ERP/N.Peñaherrera. Hay una costumbre muy extendida en otras democracias, como la colombiana para hablar de un ejemplo de aquicito nomás: si eres autoridad, y hay un mínimo atisbo de error u omisión presente o previa, presentas tu renuncia.
Es una manera de decir gestualmente: sea o no responsable, me pongo a derecho para aclarar el panorama y no desestabilizar todo el sistema.
Si tras la renuncia se descubre que no tienes culpa, te dignificas.
Si tras la renuncia se descubre que tienes culpa, también te dignificas, pues tuviste la gallardía de no aferrarte al cargo con tal de protegerte.
O sea, en ambas posiciones sales públicamente sin mucho rasguño, aunque legalmente en uno de los dos casos pueda que termines pagando por tus culpas, pero eso es de justicia aquí y en la Conchinchina... aunque, por allá tampoco la justicia funciona tan bien que digamos.
El tema es que si algo haces mal, y te pones contra la ley, tienes que redimirte. No nos hagamos bolas y sigamos.
El caso peruano es, para variar, diametralmente opuesto a lo políticamente correcto de otras democracias del mundo.
Si algo haces mal ahora, o se descubre que hiciste mal en el pasado, y se exige que respondas aún estando en el cargo, te aferras más al cargo incluso con anuencia de tus superiores.
No hablo solo por la situación del ministro del Interior. En nuestra política son centenares las de servidores públicos y servidoras públicas que han recibido graves cuestionamientos por acciones tomadas durante sus gestiones, o arrastradas de actuaciones anteriores, que en vez de dignificarse dando un paso al costado, han realizado lo contrario.
Sí, le estoy dando vueltas a la misma idea y de diferentes formas a ver si lo visualizas mejor.
No renunciar da un mal mensaje a la ciudadanía pues le enseña que ante los señalamientos, lo mejor es blindarse –incluso si fueras inocente- en vez de salir a poner el pecho con hidalguía.
Ya lo dije: si no hay culpa, quienes saldrán mal parados serán quienes te acusen. Pero, si ellos tienen razón, tienes que pagar.
Por eso se llama Justicia: dar a cada quien lo que le corresponde.
Es bueno ascender hasta el puesto que deseamos, pero es mejor ascender limpiamente.
Pero mucho mejor es ponerse a disposición de la ley en igualdad de condiciones que cualquier ciudadano o ciudadana de a pie, porque le demuestras que no eres más que él o ella, sino que le estás garantizando los valores que la democracia impulsa.
Por supuesto, si tienes claro qué significa "democracia". Si no, ya estamos frente a otro grave problema. Y muy grave, la verdad.
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