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¿La xenofobia se incorpora en la política peruana?

Nelson Peñaherrera
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ERP/Nelson Peñaherrera Castillo. El dirigente magisterial Pedro Castillo, y los congresistas Justiniano Apaza y Maritza García están deslizando un argumento al estilo Donald Trump sobre la migración de refugiados venezolanos al Perú: nos están quitando nuestros puestos de trabajo, especialmente a jóvenes a quienes obligan a ingresar al mercado informal; además tenemos que filtrarlos por antecedentes criminales. ¿En serio? Analicemos.

Las últimas cifras oficiales estiman que ya hay unos 100 mil desplazados de Venezuela, el 75% de ellos con visa de turista y el resto con permiso temporal de residencia; pero si los ponemos contra el grueso poblacional peruano, no llegan ni al 0,5% (los habilitados para trabajar formalmente apenas superan el 0,1%) y la mayor parte concentrados -como no podía ser de otra manera- en Lima.

Y faltaría compararlos contra las otras comunidades de inmigrantes que se asentaron de manera temporal o permanente en el país.

Leí a algunos colegas, aunque sin señalar fuente, que Perú ni siquiera es punto de destino sino de paso, ya que Chile y Argentina son los lugares en los que muchos de estos migrantes querrían estar.

Por otro lado, el incremento del empleo informal es un mal que venimos arrastrando por años. Desde que tengo uso de razón, siete por cada diez peruanos está en él debido a que nuestra legislación privilegia la competitividad de quien mayor capital tiene, pero no crea las condiciones para que pequeños, medianos y grandes empresarios crezcan en el mercado en igualdad de condiciones sobre la base de una matriz productiva diversificada, además que no somos un país con cultura de ahorro ni formal (porque sale más caro) ni informal (porque gastamos más de lo que generamos).

Valga decir que el empresario peruano supera al mejor atleta olímpico saltándose las vallas legales y genera las condiciones para la informalidad porque la formalidad no le da incentivos. Conozco de alguien cercano que ha planeado evadir impuestos de una forma creativa: vender un producto con boleta en su tienda, pero distribuir el grueso del mismo al menudeo por calles y plazas sin dar comprobante de ningún tipo (ejemplo: las multinivel); de ese modo, evita pagarle impuestos a SUNAT. Claro que éste es tema de discusión para economistas, pero ahí lo dejo como ítem.

¿Qué más podemos decir en este punto? Si hablamos de buenos modales, el peruano no es precisamente un referente mundial en el tema; entonces, si un compatriota me atiende peor que hacendado, pero un extranjero me brinda cualquier servicio con amabilidad y buen humor, por un simple criterio de salud mental positiva, iré donde me mimen y apapachen. 

¿Poner control al ingreso de venezolanos?... Mmmmm.... Insisto que los sistemas de justicia internacional están interconectados, así que si al ingresar al país, resulta que un migrante me aparece con antecedentes penales o policiales y aun así lo dejo entrar, casi que no es culpa del migrante, sino del encargado de la caseta fronteriza que es el primer filtro, a menos que me digan que la migración se hizo cruzando por lugares no autorizados, lo que cambia el panorama por completo. 

Creer que todo migrante es un delincuente es prejuicioso y peligroso, y ésa es la razón por la que a Trump todos quienes nos creemos demócratas nos estamos yéndole encima, porque se llama discriminación.

Ya me cansa repetir esto, pero la discriminación en Perú -y muy a pesar del MMM- es un delito. Entonces, por ahí hay que tener mucho cuidado.

Evitar que un venezolano entre a trabajar al sistema laboral formal peruano, y público encima, no lo entiendo. ¿Cuál es el argumento? Si está mejor calificado que el peruano, la solución no es prohibirle la entrada; la solución es fortalecer las competencias y habilidades del peruano para que, a la hora de postular, demuestre que realmente vale la pena contratarle. Por ejemplo, incentivándole a investigar pues hasta nuestros líderes políticos copian y pegan sus tesis.

