ERP/Nelson Peñaherrera Castillo. Las denuncias sobre presuntos abusos cometidos por algunos líderes del sodalicio de Vida Cristiana, uno de los tantos grupos católicos para la promoción de la espiritualidad personal, no son nuevas sino que se actualizaron tras la publicación del libro ‘Mitad monjes, mitad soldados’ del periodista Pedro Salinas con la colaboración de la colega Paola Ugaz.
Hay quienes creen que la publicación es una especie de blasfemia contra el Catolicismo, una suerte de ataque directo con el propósito de minar la fe de su feligresía, que en el Perú representa casi las cuatro quintas partes de la población (y disminuyendo).
Que alguien pierda la fe por un libro no es culpa del libro, sino de que su formación en la fe no ha sido sólida, ya que ésta es una experiencia personal. Estamos hablando, en términos antropológicos, de una creencia, de una serie de ideas que parecen funcionar según mi cosmovisión personal y el grado de formación que he tenido para construirla como la tengo construida en la actualidad.
Soy honesto: no he leído más que extractos y reseñas del libro, además de ver el reportaje de Cuarto Poder en la televisión, pero en lo personal no creo que se trate de atacar a una religión en particular. Aquí no estamos cuestionando la filosofía del amor en la que se basa el Catolicismo –sería un disparate hacerlo-, sino la manera cómo algunas personas se estarían escudando en la fe y la doctrina para cometer delitos.
Y los delitos, hasta donde sabemos, son realidades concretas humanas que se persiguen por la justicia humana bajo los conceptos legales –no religiosos- de pena y reparación.
Por ejemplo, y quiero que quede claro como una suposición: cuestionar a un sacerdote que malgasta el dinero de la limosna dominical en lujos o lujurias personales, y luego declara que son gastos parroquiales varios a favor de los pobres. Si la inconsistencia es evidente, estaríamos frente a un ilícito punible por ley. Y de eso se tratan las denuncias en el tapete; no de que sea bueno o malo dar limosna, sino la intención que tiene la persona sobre tal dinero.
Del mismo modo, en el llamado Caso sodalicio, nadie está cuestionando legalmente la fe, sino la manera como estaría siendo usada por una o algunas personas para cometer delitos.
Y por si acaso, no es exclusivo de la Iglesia Católica. Cualquier persona que incurra en la comisión de un ilícito escudándose en cualquier fe (y manipulando a su feligresía) tiene que comparecer ante la ley bajo las mismas condiciones. Si es inocente, bien; si es culpable, pues tendrá que pagar. Nada más ni nada menos.
el propio Jesucristo fue el primer defensor de la separación de la fe y la ley humana: “Den a Dios lo que es de Dios, y al César lo que es del César”. Más claro, ni el agua convertida en vino.
Por cierto, me inquieta la referencia que Jason Day escribió en su columna del sábado 24 sobre “esos extraños rumores de tráfico de terrenos en Piura (donde el sodálite Eguren es Arzobispo)” (“Here comes The Sun”. La República, 24/10/2015). ¿También el Ministerio Público abrirá investigación?
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