ERP. (Por Nelson Peñaherrera Castillo) El presidente del Perú, Martín Vizcarra Cornejo, ha dado su primer mensaje a la nación ya como mandatario en funciones. Recordemos que el anterior, hace solo cuatro meses, se dio en la circunstancia en que la sucesión presidencial tenía que darse por mandato constitucional, tras el presunto involucramiento de Pedro Pablo Kuczynski en el llamado caso Lavajato, del que todavía no sabemos cómo se librará en fueros judiciales.
Pero, cuando se pensaba que una crisis estaba siendo superada, llegó otra peor, la de los "CNMaudios", que, leguleyadas más, leguleyadas menos, está probando que la justicia no se aplicaba sobre la base silogística de los códigos que -nos guste o no- ordenan nuestra conducta ciudadana, sino un burdo cabildeo al alcance del celular inteligente de última generación. Y esos audios están probando que las redes aparentemente originadas entre los seleccionadores de magistrados, jueces y fiscales, se extienden a casi cualquier ámbito de la actividad humana, desde la política hasta el deporte, pasando por el periodismo. Hay que decirlo.
Lo que iba a parecer un mero trámite constitucional resultó, de pronto, en otro debate ciudadano, especialmente en las redes sociales: el discurso de Vizcarra fue tendencia, y no cualquier tipo de tendencia.
Revisando las reacciones de mis seguidores en Twitter a los extractos del mensaje que he estado compartiendo mientras se conocían, y los comentarios de quienes me siguen y a quienes sigo en Facebook, tres temas han resultado los de mayor interés, y merecen un diálogo más profundo.
1. Reforma del Consejo Nacional de la Magistratura
La Constitución de 1993 impuso que la elección de quienes imparten justicia en Perú esté basada en el voto de siete miembros representantes de diferentes sectores de la vida nacional, a quienes se señaló por tener mucho poder pero escaso conocimiento en Derecho. De ese modo, más que jurisconsultos, los que terminaron integrando el conocido CNM eran un raro matiz que parecía representar a todo el mundo pero del que nadie se sentía representado, o que, incluso, ignoraba que existiera. Así, para ponerlo en ejemplos prácticos, un cantante de rock con ínfulas de futbolista podía decidir qué juez iba a qué sala.
La propuesta del presidente Vizcarra elimina ese sistema, busca una reforma en la Carta Magna, y propone que la selección de jueces y fiscales se haga mediante concurso público de méritos.
La noticia ha caído bien especialmente en el ámbito académico y cuasiintelectual del país. Lo que faltaría saber es quién y bajo qué criterios se encargará de parametrar tal selección, y una vez que se ejecute, cómo nos dará garantía que sea transparente y ajustada a meritocracia; de lo contrario, peor será el jarabe que la tos.
2. No reelección de congresistas
Debo decir que, como varios y varias colegas quienes compartieron esta parte en sus redes sociales, me entusiasma la idea siguiendo el razonamiento de Vizcarra: si el presidente, los gobernadores y los alcaldes no pueden tener reelección inmediata, ¿por qué los y las congresistas tienen una suerte de privilegio y pueden perpetuarse per-sécula-seculórum?
Y el presidente la hizo linda al plantear un referendo o consulta a la ciudadanía para ver si pasa o no, algo que ya ha causado urticaria especialmente a Fuerza Popular, la que, juzgando las declaraciones incómodas de su fflamante vocera, hará lo imposible para bloquear la iniciativa, algo que me parece un error mortal considerando que quienes introdujeron la figura fueron precisamente ellos, mejor dicho, su ninguneado fundador, Alberto Fujimori, cuando buscó legitimidad para la actual Constitución (la segunda cobertura electoral de mi carrera, dicho sea de paso).
Algunos medios limeños, que aún tienen amigos en el Congreso, están tratando un justo medio de la reelección por tercios a mitad de mandato (cada dos años y medio), de tal modo que en vez de purga general se opte por una sustitución selectiva (no es contradicción el término, por si acaso), pero varios colegas, líderes de opinión y ciudadanía ya se empoderaron con la no-reelección, así que, más que Vizcarra, es el fujimorismo el que se va a meter en un callejón sin salida: si se opone, pierde; si lo admite, también pierde. El problema es que si opta por la primera alternativa, se juega vidas; si opta por la segunda, podría tener tiempo para reconstituírse e innovarse, más aún teniendo en cuenta que lo claro es que Keiko Fujimori no lidera su partido, así que alguien debe ceder el mando allí adentro, digo, si acaso lo tuviera.
De cualquier modo, esta idea de Vizcarra es popular, y habrá que actuar con mucha inteligencia para no terminar de sulfurar a una ciudadanía que, de por sí, ya está al límite de su hartazgo.
3. La igualdad de género y la vocación antidiscriminatoria
Vizcarra ha ido metiendo el tema del enfoque de género en varias partes de su discurso, hasta que en el último tercio del mismo dijo con todas sus letras que para fin de año desea aprobar una política nacional por la igualdad de género, que también tiene una política antirracista y antiexcluyente claramente mencionadas.
Es obvio que ésto, aunque lo haya dicho en los mejores términos diplomáticos, es una clara bajada de pulgar al movimiento #conmishijosnotemetas y ciertos espíritus xenófobos que han aparecido en la izquierda parlamentaria y las redes sociales (de derecha conservadora, lo que constituye un consenso bizarro además de peligroso), especialmente tras la masiva migración venezolana al Perú.
Por cierto, estudios independientes dicen que en realidad la mayor fuerza migratoria en nuestro país es la chilena, mientras que la venezolana es la sétima. Pero, como alguien me comentó, en el fondo, no miramos mal al chileno porque nos inyecta dinero (aunque luego nos lo cobra por cuotas), mientras que el venezolano viene a ver cómo se lo gana. Éso, en términos amplios, es un tipo de racismo.
Pero el punto de partida que metió este temita han sido los horripilantes casos de violencia de género, en los que ya nos faltaron dedos del cuerpo para contar feminicidios, y no hablemos de las miles de víctimas de los otros casos que ciertos operadores de justicia etiquetan como "lesiones" o "relaciones sexuales consentidas".
Los machistas, misóginos, racistas, xenófobos y demás allegados se quedan sin piso ante la propuesta de Vizcarra de convertir en políticas públicas los combates diferenciados a las distintas formas de discriminación, así que el gobierno tendrá que pararse firme para evitar que manipulen a los operadores de justicia y la opinión pública tratando de poner en boca de Jesucristo cosas que ni se le ocurrió decir.
Por cierto, si nuestro mechoso favorito les querellara por infamia, ¿ganaría el proceso? Quién sabe, "hermanito".
Por lo pronto, incluso las mujeres que se creían no tan afines a la igualdad de género o el combate al machismo están comenzando a repensarse el tema y mirarlo con simpatía por una razón bien simple y bien humana: en cualquier momento, ellas también podrían ser víctimas. Y no es mi percepción; ¡allí están las redes sociales! O sea, hay que ser bien retrógrado para no detectarlo.
Mientras tanto, las empoderadas creen que no basta con que Vizcarra lo mencione sino que habrá que revisar las leyes de forma más profunda para que su aplicación sea efectiva.
Ahora la pelota rueda en cancha del Congreso que, aunque diga que no, resta más que suma en este país, así que se juega su honrosa persistencia o su desastrosa desaparición. Desgraciadamente, ya no hay puntos medios.
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