Por: Nelson Peñaherrera Castillo. Uno de los líos en que se vio involucrada la gestión de Carlos Távara Polo fue la Planta de Tratamiento de Aguas Residuales (PTAR) para el área metropolitana de Sullana que, al final, se decidió edificar en La Capilla, una localidad rural a 15 minutos del centro de la ciudad, pero que no prosperó debido a que justo en las nueve hectáreas donde se iba a realizar hacía décadas que habían áreas agrícolas, mayormente dedicadas al cultivo de banano orgánico para exportación.
Claro que para ser históricamente rigurosos, lo del banano apenas si tiene una década y media a lo mucho, según se colige de los testimonios de los propios agricultores, a quienes tuve la oportunidad de entrevistar en una ocasión para Sullana TV.
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La PTAR, si llega a funcionar como todo el mundo espera, evitaría que los efluentes domésticos e industriales de las ciudades de Sullana y Bellavista se sigan eliminando en el río Chira entre la Loma de Mambré y la Loma de Teodomiro, donde está el embalse de la Presa Derivadora Sullana, con la que se irriga a la tercera etapa del Proyecto Especial Chira-Piura.
Aunque, honestamente hemos perdido años contaminando el río cuando tranquilamente gran parte de esos efluentes, mayormente industriales, los hemos podido enviar a una planta privada cerca de la autopista Sullana-Piura para que los conviertan en biofertilizantes; pero, como nos encanta la tragedia cumbiambera y la agresión reggaetonera, al diablo con soluciones paliativas más al estilo country. Bueno, así andamos de salud mental. Hasta las patas. Pero, ése es otro tema. Sigamos.
[http://www.factortierra.net/2018/0730/index.html]
Si ya había llamado la atención que quienes elaboraron el proyecto de la PTAR, y habían seleccionado a La Capilla como una de las opciones, no dijeran nada de las plantaciones de plátano (algunos funcionarios se la pasaron repitiendo que eran terrenos eriazos), lo que terminó de levantar las cejas fue el hecho de que el Ministerio de Vivienda, el que pone el billete, sí parecía saberlo, y pedía a las autoridades locales que hicieran un trabajo de campo para generar confianza con la comunidad de La Capilla y eventualmente persuadieran a quienes ocupan los predios para que los cedan, o los vendan, con la finalidad de iniciar la obra.
Según el abogado de los agricultores, José Carrillo Curay, este paso nunca se habría dado; por el contrario, se comenzó a acusar a los agricultores de varias cosas, incluso de regar sus platanales con aguas contaminadas, cuando una certificadora internacional había dicho varias veces que los productos estaban habilitados para conquistar mercados internacionales. Hablamos de tres millones de dólares anuales en ingresos para todo La Capilla. Sí, éso representa.
Aquí vale la pena decir que la PTAR es necesaria. Por el bien del río, por la salud de la comunidad, por las oportunidades que desde un enfoque ambiental representa, es necesaria; pero la necesidad no justifica que las cosas se hagan de cualquier manera, como una vez nos comentó un regidor de hace dos gestiones, porque el "de cualquier manera" se parece mucho a la quimioterapia: barres con el mal, pero te llevas de encuentro a tus células sanas, que vas a necesitar para tus funciones vitales.
Entonces, partamos del tema de que sí se necesita, pero la ejecución debió hacerse de forma más amigable para todo el mundo.
Y lo digo porque si bien los agricultores no querían dejar sus tierras, y sé que no las quieren dejar porque toda la vida han vivido de ellas, también entienden la envergadura de la obra al punto que su peor escenario era aceptar que la planta se construya en sus lugares, pero que se les reconozca un justiprecio, como ocurre con cualquier obra pública en cualquier país civilizado. Ahí estaba entrampada la negociación: había ofertas, pero nunca se dio el paso siguiente, o sea, el desembolso, mas bien una estrategia de demolición contra los productores a quienes se les llegó a amenazar con un desalojo administrativo que nunca llegó a producirse.
Luego les contaré qué pudo influir en la decisión, porque a una hora sí y a otra también, teníamos el dato que la Policía ya había sido notificada, que ya había una hora, en fin, toda una estrategia de guerra psicológica en la que abogado y agricultores cayeron redonditos.
Pero el desalojo nunca se dio. Finalizó la gestión de Távara y comenzó la de Power Saldaña, que, aparentemente, ha mirado el tema justo con esa perspectiva amigable. Para hacer corta la historia, el lunes 14 de enero, agricultores y municipalidad acordaron que las tierras se venden a favor de la PTAR. Acordaron un precio justo, y ahora solo falta que se concrete la transacción. Y colorín colorado... el cuento no ha acabado.
