesta.
Profesionales de connotación han coincidido que no es necesario militarizar la educación para inculcar valores. Al contrario, en las condiciones actuales de una confusión axiológica, se debe aprender a reconocer la importancia del diálogo.
Además, militarizar la educación casi viola ciertas convenciones internacionales que tenemos firmadas, salvo que hablemos de un colegio militar que ya es otro asunto. Sigamos.
Si quien te forma no abre la boca más que para hablar de la telenovela, o para chismear, pues tampoco esperemos que las conversaciones de sus pupilos y pupilas sean de las más edificantes.
Incorporar armas de fuego, aunque sea de mentiritas, en el proceso educativo es peligroso.
La mejor demostración fue el suceso del miércoles pasado, cuando un adolescente en Salitral, Morropón, disparó (dicen accidentalmente) contra el rostro de una compañera de estudios.
El chico manipulaba una escopeta con retrocarga durante un desfile escolar... ¡¿Qué?!
De hecho, hay muchas circunstancias que exigen explicación a gritos: ¿quién fue el tarado o la tarada que autorizó el uso de armas de fuego? ¿quién supervisaba a los y las menores? ¿de quién es el arma? ¿por qué el arma estaba cargada?
Estas preguntas son para comenzar, porque si se abre un proceso legal –que debe abrirse ya-, asumo que aparecerán más preguntas, y eso implica que habrá un largo desfile ante la corte de Chulucanas.
Independientemente de lo que digan quienes tienen la testosterona a tope, con esta experiencia basta y sobra para prohibir armas de fuego, aunque sea de mentiritas, en batallones escolares que van a desfilar en lo que sea.
Asimismo, erradicar la militarización de las ceremonias y protocolos escolares bajo el argumento de que así se forma disciplina. Probablemente sea una disciplina para la foto. ¿Y qué pasa cuando nadie nos ve?
Si algún o alguna escolar tiene vocación militar, no se le debe cortar; pero pretender que toda la clase parezca tropa es lo mismo que imponerle a todo el mundo un credo, cuando hay libertad de cultos, como sucede en ciertos colegios públicos. Es decir pagados con dinero de católicos, protestantes, budistas y demás confesiones.
Es lamentable que una chica haya recibido un perdigonazo en la cara para que tomemos conciencia del peligro que representan ciertos objetos dentro del entorno escolar. Pero, ante esta dolorosa lección, sería realmente execrable que no actuemos antes que una desgracia mayor suceda (como las de cierto famoso país).
Y quienes tengan que enfrentar penas por lo ocurrido en Salitral, Morropón, caballero, que las afronten.
Reforma del modelo educativo para tener una mejor sociedad, pero no de mentiritas.
(Sigue al autor en Twitter como @nelsonsullana)