Por: Nelson Peñaherrera Castillo. En términos políticos, la transición de setiembre a octubre de 2019 va a ser un hito que dará mucho algodón del que hilar fino, y que por ahora es probable que cada quien pinte a su gusto, como de hecho ya está pasando. Y según qué tinte le pongas, así lo vas a ver por mucho tiempo hasta que el color se desvanezca o hasta que se rompa; pero, a nivel de la ciudadanía, ¿qué significa toda esta convulsión, especialmente si está a mil kilómetros de distancia?
Partamos por el hecho de que el tira y jala entre el gobierno de Martín Vizcarra y el Congreso era un motivo de estrés adicional a las tensiones de la vida diaria. Tú sabes: la familia, los estudios, el trabajo o la falta de él, la inseguridad, el transporte, la limpieza, los ambulantes con altoparlante, ciertos vecinos indeseables. En fin.
Si a niveles macro queríamos un poco de tranquilidad, nunca la tuvimos y eso nos hizo aborrecer la política peruana, perderle el respeto a quienes la practican y refugiarnos en la droga colectiva de toda la vida: los deportes. Bueno, al menos elegimos una buena droga colectiva. Hasta la participación de Paolo Guerrero (recuerden que no le tengo tirria, por si acaso) nos pareció cuestión de estado antes que los decretos de urgencia del Ejecutivo. Ni qué hablar de los Panamericanos, que barrió con todos los récords de audiencia.
Y el mensaje es bien simple: lo que quería el Perú, mejor dicho lo que quiere el Perú es unidad, y unidad de comunidad, donde se respetan las diferencias. Realmente, si de algo tienes que enorgullecerte como ciudadano o ciudadana es que esta vez tu salud mental ha estado infinitamente por encima de la que lastimosamente ostenta nuestra clase política. Y ahí ya tienes un criterio de devaluación y posterior descalificación que tocaré líneas abajo.
Así que la primera chamba de este Martín Vizcarra “recargado” y su gabinete reencauchado, en el que hay interesantes promesas que veremos si dan fuego, será poner la salud mental de la población en una parte muy privilegiada.
En la medida en que tú y yo estemos mentalmente estables, vamos a tomar mejores decisiones, especialmente el 26 de enero de 2020 cuando tenemos que renovar a todo el Congreso. Y recuerda que solo una vez capan al chancho, así que si ya te diste cuenta qué es lo que no funciona, no deberías cometer la estupidez de volverle a dar un curul.
El ex presidente del Consejo de Ministros, salvador del Solar, hizo un buen trabajo en términos de salud mental incluso el día que pidió la confianza: serenidad y firmeza. La verdad una buena lección para nuestro nuevo liderazgo político, que está tomando como modelos a Soraya Montenegro, la de “María, la del barrio”, o Hannibal Lecter, de “el silencio de los inocentes”. Más o menos en ese espectro, y a mí me caen bien Itatí Cantoral y Anthony Hopkins, pero no creo haya que llegar a tales extremos, ¿no?
Lo digo, por ejemplo, respecto a Vicente Zeballos, quien en todas sus manifestaciones públicas no ha demostrado un talante calmado. Más bien tiende a ser intolerante y explosivo, y cuando llega a su límite dice cosas que ponen a inversionistas y población relativamente bien informada con los pelos de punta, así que del Solar tendrá que enseñarle técnicas de relajación o tomar un curso urgente e intensivo de yoga y meditación a ver si no se expone a pisar los palitos y troncos que van a ponerle a cada rato.
Más por él, tiene que hacerlo por la ciudadanía que, especialmente ahora, -insisto- se merece mucha tranquilidad de parte de quienes la conducen. Miren que disolver un Congreso, mantener intacto el riesgo país (todavía con una alta calificación), evitar que se dispare el dólar y encima recibir cierta palmadita en el hombro de la prensa internacional (de ambas tendencias) es una hazaña política que ya la quisieran nuestros mandatarios vecinos.
[Mira la edición completa de Noticias Telemundo - Mediodía del 1/10/2019 con el informe de la corresponsal Liliana Choy en Lima:
ttps://www.youtube.com/watch?v=MvlgIoBjVAE ]
Aunque, siendo bien objetivos, hay que decir que Lenín Moreno, de Ecuador, también ha sabido reencarrilar positivamente a nuestro vecino del norte, y eso se lo reconocen en todo el continente.
Por asignación, es importante que nos demos cuenta las actitudes que han convertido a nuestra política en una relación tóxica, y lo digo por Fuerza Popular, que continúa haciendo el papel de mal perdedor, y lo hace tan bien que, en su afán de defender sus fueros irracionales, está destrozando al Perú. Bueno, en los entornos personales, quienes tienen un comportamiento tóxico lucen como gente fuerte y decidida, pero en el fondo termina siendo tan agresiva y dañina que lo mejor es alejarse de ella si es que se quiere mantener el entorno saludable. Y lo mismo tenemos que hacer a niveles macro, porque eso de estar en constante negación política, sin ceder un milímetro, solo generará más caos. A eso me refería con criterios de devaluación y descalificación.