Justo a inicios de diciembre e investigando sobre La Capilla, había encontrado varias referencias que hablan no de una historia de décadas sino de siglos. De hecho, cuando se fundó la Villa de la Santísima Trinidad de La Punta, la Sullana primigenia (el centro de la ciudad), La Capilla ya existiía. Confróntese las acuarelas de Baltazar Martínez de Compañón, fundador de la ciudad, por si alguien tiene dudas. Encima, un post del Gobierno Regional de Piura en Facebook, citando a Nedda Bel, una de las habitantes de La Capilla, sostiene que Francisco Pizarro pasó por aquí un mes después de la consensuada fundación de San Miguel de Tangarará en 1532.
[http://www.factortierra.net/2018/1225/index.html]
Encima, ¿por qué la fundación de La Capilla? El cronista Pedro Cieza de León se quejaba que las costumbres rituales de los pobladores originales del Chira eran de escándalo, por lo que mandaron a la hoguera a caciques y sacerdotes (aunque no parecían sacerdotes), y les hizo edificar los templos católicos encima de sus adoratorios. Es lo que arqueólógos e historiadores llaman la política de extirpación de idolatrías. Los mejores ejemplos en nuestro departamento son la iglesia de San Lucas de Colán, en Paita, y la de Narihualá, en Catacaos. Además, el pueblo hispano de Tangarará (que no quedaba donde queda hoy) está construído sobre montículos aparentemente funerarios.
Encima, el arqueólogo Daniel Dávila manrique nos ha dicho en todos los idiomas que todo el segmento de valle entre Tamarindo (Paita) y Chalacalá (Sullana y La Peña (Querecotillo) tiene esas evidencias. Por lo menos en Chalacalá Baja sí las hemos encontrado.
[http://www.factortierra.net/2017/1220/index.html]
¿Y dónde queda La Capilla? Ya pues.
En la investigación que publicamos el 25 de diciembre hay fotografías de cerámica que la gente ha hallado en la zona e incluso vestigios de lo que puede ser una estructura mayor. Por lo menos Dávila la ha prospectado por satélite y parece que no es una colina ni un desnivel del terreno. Y ahí cerca se quiere construir la PTAR.
¿Qué pasaría si, como ha pasado en otras obras del Ministerio de Vivienda en el norte peruano, al excavar se descubre algo más? (Ejemplo: Las Lomas de Huanchaco, La Libertad) Sí, la noticia será el de un posible hallazgo, pero al interior, Vibienda y la municipalidad de Sullana van a sumar a otro en la mesa: el Ministerio de Cultura. Y agárrate.
El alcalde Saldaña cree que ha resuelto el problema de La Capilla llegando a un acuerdo con los agricultores, y aparentemente así sucedió; pero la verdad es que simplemente se le puso una cáscara de plátano delante. No es precisamente culpa de los agricultores, casi que ni de la gestión de Távara (que venía recibiendo presiones de Vivienda para comenzar la obra). Es una típica cadena de errores.
Saldaña puede patear la cáscara de plátano a donde caiga y el riesgo es que alguien la pisará y se hará daño. O, si la piensa con frialdad y perspectiva, recogerla y ponerla donde corresponde, de tal manera que nadie se lastime.
Dicho en castellano sullanero: ¿por qué primero no descarta mediante un estudio independiente y rápido el tema arqueológico de La Capilla para que luego no hayan problemas durante la ejecución? Ojo que ya soplé el nombre de un especialista que lo pueden hallar en Facebook o LinkedIn y pedirle datos porque los tiene.
Si se sigue pensando con esa frialdad y perspectiva, a lo mejor se entenderá que esa nueva información -confirmando o descartando- no se trae abajo a la PTAR sino que puede enriquecer el proyecto. Si hay la competencia y la habilidad suficientes, hasta hacer algo que rescate un viejo valor agregado que es parte de la tradición reciente del Medio Chira, pero que si se pone en valor, podría reposicionarnos justo a donde no habíamos mirado. Justo la pregunta que le hice a Saldaña durante el debate.
Claro que también el alcalde puede pisar la cáscara y darse una descalabrada de campeonato; pero ya no estamos para esos papelones. Ya no. No nos lo merecemos. Hacer las cosas bien toma más tiempecito, pero a la larga son mucho más rentables que ir por el camino corto, el malsano camino del "de cualquier manera".
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