ERP/Nelson Peñaherrera Castillo. Los casos de violencia basada en género (VBG) reportados a lo largo de Piura nos confirman que estamos en estado grave. El martes, el Centro de Emergencia Mujer (CEM) de Paita informaba 241 casos de violencia hacia mujeres hasta setiembre último, de los que 7 por cada 10 son psicológica y 1 por cada 5 son física; por su parte, el CEM Piura cuenta 23 tentativas de femenicidio y 20 que sí se concretaron.
Esas muertes son el ‘aporte’ regional a las 71 que cuenta el Ministerio de la Mujer y Desarrollo Social a nivel nacional en lo que va de 2015. Solo para ponerle una cereza a este agrio pastel, por cada 250 casos de violencia reportados el año pasado, 99 tenían como espectadores a niños y niñas.
Aunque suene disco rayado, no está de más recordar que esos números tienen nombres y apellidos, que son vidas que se están ahogando o se ahogaron gracias a condiciones de salud mental no tratadas especialmente en los varones, y que el mismo martes, mi compañero Marco Paulini ha ubicado en su blog como nuestra incapacidad para entender que, como toda relación interpersonal, la de varones y mujeres también estará plagada de conflictos que tenemos que resolver mediante un diálogo con equidad, no mediante la violencia (Cf. “¿Guerra o… masacre de sexos?” en Marcopaulini.blogspot.com)
Del mismo modo vale la pena repetir que, como lo están mostrando las cifras del taller que Un Billón de Pie desarrolló en Sullana, sí hay conocimientos en varones y mujeres sobre cómo evitar la VBG, pero tenemos que incidir pedagógicamente (no solo de discurso sino también de ejemplo) en los varones para que todo ese conocimiento (que, a veces, usan en su provecho) pase de la abstracción teórica a la realidad práctica. De ese modo, mejorando y equilibrando las relaciones entre varones y mujeres en este y todos los espacios, nos traemos abajo las cifras de VBG (Cf. Unbillonpiura.blogspot.com).
Asimismo, esto hace hincapié en no callar cuando somos víctimas o atestiguamos un caso de VBG. Como dice la encargada del CEM Paita, las cifras en su jurisdicción se duplicaron porque la gente confía y denuncia; pero también nos deja ver que si seguimos escarbando, encontraremos que el mal hizo metástasis no solo en hogares sino en instituciones.
Solo así se explica que evaluadores censales discriminaran (sí, discriminaran) a una adolescente invidente en Tambogrande porque sus jefes, que se llenan la boca con eso de la inclusión educativa, discriminan también. O que una fiscal (¡una fiscal!) también en Tambogrande ignorara evidentes lesiones y hasta una violación con tal de poner a la justicia en una suerte de mercado de valores (antivalores mas bien), al vaivén de la oferta y la demanda, presuntamente al servicio de un soborno.
Menos mal la fiscal está presa temporalmente; sin embargo, ¿qué se está haciendo por resarcir al resto y salvar esas vidas encerradas en frías estadísticas? Nos falta mucho aún, y el camino más conveniente para ir trayéndonos abajo esos casos no es el silencio, sino la unión de todas las personas que estamos renunciando o hemos renunciado a la violencia.
Sin duplicar, desde nuestros espacios, trabajando coordinadamente sí podemos hacer realidad ese objetivo desde el nivel preventivo (la educación es clave) hasta el coercitivo pasando por el correctivo.
La lucha contra la VBG ya no soporta un discurso más, sino comenzar a actuar en bloque. Aptitudes tenemos, actitudes mostremos.
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