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Mar, Abr

Yo rompí los platos, pero que otro los pague

Nelson Peñaherrera
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ERP/Nelson Peñaherrera Castillo. Hay un defecto tan nuestro que consiste en proyectar en otros, otras o hasta los objetos inanimados,nuestros errores, nuestras negligencias, nuestro dolo, nuestra violencia. Siempre actuamos así porque alguien o algo "me obliga" a hacerlo; jamás tenemos el valor de aceptar que decidimos actuar incorrectamente porque no hemos superado nuestros traumas, queremos aplicar la ley del mínimo esfuerzo, o porque "así lo hace el resto".

De otro modo no se explica cómo es que los dos chicos en Lima o las siete personas en Chiclayo murieron víctimas de un incendio.

En el primer caso, hasta donde las investigaciones van avanzando, queda claro que la avaricia de una persona, su afán de ocultar la ilegalidad de su negocio y una extrema desconfianza terminaron llevándose la vida de dos peruanos que debieron aceptar un trabajo precario para resolver sus necesidades urgentes.

En el segundo, la causa fue el ocultamiento de información a la gente que suponía haber alquilado un espacio como casa habitación y a la autoridad a la que se había informado lo mismo, para usarlo como un taller y almacén clandestinos.

¿Cuál ha sido la reacción? Echarle la culpa a medio mundo y no señalar en primera instancia al que usó prácticas esclavistas en un cuarto de metal en pleno centro de la Capital de la República (aunque, al cierre de esta edición, ya se había presentado ante las autoridades aunque sin quedar detenido debido a que no se tramitó su mandato de detención); en el otro caso, por lo menos, el azorado presunto responsable ha dado la cara, aunque usando el clásico "yo nunca pensé que...."

En el colmo, hay quienes le están echando el pato a algo tan intangible llamado informalidad, aunque materializable en sus consecuencias.
También he escuchado y leído una hipótesis interesante que señala como causa a la obsesión que el emprendedurismo ha llegado a significar en nuestro país.

Sobre culparlo me parece que es otra forma de proyección psicológica, ya que el verdadero emprendedurismo lanza y lucha una idea innovadora pero sin saltarse la ley. el problema es que en el Perú se está confundiendo el término con una retórica facilonga, un histrionismo patético, una oferta mayormente inútil, el acoso obsesivo sobre quien no se cree la fórmula (yo, por ejemplo), o la mentira disfrazada de una verdad que se desbarata haciendo una búsqueda sesuda mediante Google.

Como ya lo comenté antes, los diz'que emprendedores en el Perú están amasando fortunas a costa de una ausencia de toda ética y de prácticas que si no son ilegales, al menos pueden calificarse como irregulares. Dicho en otras palabras, un emprendedor no es un vendedor de sebo de culebra.

Es una lástima que en el Perú nos tengan que pasar desgracias personales o colectivas para que nos demos cuenta que actuar correctamente cuesta un poco más pero no daña. Y si nos toma más tiempo del debido, deberíamos ser lo suficientemente maduros para entender que quizás necesitamos más lapso porque tenemos que estar preparados antes de patinar infligiendo una desgracia a terceros.

Lo ideal sería tener la nobleza de decir "soy culpable" y afrontar las consecuencias de mis actos; pero mucho mejor que éso es decir "soy responsable" y evitar en la medida de todas nuestras posibilidades esos errores que, tarde o temprano, terminan pagándose demasiado caro.

(Opina al autor. Síguelo en Twitter como @nelsonsullana)

 

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