Así nos duela, la educación peruana a todo nivel no es la mejor del continente. La propia Sunedu en su último informe reconoció que somos la séptima mejor de las Américas. Arriba, para variar, siguen estando México, Colombia y Brasil.

Yo, que tuve la posibilidad de que mis padres me dieran una educación superior privada, tengo que decir que el 90% de mis profesores y profesoras, si no eran extranjeros, eran peruanos que fueron a mejorar su educación fuera del país. Si Perú fuera un mercado educativo realmente competitivo, los nuestros tampoco tendrían que migrar. Así de simple.

¿Cómo nos sentiríamos si allá afuera nos hicieran asquitos por ser peruanos? Bueno, ya nos los hacen, así que pensemos en reversa. Y si vemos el pasado no tan remoto, Venezuela acogió a cientos de inmigrantes peruanos, quienes llegaron a mejorar con creces las condiciones que les daba su país de origen.
Entonces, meterse con los venezolanos, colombianos, haitianos, extraterrestres o de donde sea ya tiene filtros previstos por ley; el resto es pura demagogia.
¿Qué habría detrás? Yo lo pongo de esta manera: no sé si la congresista García, pero creo que si los refugiados venezolanos fueran partidarios de Maduro, Apaza y Castillo alentarían que hasta ocupen ministerios. ¿Por qué? Porque estos señores están queriendo maquillar su ideología como nacionalismo por encima de los derechos humanos.

¿Acaso estos líderes de izquierda han dicho algo de los médicos que vienen pagados por el petróleo venezolano -el régimen chavista, mejor dicho- y que ofrecen cualitativamente una mejor atención que sus pares peruanos? ¿O qué hay de los galenos cubanos en territorio nacional o aquí nomás saliendo a Machala, Ecuador?

Sí, sí. Ya sé que me dirán que vienen subvencionados por sus gobiernos, pero son clientela menos para nuestros batas-blancas nacionales. Y a menos clientela, menos ingresos. ¿O no? Es exactamente el mismo argumento, solo que socialista no come a socialista, ¿o sí?.

Reafirmo que, por lo menos, lo que estoy percibiendo en la izquierda es que la 'venezolafobia' que está comenzando a exudar se debe a que la mayor parte de refugiados se oponen al régimen de turno, al que les ha costado trabajo calificarlo de dictadura. en varios casos ni siquiera lo ha calificado como tal y ha creado eufemismos que sí aplica sin cuestionar a la derecha fascista.

A la congresista García quisiera recordarle que algo que sí podemos hacer en Perú y que no se puede hacer en Venezuela es expresar libremente cómo pensamos. Vaya usted a Caracas a decir que se opone al régimen chavista en la Plaza Bolívar, y luego nos viene a contar. O sin ir lejos, en la época del fujimontesinismo, expresarse abiertamente contra el régimen era condenarse a muerte social, laboral, económica... o hasta muerte de verdad.

Recordemos que la dictadura, sea de derecha o de izquierda, es la oposición a la democracia: uno o unos se creen con derecho a disponer de todos y de todo, y ay de quien les dé la contra. Lo hemos vivido en Perú varias veces, así que no tengo que ahondar en detalles: dictadura es dictadura venga de donde venga.
me parece que la política peruana, en lugar de acentuar el bajo autoestima nacional para generar votos (un nuevo tipo de clientelismo político a la vista) debería promover el incremento de la competitividad del sistema laboral y del estudiante y el trabajador peruanos, analizar si nuestra oferta académica responde al mercado (el empresariado dice que no), y activar el rol subsidiario si y solo si escasea el pescado; pero eso de acostumbrarnos a comer regurgitado, no es sostenible, no es digno, no es cómo vamos a abordar el problema.

Y por cierto, ahora que Castillo anuncia nueva huelga, ¿por qué no se investiga de dónde vienen sus fondos para sostenerse sin chambear por largo tiempo? ¿Petróleo venezolano?

Ah, suena feo, ¿no?

Ya pues. Pura ideología política detrás. No se hagan.

(Opina al autor. Síguelo en Twitter como @NelsonSullana)

 

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