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Lun, Dic

Un puente prometido que seguirá siendo una promesa

Nelson Peñaherrera
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Por: Nelson Peñaherrera Castillo. En setiembre de este año recordaré veinte desde que llegué por primera vez a la comunidad de Malingas. Como siempre lo repito, la primera imagen que me recibió, es esa típica estampa que dibujas cuando la profe te dice que representes el campo: cielo azul, cerrito, árboles y un río. Como que el imaginario ‘rousseauiano’ rural de nuestra infancia siempre estuvo allí. Y claro, me llamó la atención cuán ancho es el cauce de la quebrada de San Francisco.

Por supuesto que en setiembre, cuando recién migras del otoño a la primavera, la cantidad de agua que corre es casi irrelevante. Apenas cinco metros de ancho y quizás medio metro de profundidad. La camioneta rural en proceso de destartalamiento que me transportó aquella vez pudo pasarla con cierto cuidado pero sin mayor dificultad.

Sin embargo, las huellas de cuán grande podría ser estaban allí a la vista, en ambos lados de la orilla. Y llegué a comprobarlo ese verano cuando las lluvias comenzaron a caer, y el cruce ya no era posible con la camioneta, y hubo que emplear la cadena humana, luego la carreta sobre la que se acomodaban unas tablas a manera de asientos, y hasta la cámara de llanta camionera sobre la que también se colocaban unas tablas a manera de balsa. Y debajo, la corriente avanzando fuerte, turbia y caudalosa.

quebrada san francisco2

Tanto en los periodos de estiaje como de creciente la misma pregunta se repetía: ¿y por qué no se construye un puente sobre la quebrada San Francisco? Claro que suena hasta pintoresco ver cómo la gente local arma uno con palos y barro, pero la obra dura lo que la creciente se lo permite; entonces, ¿por qué nunca se planteó algo que dure para toda la vida?

Malingas está casi en el punto medio entre las ciudades de Tambogrande hacia el noroeste y Chulucanas hacia el sureste, y además del tránsito de personas por la razón que fuera, la zona es agrícolamente productiva y el mango es uno de sus mayores cultivos. La campaña de esta fruta incluye toda la primavera y la mitad del verano, esto es hasta mediados de febrero; pero si llueve antes, tiene que interrumpirse y toda la producción se tiene que perder, o porque no se la puede transportar o porque la lluvia comienza a podrirla.

Cuando trabajamos la Iniciativa Malingas entre 2009 y 2011, el tema del puente volvió a saltar, y el Comité de Desarrollo Zonal de Malingas –a falta de iniciativa por el alcalde de entonces- ofició y se cansó de oficiar a cuanta oficina gubernamental pudiera para al menos hacer el ademán de armar el expediente técnico, pero nada. Se habló de una posibilidad cuando se asfaltó la carretera entre Tambogrande a Chulucanas hace casi una década, empero el proyecto nunca incluyó un puente, y hablamos de que la quebrada, cuando crece, puede tener hasta 350 metros de ancho y unos seis metros de profundidad, a ojo de buen cubero.

San Francisco es un aliviadero natural del reservorio de San Lorenzo, ubicado en el distrito de Las Lomas, y se alimenta de pequeñas corrientes y drenajes agrícolas, además de la propia agua de lluvia que terminan convirtiendo al inofensivo cauce en un ariete colosal que desemboca en el río Piura, y que explica por qué de pronto durante El Niño de 2017 se sobrealimentó al extremo que inundó parte de las ciudades de Tambogrande, Piura, Castilla y todo el valle del Bajo Piura. Sí, gente, simple geografía de la costa piurana. Sigamos.

Tanto la Municipalidad del Centro Poblado de Malingas como la Municipalidad Distrital de Tambogrande, de la que Malingas depende políticamente, coinciden que la construcción del puente sobre San Francisco es una prioridad no ahora-más-que-nunca sino siempre. Y no es el único punto crítico de la carretera Tambogrande-Chulucanas.

Saliendo de la primera ciudad está la quebrada de Carneros, otro pequeño flujo de agua que, cuando llueve, crece tanto como San Francisco, y es el primer punto de bloqueo en esa vía, afectando directamente la zona de Curván, Hualtaco III y La Pala. Siguiendo la vía, otro punto crítico es la quebrada de Socarrón, donde sobrevive un badén protegido por un totoral, pero, que si se interrumpiera, aísla al sector de Las Mónicas y la entrada al sector de Palominos.

Entonces, llegamos a San Francisco, donde está el problema mayor.

Si conseguimos cruzar, luego de Malingas, el embrollo comienza en Paccha por donde baja el río Sáncor, y más al sur la quebrada de Sol Sol, que tiene fama de matar gente todos los veranos altamente lluviosos. De veras, también el cruce de Yapatera a Chulucanas tiene una quebrada de cuidado. Además, hay que reforzar la salida sur de esa segunda ciudad por el puente Ñácara hacia la carretera Fernando Belaúnde Terry que conecta a Paita con la selva peruana.

¿Y por qué? Insisto, porque se trata de una zona altamente productiva en términos agrícolas, agroexportadores y agroindustriales. Además, es una ruta alterna y un atajo por ejemplo entre Ayabaca y Huancabamba o entre Sullana y la selva peruana, o entre ecuador y Brasil. A esos niveles estamos hablando.

En consecuencia, señores y señoras de la Presidencia del Consejo de Ministros, o al menos del Ministerio de Transportes y Comunicaciones, la quebrada de San Francisco va a crecer y volver a crecer todos los veranos que llueva más de lo usual, y va a interrumpir y volver a interrumpir una zona altamente productiva. ¿Favorecer la conectividad o condenar a casi veinte mil personas directamente involucradas a repetir el mismo ruego todos los años (a menos que a Josefina Townsend le haya gustado tanto el paisaje que quiera regresar), o a arriesgar sus vidas al punto de perderlas. Más que la promesa, en ustedes está la capacidad de mejorar la calidad de vida de esta gente.

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