Insisto majaderamente: miremos el espejo de Hitler que, aunque digan que no, es su referente. Y no exagero porque a mí nadie me va a quitar de mi cabeza los gritos antisemitas de “Con mis hijos no te metas”, su ala fanáticamente teocrática, que intenta trasladar la teoría del supersoldado a niveles engañosamente morales, en los que no se condenan los verdaderos abusos pero se critica la libertad de pensamiento por temor a que homosexualice a todo el mundo… sí, todo un caso clínico.
Solo para redondear mi idea, recordarte que tras la era Hitler, Alemania vivió tal crisis que su población cayó en la mendicidad, a no ser por la ayuda de los aliados y la actitud tan fríamente europea que hizo el resto, algo que, desafortunadamente en este caso, no tenemos porque nunca se nos educó.
Lo mismo en el otro extremo: el Frente amplio y Nuevo Perú siguen con una agenda que ahorita al país no le interesa mayormente. La Constituyente y la nueva Constitución, que ha funcionado en los países que abrazaron el modelo chavista, era un excelente manifiesto escrito a la mejor usanza comunista, pero terminó haciendo al remedio más letal que la enfermedad; y ya hasta resulta ocioso poner a Venezuela como ejemplo.
De hecho, cuando ocurrió toda la puja del lunes 30, un amigo me preguntó por chat si ya era hora de que armásemos grupo, cojamos nuestra mochila y buscásemos el primer lugar fuera del Perú para montar campamento. Él pone su carpa. Yo le dije que no, que si bien nuestro gobierno y nuestro parlamento habían llegado a un punto de inviabilidad, el país entero no se ha convertido en inviable como sí ha pasado por acá cerca, en otras naciones hermanas, y los resultados los vemos por estas calles (sic).
Incluso, como lo insinué líneas arriba, la comunidad latinoamericana, especialmente la financiera, ha dado cierto disimulado espaldarazo a la decisión de disolver el Congreso sujeta a resultados, lo que Vizcarra parece haber entendido mandando una señal positiva con la configuración de su gabinete reencauchado, donde la inquietud está puesta sobre la ministra de Economía, María Antonieta Alva.
Y, claro, el disuelto Congreso se ha ganado una tracalada de memes y chistes como ése de que lo único que le funciona es el wifi, o ése otro de que son tan antipáticos que ni el Señor de los Milagros quiere visitarlo. Qué crueles que son.
En resumen, ahora que ni el gobierno ni la ciudadanía tiene la fuerza obstructora que convertía el puré de papa en porquería de papa, debería comenzar cierto consenso social que permita el crecimiento a todo nivel donde el acento se ponga en que esa ciudadanía no dependa de quien tenga el poder para avanzar sino completamente al revés: la ciudadanía pone la agenda a quien tiene el poder, y si quien tiene el poder no tiene la menor voluntad por cumplirla, entonces se la saca del camino con las herramientas que nuestro marco legal sí permite, porque sí existen.
Que nadie las aplique o las aplique incorrectamente ya es otro tema, pero la falacia izquierdista de que mejor otra Constitución para que todo funcione, les digo honestamente, se derrumba sola cuando entendamos que las leyes solas no hacen los cambios sino las personas que las utilizan, o sea tú o yo.
La agenda inmediata de esa ciudadanía, de manera activa y proactiva, es vigilar que las decisiones que se tomen a todo nivel realmente promuevan ese avance. Ojo, no debemos pedir que el gobierno nos dé todo regurgitado o que promueva la zanganería como cierta autoridad regional que ahora quiere ponerle más feriados a octubre (como si sobrara la plata), sino que todos los pasos que se den sean correctos, inclusivos, competitivos (que harta falta nos hace) y realistas. En castellano simple: presidente Vizcarra, ahora ya no tiene excusas para ser improductivo.
Nuestra otra chamba es tener mucho cuidado de quién pretende entrar al Congreso por este año y medio que resta, así que cuando nos digan que revisemos hojas de vida y antecedentes, tomémonos el tiempo y no cometamos el mismo error de 2016. Listo, la fregamos; corrijamos ahora. Mucho ojito a la hora de votar.
Es cierto, en el contexto actual, donde las cosas todavía andan muy frescas, y faltan muchos cabos por ajustar, lo más importante es mantenernos con serenidad –lo digo por tercera vez- pero en estado de alerta constante sin que eso termine llevándonos a la paranoia. Ah, y por favor, no creyendo en la primera tontera que nos pongan en las redes sociales a menos que los medios serios la hayamos verificado. Me perdonan pero alguna vez tenemos que ponerle orden a nuestras vidas, y creo que ésa es la palabra clave: orden. ¡Que viva el Perú!
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